SOCIEDAD
Diario Perfil

Afinar campanas, mantener cúpulas y limpiar faros: los raros trabajos porteños

Rescatar barcos hundidos en el Riachuelo o transportar gente en bote, mantener el reloj de la Legislatura, un faro y las campanas de las iglesias. Galería de imágenes. Galería de fotos

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| Pablo Cuarterolo.

Cada mañana, millones de personas inician su jornada laboral en la gran ciudad. Muchos de ellos manejan taxis, venden flores, trabajan en empresas y comercios, dependencias públicas o reparten comida a domicilio. La multiplicidad es casi infinita. Sin embargo, ocultos tras el escenario urbano, están aquellas profesiones y labores que escapan al ojo distraído, y que tampoco aparecen solicitadas en los clasificados de los diarios.

Son empleos poco comunes, pero que se desempeñan con pasión artesanal y dedicación. Muchos, incluso, desde la época de la colonia. Están los que cruzan el Riachuelo en bote, los que se meten en él, los que limpian campanarios, restauran cúpulas y ponen en hora relojes torre. Trabajos atípicos, algunos en vías de extinción y otros irremplazables.

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Boteros y buzos de La Boca. A orillas del Riachuelo esta Alexis, uno de los boteros que trabaja al pie del puente Nicolás Avellaneda. Tiene 19 años y reemplaza a su padre hace seis meses. Todos los días lleva gente de una orilla a la otra entre Capital e Isla Maciel.

“Cuando esto empezó había italianos y no te dejaban mucho, pero se murieron y llegaron personas que no sabían remar y ponían peones. El que pudo fue comprando su bote”, asegura. “Una vez sacaron un muerto, estaba hinchado, al lado mío y tenías que verlo”, recuerda entre las curiosidades del oficio. A pesar de todo, siente que es un trabajo digno. Cobra un peso por persona y junta unos 70 pesos al día cuando hay mucha demanda.

A metros del lugar, un hombre trabaja en las aguas negras del río. Se llama Guillermo Balbi, un perito naval de 64 años que reflota barcos en el Riachuelo para RN Salvamento . “Aquí trabajás a ciegas y el fondo es como yogur. Está frío todo el año y te enterás que estás hundido cuando el barro te llega a las axilas”, cuenta. Recuerda el rescate de un avión que cayó al Río de La Plata con 9 bailarines del Teatro Colón. Ocurrió el 10 de octubre de 1971, día de su cumpleaños. “El avión estaba muy roto y hubo que sacar los cuerpos uno por uno. Terminamos de noche y fue terrible”, recuerda. Los buzos más experimentados, señala, ganan unos 5 mil dólares por mes.

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