SOCIEDAD
predominan los sub 30

'Argenchinos': cerca de mil argentinos viven en el gigante asiático

“China no es para cualquiera”, coinciden. La distancia cultural y la idiomática son algunos de los desafíos que hay que superar. Las historias de cinco inmigrantes que lograron hacerlo con éxito.

Argenchinos. El caso de Pilar de Borbón, 29 años. Lleva una década allí. Tiene dificultades con el idioma.
Argenchinos. El caso de Pilar de Borbón, 29 años. Lleva una década allí y habla perfecto el idioma. | Cedoc

Desde Beijing

 

Basta con un mapamundi y una regla para saber que el punto de la Tierra más alejado del kilómetro cero de la Argentina está en China. Casi veinte mil kilómetros y once horas de diferencia horaria separan a Buenos Aires de Beijing. Y eso no es nada comparado con la verdadera distancia, la que hay que vencer –o al menos aceptar– para instalarse acá: la cultural e idiomática. Bien lo saben los casi mil argentinos que cohabitan el Reino del Medio con 1400 millones de chinos.

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PERFIL entrevistó a cinco de ellos para aproximarse un poco a las historias de los que se le animaron al “sueño chino”, como le gusta decir al presidente Xi Jinping. Reunidos durante un par de horas en la embajada argentina en Beijing, hablaron de los periplos que los trajeron hasta aquí, del choque cultural, de lo poco que los chinos saben sobre la Argentina y de lo mucho que los argentinos aún tienen que aprender sobre China. Y de cómo es vivir en un país donde uno se acostumbra a que le pidan selfies por la calle.

Excepto Lionel Messi y algún otro futbolista, ningún argentino es tan famoso en China como Brian González (27). Su relación con el país asiático empezó casi por capricho. “A los quince años se me ocurrió de la nada que quería estudiar chino –cuenta–. Vivía en San Vicente, así que imaginate: mi mamá fue a la tintorería a preguntar por dónde empezar”. Apenas unos meses después, se presentó a un concurso de chino para extranjeros y ganó una beca para venir a China a profundizar en el idioma. Viajó cuando cumplió los 18, y nunca más volvió.

Argenchinos. Las historias cinco inmigrantes que lograron vivir en el gigante asiático.
BRIAN GONZÁLEZ (27). Llegó a los 18. Hizo castings y hoy es estrella de la TV local.

Hace tres años, mientras cursaba una maestría en Beijing, Brian se presentó a un casting televisivo para un programa que buscaba panelistas extranjeros. Quedó. Hoy es uno de los favoritos del público en Informal talks, un programa en prime time que arrasa entre los jóvenes. “Acá casi nadie mira la televisión, casi todo se transmite por internet en los celulares –explica–. Por eso mi ‘fama’ es más tipo influencer”. Lo dice tímidamente, como si no tuviera 300 mil seguidores en las redes sociales y hasta un club de fans. Tal vez su éxito se deba a que, sin exagerar, Brian habla chino como un chino. Lo cual le permitió, entre otros highlights, interpretar y entrevistar a Messi para la TV local.

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DANIEL GALLARDO (28). Viajó becado para perfeccionar el idioma y armó una empresa.

Luego de terminar su carrera de grado en Buenos Aires, Lucila San Martín (25) viajó becada para hacer una maestría en la Universidad de Beijing. Acaba de posgraduarse con una tesis sobre los códigos humorísticos y los chistes en China. A su juego la llamaron: ella también hace stand-up e improvisación. Aquí pudo desplegar su faceta artística. Su performance es, como mínimo, original: una argentina que hace comedia en inglés para espectadores generalmente chinos.

Argenchinos. Las historias cinco inmigrantes que lograron vivir en el gigante asiático.
LUCILA SAN MARTIN (25). Ex estudiante. hace stand up sobre diferencias culturales.

