“El sistema educativo necesita muy buenas evaluaciones, que siempre son una dificultad muy grande. Lo más importante es trabajar en cómo lo hacemos y si mejoran el proceso del aprendizaje. Las evaluaciones PISA, por ejemplo, nos marcan dónde se encuentran los alumnos, pero lo más importante es ver si progresan o no. Entonces, siempre es bueno que un niño saque 10, pero si tenemos el caso de uno que antes sacaba 3 y ha pasado a sacar 6, estamos ante una evaluación triunfante, porque el niño ha progresado y el proceso de aprendizaje está funcionando”. Quien habla es el filósofo español y especialista en educación José Antonio Marina, que el martes pasado estuvo en Buenos Aires en el marco del VI Foro de Calidad Educativa del Proyecto Educar 2050.
En diálogo con PERFIL, el especialista argumentó sobre el rol de las evaluaciones, los deberes en la casa y los métodos de motivación que sugieren en la Universidad de Padres que él dirige, una escuela online que dicta cursos sobre la importancia de la participación familiar en los procesos educativos. Y si bien sus declaraciones no se refieren al caso bonaerense en particular, cobran fuerza luego de la polémica que se generó en torno a la decisión del gobierno de la provincia de Buenos Aires de flexibilizar el sistema de evaluación en los niveles iniciales de los alumnos, determinando la eliminación de los aplazos y la repitencia.
Respecto de los deberes, Marina duda de su eficacia en los primeros años, porque lo único que logran –según dice– para él es marcar diferencias entre los alumnos. “La escuela debe ocupar todo el tiempo que los niños dedican al estudio, y cuantos menos deberes haya que hacer en la primera infancia, mejor, para evitar desigualdades. Porque el entorno familiar no es el mismo para todos, y mientras hay niños que tienen padres o profesores particulares que los ayudan, otros no tienen ni dónde hacerlos, o tienen que andar mucho para llegar a la escuela y vuelven muy cansados”, explica.
Por eso hace foco en la importancia de evaluar constantemente a los profesores y a los centros educativos, y en alcanzar una buena gestión, que no sólo depende de un presupuesto acorde sino de la participación de toda la sociedad, cada uno desde el rol que ocupa. “Una persona cuando va a enseñar a otra no tiene muchos recursos, por lo que tiene que saber usarlos”, sostiene Marina, e identifica algunos de esos recursos como “el premio, el castigo, cambiar las ideas que el alumno tiene sobre las cosas y sobre sí mismo, y los sentimientos que tiene respecto de la escuela”. También remarca que el ámbito educativo debe apostar a “mantener relaciones sociales agradables” y al reconocimiento a los alumnos. “No podemos inventar deseos o hacer que de pronto a alguien le gusten las ecuaciones, por eso tengo que conectarlo con algo que le interese, pasarla bien, reconocerle el esfuerzo y elogiarlo. Todos tenemos la necesidad de sentir que progresamos, y hay niños a los que nunca se les dijo un elogio. Todo eso forma parte del trabajo del docente, conectar lo que enseñamos con los intereses de niño”, concluye.