El martes a la noche Ricardo Barreda cenó en una parrilla de San Telmo especialmente acondicionada para recibirlo. La mesa había sido reservada desde temprano, y en el ingreso, el dueño colocó un banner con el logo y el nombre del local, como suele hacerse en los grandes eventos deportivos o publicitarios. Barreda llegó puntual, acompañado por su abogado –y propietario del restorán–, y enseguida se paró frente a los micrófonos como si fuera un rock star de la vieja guardia.
El arribo del odontólogo, que hace 18 años asesinó a su esposa, su suegra y sus hijas en su casa de La Plata, desconcentró a los paparazzi que estaban apostados en la misma zona buscando la mejor foto de Bono, el líder de U2, quien casualmente cenaba en un local del mismo barrio. Barreda se llevó varios flashes gratuitos y más de un curioso sacó su celular buscando inmortalizar una escena por demás particular. Era su primera noche en libertad y al menos él, tenía un motivo para celebrar.