“Vine con la idea de quedarme un año y volverme, pero China me cautivó”, dice Lucila. Aunque ya está con la cabeza en Londres, su próximo destino laboral, no descarta volver a este país en el que los extranjeros provocan, ante todo, curiosidad. “En mi universidad hay un lago muy lindo donde la gente suele ir a pasear –cuenta–. A veces me siento ahí a leer o pensar, y de repente me percato de que la atracción para los chinos dejó de ser el lago y pasé a ser yo misma”. Lo que la mayoría de esos curiosos debe saber de la Argentina es poco y nada. Contra lo que uno podría suponer, algunos ni siquiera la asocian con el fútbol. “Si buscás ‘Argentina’ en una tienda online, te aparecen antes langostinos importados que la camiseta de la Selección”, se ríe Lucila.

La primera vez que se subió a un avión en su vida, Pilar de Borbón (29), mendocina, lo hizo con destino a China. Llegó aquí con 19 años, un pasaje de ida y vuelta para quedarse un año y una beca para estudiar el idioma. “Imaginate lo poco que sabía en ese momento de China y de chino que anoté mal el nombre de la universidad a la que quería aplicar, así que me terminaron mandando a otra ciudad”, recuerda.

Pilar hizo boomerang, como se dice aquí cuando una persona va y viene varias veces entre su país natal y China. La segunda vez obtuvo otra beca en el norte chino, donde pasó inviernos a treinta grados bajo cero. La tercera, en 2013, fue la definitiva. Hoy ya lleva diez años estudiando chino y es –junto a Brian– la argentina que mejor habla el idioma. Así y todo, ella dice que “el chino cotidiano, el que se habla en el día a día, nunca se termina de aprender”.

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GUILLERMO BRAVO (36). Escritor, armó la única librería de habla hispana en Beijing.

Daniel Gallardo (28) estudiaba ingeniería en Buenos Aires cuando un socio chino de su papá les sugirió a ambos que estudiaran el mandarín. Su padre desistió pronto, pero él perseveró. Al igual que los demás, obtuvo una beca para perfeccionarse en China. Ya lleva tres años aquí y va por la mitad de un máster en administración de empresas. Logró montar su propia firma de importación y exportación hacia la Argentina y otros países de Latinoamérica.

Daniel aún recuerda el día en que llegó a la primera residencia universitaria china en la que vivió, solo y un poco abrumado. La única cama libre era en el cuarto de un paquistaní que no hablaba ni media palabra de inglés. “‘¿No hay algún occidental?’, pregunté. Me dieron la opción de ocupar otra pieza vacía, que se completaría con el siguiente huésped que llegara. Me instalé ahí. Un par de días después, vi a uno con la camiseta argentina arrastrando su valija por el campus. Lo agarré y lo llevé conmigo. Pero, al final, el pibe no aguantó ni veinte días”. Es que China no es para cualquiera.

En todo el país hay una sola librería hispana. Mil Gotas pertenece a Guillermo Bravo (36), escritor y editor de libros cordobés. Empezó como un proyecto online y hoy tiene su espacio físico dentro del Instituto Cervantes de Beijing. “Hay cada vez más interés por la literatura hispanoamericana”, dice Guillermo. Borges es, previsiblemente, el autor más solicitado por los lectores chinos.

Guillermo vivía en París cuando un profesor conocido lo convocó para dar clases de literatura en una universidad china. Llegó pensando en quedarse sólo un año, pero ya van seis. “Vivir en un país como este te desafía a aprender todo el tiempo, porque la cultura china es tan rica y compleja que uno nunca termina de abarcarla –afirma–. El éxito económico de China no es casual: se basa fundamentalmente en esa cultura milenaria”.

 

El fútbol, una forma efectiva de acercarse a Occidente

En los últimos años, el gobierno chino empezó a ver al fútbol como una de las formas más eficaces de tender puentes con Occidente. En 2015, el presidente Xi JInping lanzó un programa de fomento al fútbol en las escuelas que pretende difundir el deporte entre los niños y jóvenes chinos, con la esperanza de que algún día el país esté al nivel de competencia mundialista.

