PROTAGONISTAS
Un universo cada vez menos privado

"No me vivo enamorando; miro más hombres pero alguna vez miré mujeres", dijo Flor K

Ávida lectora, inesperada influencer literaria, la hija de Cristina y Néstor Kirchner habló de su intimidad en un reportaje radial con Franco Torchia. Olivos, su madre y su hija.

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Ellas. Helena fotografiada por Florencia. “Mi mamá tiene una adoración por Helena que es descomunal. Es remetida. Entonces si la reto dice: ‘Pobrecita..’. Y Helena la adora”. | ig. fk

“Me llaman la atención las personas. Te voy a ser sincera, miro más varones; Es lo que mis ojos más van a buscar. Pero alguna que otra vez sí he mirado mujeres”, respondió Florencia Kirchner en un extenso reportaje a Franco Torchia. En ocasión de un nuevo aniversario del NiUnaMenos que se cumplió esta semana, el periodista convocó a la hija de Cristina y Néstor Kirchner para No se puede vivir del amor, su ciclo radial en LaOnceDiez.

Desde que volvió de Cuba, Florencia Kirchner dio tres reportajes y en este se abrió un poco más de lo habitual. No para confesar si a la mirada sobre alguna mujer le siguió algo más. Y sí para sobre ese punto responder con humor un “lo dejamos ahí”.  Se considera muy romántica pero no del “romanticismo del príncipe y toda esa estupidez. (…) No me pasó ser celosa de un tipo y no digo que no pueda llegar a serlo. Tampoco hacia mí lo fueron; nadie me revisó el celular, ni estuve con nadie que me haya pedido una contraseña. La única vez que me pasó es que había algo provocado por el otro. Me dije: ‘Yo no soy esta’, y dejé. Después en otras relaciones no tuve ningún problema”, respondió relajada a Torchia.

 

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Sí, pero… Si lo del príncipe romántico no va con ella, está segura de que la convivencia tampoco. “Solo un mes conviví. Fue un mes en el que se instaló acá porque acababa de nacer la bebé (N. de la R: se refiera a Camilo Vaca Narvaja, el padre de su hija Helena). Pero la idea era que cada uno siguiera teniendo su espacio. Y la realidad es que al menos que sea la casa más grande que te puedas imaginar, es muy difícil que me imagine viviendo con alguien”. Y agrega: “No estoy en pareja y no soy muy de la pareja. Viste que hay gente que todo el tiempo está con alguien, termina. Yo no puedo hacer eso, no me vivo enamorando. Si me cruzo con alguien que me provoca ganas de estar, voy a estar. Nunca tuve miedo ni vergüenza de invitar a un chico a salir. Y si no está esa persona que genere ganas de estar, prefiero estar sola. No me llevo mal con la soledad. ¿Viste que se contesta mucho: ‘Estoy solo pero estoy bien’? Y digo, ¿por qué el ‘pero’ si a veces podés estar acompañado y estar mal?”.

El karma del cuerpo. En los reportajes que dio los libros son un tópico ineludible ya que Florencia se convirtió sin proponérselo en una influencer literaria, y la depresión también. Pero en este caso Torchia apuntó a qué relación tiene ella con su cuerpo. “Es dramática por muchos motivos. Para empezar, los últimos años mi cuerpo me jugó muy en contra. Entonces empezó a haber como un poco de pelea. Por diferentes cosas que me iban pasando fisicamente, de golpe no poder funcionar. Y porque a mí también me afecta el patriarcado. No estoy ajena a los mandatos por más que después no los cumpla o no haga nada por cumplirlos. Hay algo que uno tiene que ir luchando para quitarse esa incomodidad y decirse: “Bueno, soy así y esto nunca va a ser así, y demás. Hay una lucha ahí”. 

Torchia plantea que su programa No se puede vivir del amor apunta a hablar y debatir la diversidad sexual y siguiendo esa línea le pregunta a Florencia Kirchner quién o quiénes la ayudaron a desarmar prejuicios y preconceptos sobre ciertas nociones tradicionales del género y de la orientación sexual. “Yo soy muy pensante, como que mi cabeza nunca para. Entonces, en parte a los contenidos que yo elegí consumir. Tengo que darle una responsabilidad a eso aunque, bueno, no sean personas pero sí fueron creados por personas. Particularmente la literatura, en términos de deconstrucción . Y en charlas muy colectivas, entre amigas. Tengo amigas que son bastante más grandes que yo y que son feministas hace muchísimos años. Y he tenido charlas muy enriquecedoras. Para mí juntarme a tomar un vino un viernes no era solo eso, terminábamos en discusiones sumamente enriquecedoras”.

Dos contra una. “Sí, mi mamá es remetida”, dice Florencia y se ríe. “Con todo lo de Helenita se mete; tiene una adoración por Helena que es descomunal. Entonces si la reto dice: ‘Pobrecita..’. Y Helena la adora. De hecho, desde los 2 años viaja con mi mamá al Sur y no me extraña a mí, no extraña al padre. A ver, a todos nos extraña un poquito cuando no estamos pero es como que le encanta viajar con ella. Además ir al Sur implica el verde; yo acá vivo en un departamento”. Y así abre un poco más ese mundo privado que integran ellas tres. Una intimidad que por lo que explica, ella no pudo tener del todo cuando vivió en la residencia presidencial. “Yo no viví en casas mías. Cuando nací, a los meses mi papá se convirtió en gobernador y viví en la que era la residencia del gobernador en la provincia. Entonces por fuera de lo que viajaba al Sur, yo no viví en casas mías. Incluso en Nueva York (N. de la R.: estudió allí cine unos meses); porque primero estuve en una residencia, después en un departamento muy chiquitito. Entonces es como que hasta los 25, anduve pasajera por todos lados. No les ponía tanto empeño de casa porque no lo eran. A Olivos llegué casi con 13 años y me fui a los 25. Me quedé más tiempo ahí acompañando a mi mamá cuando fallece mi papá y no esté sola ahí. Pero nunca lo sentí ni fue mi casa”.