SOCIEDAD
A RAIZ DEL CASO DE CAITLYN JENNER, EL PADRASTRO DE LAS KARDASHIAN

Cuentan cómo es vivir con una nueva identidad de género después de los 40

Por Clara Fernandez Escudero / Rosalia Draletti | Docentes y una caricaturista comparten sus historias de vida y los prejuicios que debieron afrontar.

Vida Morant. Es actriz, dramaturga y directora teatral, recibida en el IUNA. Dirige, desde el año 2011, el Bachillerato Mocha Celis, el primero dedicado exclusivamente a las personas trans.
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VIDA MORANT: Mi vida fue un recorrido lleno de explicaciones acerca de quién soy

Nació, como varón, en Buenos Aires. Es actriz, dramaturga y directora teatral, recibida en el IUNA. Dirige, desde el año 2011, el Bachillerato Mocha Celis, el primero dedicado exclusivamente a las personas trans. También estudió psicología.

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“Mi hogar siempre fue violento. Tuve claridad desde muy pequeña, y aunque siempre pude poner en palabras cómo me sentía, eso era fuertemente sancionado. Pude resistir el período de mi escuela secundaria, porque estaba muy impulsada por el tema de la educación. Estaba convencida de que educarme me iba a permitir generar progreso; mi lucha la di desde ahí. No sufrí tanto por la escuela, porque iba con poca gente y las docentes y las familias de mis compañeros me apoyaban, pero el problema estaba en mi casa”, cuenta quien dice que la docencia la ayudó a transitar ese cambio.

“El momento de empezar a usar ropa de mujer, tras la secundaria, fue muy difícil. Recuerdo que tenía la fantasía de que en la facultad de psicología o en el instituto de arte dramático iban a tener una indulgencia mayor. Pero no: fueron lugares hostiles, e hice un recorrido lleno de explicaciones de quién era, porque eran los ´90 y aun entonces sólo se hablaba de ‘los travestis’, un término que tiene una fuerte connotación a nivel político”, agrega.

Con la ley de identidad de género, ya visibilizada, hizo el cambio registral de identidad en sólo cuatro días hábiles. “Mi caso sentó precedente. Y aunque no me desvinculé del todo de mi familia, no conté con su aprobación; nunca me desprendí de la sanción moral de mis padres, y no tengo hermanos de sangre. Sí tengo de la vida, que son mucho más importantes. La mayoría de nuestros relatos son así. Y muchas de mis estudiantes comparten esto, pero otras cuentan con el apoyo de sus familias, porque a partir de esta ley, sentimos que de a poco vamos avanzando. Un ejemplo: antes, siempre aparecíamos en los diarios en la sección de policiales, donde además se denunciaban los nombres registrales, y ese abordaje era, también, lo que luego reproducía la sociedad. Hoy, de a poco, eso va cambiando. Para eso trabajo”.

 


KALYM SORIA: De chico, esperaba verme como me sentía

Nació mujer (se llamaba Claudia). Hoy trabaja de profesor de química y matemáticas y el año que viene se recibe de trabajador social. Fundó Ritta (Red de Interesex, Travestis y Transexuales de Argentina).

“Me crié en un hogar donde no se sabía nada de la diversidad, y menos de la cuestión trans. Cuando recibí el DNI (N. de R. fue el primer varón trans) dije que había esperado más de cuarenta años, porque desde los 4 años tengo noción de masculinidad, aunque no podía definirlo: yo ya sabía que era un nene y esperaba, milagrosamente, despertarme y ser como me sentía por dentro. Mi familia nunca entendió por qué el primer día de primer grado me hice pis: porque en mi casa iba a un baño, pero en el colegio no sabía a cuál tenía que ir. Soy el mayor de tres (tengo dos hermanas) y el mejor recuerdo de mi infancia es corriendo por el campo con un arco y una flecha, en short, con el torso desnudo. Empecé la secundaria en el año ´78, y en el colegio técnico era peor. Me escapé del colegio cuatro meses antes de recibirme: no es que no quería estudiar; no soportaba la idea de tener que ir a la graduación con vestido largo. En los ´90 conocí en la iglesia evangélica a la que iba a una mujer, con un hijo de nueve meses, que fue la primera que me nombró y me vio como un ‘él’. Me enamoré, y hoy es mi esposa. En 2010, con la ley de matrimonio, yo estaba feliz, pero sentía que me faltaba algo. Y la gente de la Falgbt me invitó a un campamento en Tanti. Ese fue el momento mágico: empecé a ver a diferentes varones trans de todas las edades y ahí me di cuenta de tanto tiempo perdido. Y volví otro. Pude ir a dar clases en la universidad con mi nombre de identidad. Eso generó un cambio y aportó algo más: no queríamos casarnos como una pareja homosexual, porque yo sentía que nosotros no lo éramos. Y esperamos. Con la ley de identidad de género también le di derechos a mi hijo”.

 


LAERTE COUTINHO: “Casi a los 50 acepté la naturaleza de mi deseo

Nació varón, en San Pablo, y es una de las dibujantes y guionistas más reconocidas de Brasil. Su visibilización abrió el debate de la identidad de género en su país, y dirige la Asociación Brasileña de Transgénero. Vino al país invitada por el festival de cine LGBT Asterisc*.