Desde entonces, el gobierno invirtió 102 millones de dólares en el programa y logró que las escuelas con fútbol en su currícula pasaran de cinco mil a veinte mil en apenas tres años. Sin embargo, las autoridades reconocen que China aún sigue atrasada en cuanto a profesionales y experiencia en la capacitación de alta calidad.

Por eso hay 360 profesores de fútbol extranjeros contratados en el país. Entre ellos, algunos argentinos. Pablo Fernández (33) se enteró de la oportunidad por un amigo que ya había hecho la experiencia. Desde Buenos Aires, mandó su CV a una empresa intermediaria que reclutaba profes de otros países. Lo convocaron para trabajar en una escuela con seis mil alumnos de entre 13 y 18 años en la ciudad de Qijiang, en el centro de China, lejos de las luces de Beijing y Shangai.

“Es una ciudad donde no hay extranjeros, así que para ellos mi llegada fue algo increíble, totalmente extraño", le cuenta Pablo a PERFIL. Aunque habla apenas algunas palabras de chino, cree que la comunicación no tiene por qué ser un problema. “Mi idioma básico para enseñar es la pelota, y además los pibes tienen tal grado de organización que es fácil darles indicaciones. Además, para venir a China hay que saber que uno es visitante y estar dispuesto a enfrentar todo el tiempo la barrera idiomática. Si no, la vas a pasar mal”.

Casi un año después de su llegada, Pablo puede decir con orgullo que su trabajo marcó un antes y un después en la relación de sus alumnos con el fútbol. “La respuesta de los chicos fue genial, cambió totalmente la atmósfera. A ellos les hace mucha falta el multiculturalismo. Yo los hago trabajar mucho con lo lúdico, porque acá la educación es muy conductista y no están acostumbrados a aprender jugando. Eso los sorprende”.

Argenchinos. Las historias cinco inmigrantes que lograron vivir en el gigante asiático.
PABLO FERNÁNDEZ (33). Es profesor de fútbol.

 

“La mayoría llegó en los últimos cinco años”

En la actualidad hay unos mil argentinos viviendo en China, según dijeron desde los consulados en Beijing y Shangai a PERFIL,y conforman una de las mayores comunidades de latinos que viven aquí.

Pero la presencia argentina en ciudades como Beijing, Shangai y Guangzhou es un fenómeno  reciente. Hacia 2011 o 2012, cuando aún se sentían los coletazos de la crisis económica en Occidente, China empezó a recibir cantidades inéditas de extranjeros dispuestos a instalarse aquí, donde las cosas iban bastante mejor. Los argentinos no fueron la excepción.

“La gran mayoría vino en los últimos cinco o seis años, cuando empezó a haber más oportunidades por las becas de estudio para extranjeros que ofrece el gobierno y por las posibilidades en empresas que buscan talentos de afuera, por ejemplo, en el rubro de la tecnología”, dice Esteban Zottele, presidente de la Asociación de Argentinos en China.

Hay básicamente dos perfiles de argentinos que residen en China, no necesariamente excluyentes. En ambos casos, el promedio de edad es sub 30. En primer lugar, estudiantes que vienen a aprender chino, a hacer grados y posgrados o ambas cosas. Muchas universidades ofrecen sus cursos en inglés. Y el gobierno chino invierte mucho dinero en formar a extranjeros, sobre todo a aquellos que quieren hablar el idioma.

Luego están los que vienen a cubrir puestos en empresas, ya sea por cuenta propia o enviados por las compañías en las que trabajaban en la Argentina. Se los conoce como expat (expatriados) y suelen venir por períodos de tiempo decididos de antemano. “Y también hay muchos que vienen a estudiar por uno o dos años pero después se quieren quedar a trabajar”, agrega Zottele. “La Asocación surgió con el espíritu de ayudarlos a integrarse, hacer los papeles y trámites, conocer a otros compatriotas”.