SOCIEDAD
controlaba el negocio de la droga en la villa 1-11-14

Detienen en un barrio privado a ‘Marcos’, el capo narco más temido

Fue capturado junto a su esposa y su suegra en “La Celia” de Ezeiza, donde también vive el ex ministro de Seguridad bonaerense Alejandro Granados. Tenía cinco vehículos y más de 50 mil pesos en su casa.

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Messi de la droga. ‘Marcos’ fue sorprendido mientras dormía. | Cedoc Perfil
Marco Antonio Estrada Gónzalez se despertó con las esposas puestas. A su lado, su mujer, Silvana Salazar corría la misma suerte. El viernes por la madrugada, cuando aún titilaban las luces en el arbolito de Navidad, la cama matrimonial fue rodeada por agentes de la División Antidrogas Urbanas de la Policía Federal (PFA) quienes entraron a la casa del barrio privado “La Celia”, en Ezeiza. La misma escena trascurría a varios kilómetros de distancia, en la Villa 1.11.14, donde fue detenida el resto de la organización que dominó por más de una década el barrio del Bajo Flores.

Ninguna de las tres “brujas” consultadas por la banda pudo prever la caída del imperio de la droga en la Ciudad. Tampoco pudieron los “perros”, las “campanas” o los “soldaditos” alertar a los jefes en el barrio sobre la avanzada de la policía por los pasillos que debían custodiar. En los domicilios allanados, hallaron más de 500 kilos de marihuana, 15 mil dosis de cocaína y paco, todos con los envoltorios característicos de la banda de “Marcos”: bolsas de nylon blancas o del supermercado Día, atados con cinta aisladora roja en caso de la cocaína y con hilo negro, en el caso del paco. La marihuana, dividida en “cuadraditos”, estaba envuelta en bolsas de consorcio. En su casa -donde también fue detenida su suegra- no hallaron droga ni armas pero secuestraron celulares, una notebook, pendrives, 51 mil pesos y 400 dólares. También alhajas, relojes y cinco vehículos.

El operativo “Marcos Final” se realizó durante la madrugada –comenzó a las 4– para sorprender a los miembros de la banda y evitar enfrentamientos. Si los narcos no eran tomados con la guardia baja, el enfrentamiento podría haber sido violento. En los allanamientos secuestraron 34 armas de diferentes calibres, entre ellas, un Fal de asalto y 20 armas de puño; y más de 1.500 municiones.

Los miembros de la banda se comunicaban con códigos preacordados. Para desbaratar la organización, fue clave el trabajo de campo y, sobre todo, las escuchas concretadas a lo largo de la investigación, en la que colaboró la Procunar, a cargo de Diego Iglesias. Así, pudieron detectar que a Estrada González lo llamaban “El Padrino” y a su mujer, “amiga”.  A la vez, pudieron determinar que cuando los integrantes de la organización, al tanto de las cotizaciones, hacían referencia a dólares estadounidenses los denominan “Kokos”, y si hablan de miles de dólares lo escriben como “Lks”.

Desde 2009, con juicios y condenas de por medio, el Juzgado Federal Nº 12, a cargo de Sergio Torres, investiga la compleja estructura montada por Estrada González quien, desde prisión y desde el barrio privado, continuaba manejando el negocio del narcotráfico “a distancia”, a través de laderos, junto a su esposa y a “Piti”, uno de sus hermanos.

Según la resolución a la que tuvo acceso PERFIL, la organización estaba conformada por subgrupos. El primero de ellos, encargado de “recibir e introducir los estupefacientes en la villa para su posterior entrega a otros miembros de la banda dedicados a su venta, y en ocasiones también retirar el dinero para el pago de la droga a quienes la proveen”.

El segundo grupo, estaba en el interior del barrio. Se encargaba de recibir la droga, fraccionarla y ofrecerla al menudeo. El tercer eslabón se caracterizaba por no tener contacto con la droga. Se dedicaba a recibir el dinero producto de la venta y cambiarla por dólares y euros.

Por último, en la cima de la pirámide, el cuarto grupo, formado por los jefes, diseñaba “la modalidad operacional de la banda”. El registro de entradas y salidas secuestradas en las garitas de seguridad de “La Celia” –donde curiosamente vive el ex ministro de Seguridad bonaerense Alejandro Granados– podría resultar valioso para probar los vínculos entre “Marcos” y las personas que manejaban el negocio en la villa. Además, la estructura manejada por el peruano contaría con una aceitada maniobra de lavado a través de la inscripción de cinco iglesias evangélicas a nombre de los jefes.