“De joven, la idea de ser gay me llenó de miedo y lo bloquée: estuve casada con mujeres a lo largo de décadas, pero buscaba relaciones clandestinas con hombres. Casi a los 50 años acepté la naturaleza de mi deseo. Eso me trajo una paz personal inédita. En ese ambiente pude externalizar
–dentro de mis historietas– lo que entendí como deseo transgénero. Cuando tenía 53, una amiga me abrió los ojos a aquello que para mi personaje, Hugo (N. de R.: uno de los más conocidos de su carrera), era claro. Fue un momento nítido de descubrimiento, que me trajo primero sorpresa y luego un sentimiento de autorrealización. Era algo que existía en mí y yo no percibía. Tuve una infancia feliz, sin traumas, al contrario de muchas personas trans. Pero fue evidente en ese momento que travestirme, vivir una experiencia dentro de la feminidad, era mucho más profundo. Por motivos personales, sobre todo la muerte de uno de mis hijos, pospuse el proceso algunos años. En 2009 fui a grupos de crossdressing (vestirse como el otro género). En 2010 decidí que no tenía sentido vivir públicamente de otra forma que no fuera como mujer. Encontré necesario conversar con mi círculo más próximo –hijos, padres, novia (que aún tenía en esa época) y amigos– y la reacción fue la mejor posible: aun con algunos cuestionamientos y reparos, mantuvimos intactos el afecto y el respeto. Me deshice de toda la ropa ‘masculina’ que tenía. No perdí ningún trabajo; al contrario, empecé a ser invitada a más entrevistas que en casi cuarenta años como dibujante. Con el tiempo vengo aprendiendo a expresarme dentro de este universo cultural ‘femenino’ y a entender dentro de él a la persona que siempre fui. Mantuve mi nombre, porque me gusta y encuentro que me cae bien. No intento modificar mi voz. Continúo, aun como mujer, siendo el padre de mis hijos y el abuelo de mi nieto”.

 


CAITLYN JENNER: Un ícono del deporte devenido diva impulsó el debate en EE.UU. 

Volver a encontrarse con su familia y su entorno luego de asumir su identidad de género, a los 65 años, fue el mayor desafío para la estadounidense Caitlyn Jenner, quien después de “revelarse” en la portada de la revista Vanity Fair, hoy estrena I am Cait, un “docureality” sobre su historia personal. Ya famoso por ser el deportista olímpico Bruce Jenner, campeón de atletismo e ícono masculino, el ex padrastro de las hermanas Kardashian puso sobre el tapete  la situación de la comunidad transgénero en Estados Unidos. En Twitter, su cuenta personal venció el récord del presidente Barack Obama y se convirtió en la personalidad que más rápido llegó al millón de seguidores, en poco más de cuatro horas.

En las escenas del show–que durará ocho episodios– Caitlyn presenta en primera persona cómo vive el día a día tras su visibilización: las conversaciones con su madre y sus propios hijos, y los pormenores de su nueva vida tras salir a la luz. “Hay muchos trans que aún no tienen voz. Espero dejar una huella en el mundo, porque siento que ésa es mi misión”, asegura en el programa que se estrena hoy a las 23 en Latinoamérica por el canal E!

En una versión menos “glam”, pero que levantó la misma polvareda, la serie Transparent –la primera apuesta de Amazon en contenidos de ficción– cuenta la historia de un profesor universitario que asume su nueva identidad pasados los 70. Su protagonista, Jeffrey Tambor, ganó todos los premios, incluido el Globo de Oro, y se destaca por la crudeza y la ternura de sus capítulos.

Transitar el cambio en los lugares de trabajo

Cuando una persona trans de más de 40 llega a pedir ayuda a Attta (Asociación de Travestis, Transexuales y Transgéneros de Argentina), más allá de la cuestión médica (tratamientos de readecuación de sexo) y del acompañamiento psicológico, pide información sobre cómo enfrentar su visibilización en el espacio de trabajo. “Son personas que ya tienen un cargo gerencial, muchos años de aportes, obras sociales o prepagas caras, o están listas para ser ascendidas. Y tienen miedo de quedar congeladas en el proceso”, dice su presidenta, Marcela Romero. “Aunque tenemos leyes de máxima, todavía hay que combatir cuestiones culturales, sobre todo, el machismo”, agrega.

El caso de Angie Alvarez marcó un antes y un después en la fuerza policial rosarina, a la que pertenece desde 2008, cuando aún era hombre. Con el apoyo de su entorno, en 2006 se presentó como mujer y, aunque al principio fue puesta en tareas administrativas, hoy convive en la fuerza con chicos y chicas trans que antes no se animaban a presentarse.

En algunas empresas, como el grupo Telecom, existen programas para acompañar a sus empleados trans no sólo en el proceso de visibilización, sino también para que sus jefes y sus compañeros de trabajo “comprendan y aborden de manera respetuosa y activa este camino de cambio y, sobre todo, comprendan la importancia que tiene para la persona. Y para que se convierta en un proceso de celebración”, dice Marcelo Villegas, director de Capital Humano del grupo. Además, generan los cambios de identificación identitaria, como el e-mail y la tarjeta corporativa.