SOCIEDAD
incorporo nuevos terminos como ‘atr’ y ‘skere’

El fenómeno del trap convocó a 20 mil fans en un megafestival

Mezcla hip hop con rap y, aunque sus letras son explícitas, es furor entre los más chicos, que siguen a sus artistas en YouTube y vía redes.

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Mezcla hip hop con rap y, aunque sus letras son explícitas, es furor entre los más chicos, que siguen a sus artistas en YouTube y vía redes. | CZ comunicación

Miles de chicos –de seis, ocho, diez, doce años– acompañados de sus madres, padres, tíos e incluso abuelos. Además, cientos de jóvenes lookeados con gorras, musculosas, tatuajes, pelos y uñas de colores: ayer, el Hipódromo de Palermo congregó, por primera vez, a los fanáticos del trap, un género musical que –además de por los miles de seguidores que convoca y los millones de fans que suman sus artistas en redes sociales– en el país es llamativo por otra razón: se convirtió, en poco más de un año, en furor entre los más chicos, aunque sus letras tienen un contenido muy explícito y directo. “A diferencia del rap, que hace una denuncia social de reclamo, acá es comunicar directamente una sensación, una situación social o un estado de ánimo. Tiene que ver con una situación que experimentan los jóvenes, lo que viven y lo que dicen”, explica la antropóloga social Zulma Pittau.

Las canciones de Duki, Cazzu, Paulo Londra y Khea, algunos de los artistas locales más conocidos –que no superan los 20 años– suman millones de reproducciones en plataformas como YouTube y Spotify, y en redes sociales. Y además aportaron algo más a la cultura popular: términos como ATR (A Todo Ritmo), ahre, skere y modo diablo, entre otros, que los adolescentes repiten y los mayores tratan de incorporar (ver aparte). “Argentina logró un movimiento muy sólido e importante; comenzaron haciendo free-style en plazas, riñas de gallos, etc. Sin proponérselo tuvieron gran repercusión en el exterior. Por primera vez en mucho tiempo, un fenómeno local está abriendo grandes mercados", asegura Federico Lauría, productor del festival que ayer reunió a unas 20 mil personas. “Frente a la incomprensión, la intención es hacer música y contar lo que a ellos les pasa”, aporta Ricardo Fank Ríos, antropólogo e investigador del Consejo Interuniversitario Nacional.

A todo ritmo. Yolanda Costanzo (22) y Jennifer Ferri (24) fueron especialmente a ver a Cazzu, la representante femenina de un género muchas veces acusado de misógino en sus letras. “A mí me encanta la fusión del trap y la picardía que tienen las letras y la improvisación”, dice Costanzo. Aseguran que lo mejor es que es un género divertido y que “las letras no son todas machistas, depende del cantante. Igual, en el reggaeton hubo el mismo problema y de a poco el género está cambiando”, aporta su amiga. Siguen a Cazzu porque “hace una revolución y plantea en sus letras que la mujer hace lo que quiere: si quiere te da bola y si quiere no”.

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Otro de los cuestionamientos entre los padres de los más chicos, para muchos de los cuales es la primera aproximación a la música, es el contenido de las letras que hablan sin tapujos de sexo, droga y otras cuestiones: “Tratamos de que escuchen lo que pueden y controlamos las letras. Nos preguntan qué dicen en las canciones que no entienden y tratamos de explicarles acorde a sus edades”, dice Matías Adriel, papá de Benjamín y Bautista, de cinco y siete años, respectivamente, que pasaron la tarde en Palermo.

En el país, el trap nació en plazas y 'riñas de gallo'. Destacan que es multicultural

Contacto directo. Para Lauría, “lo que antes sucedía con el rock en los bares, probablemente con este género sucede en las plazas. Empezaron allí, luego lo convirtieron en música y lo fueron subiendo a sus propias redes y canales. La clave es un contacto y un diálogo directo y genuino de artista a público”, asegura.

“Primero empecé escuchando rap, en la escuela escuchamos trap casi todos los días con mis amigos. A mi papá le gusta el trap pero a mi mamá no mucho, pero me dejaron venir”, cuenta ansioso Fermín, de 11 años, ya que es el primer recital de trap al que asiste, junto con su tío.

Yo vengo más de acompañante pero no me molesta, no lo sufro”, dice el tío, Mariano Echarri, de 37 años, que aunque no se considera fanático del ritmo aprovechó el festival para compartir un momento con su sobrino. Respecto del contenido de las letras opinó: “Creo que a los 13 de ahora ya no son tan niños, tienen bastante conocimiento incluso mucho más de lo que creemos los adultos; por eso es bueno acompañarlo”, agrega.

 


 

Nuevo lunfardo, ponele

El lenguaje de los adolescentes –con su impronta espasmódica de videoclip– no para de sorprendernos. Deberíamos prestarle atención y hacer el esfuerzo de entenderlo. “Ponele”. Se ha puesto de moda una palabra extraña, ajena en su construcción a la lengua española y, al parecer, de difícil definición: “skere”. La usó primero un cantante estadounidense (Lil Pump) y en la Argentina la difundió luego un cantante de trap (Duki). Deformación de la frase en inglés “Let’s get it” (‘consigámoslo’), “skere” se usa, en general, para indicar algo positivo: “Hoy es viernes. Skere”. Y, cuando se quiere decir que ese algo es muy positivo, se enfatiza la palabra por medio del alargamiento de las vocales: “skereee”.

Lo más interesante del caso, sin embargo, no es la palabra en sí, sino el gesto que la acompaña. En efecto, “skere” se suele pronunciar mientras se apoya el reverso de la mano derecha sobre la frente haciendo cuernitos con dos o tres dedos (¡hay variantes!) y con el pulgar abierto –lo que se ha dado en llamar “modo diablo”–. El ademán viene a significar (más o menos) que quien lo hace está con mucha energía. Es decir, a todo ritmo: “ATR”.

Algunos especialistas sugieren que, en la historia de la humanidad, los gestos constituyen el lenguaje primitivo, previo a la existencia del código hablado. Frente a ellos se espera de las palabras que tengan significados mucho más precisos e, incluso, más sofisticados. Por eso, la aparición de nuevas palabras con significación borrosa o de gestos muy poco definidos, al menos para los adultos, no puede dejar de resultar perturbadora. “Ahre”.

Sin embargo, nuestro mundo de palabras muy bien definidas desde el intelecto tampoco es un dechado de comunicación. A lo mejor –y esto es una mera conjetura– se avecina un tiempo de definiciones laxas que transmitan más transparentemente las emociones. Con palabras y con gestos, hasta es posible que las personas lleguen a entenderse mucho mejor que en el presente. Y eso tendría por fuerza que entusiasmarnos. “Skere”. “Modo diablo”. n

*Silvia Ramírez Gelbes. Lingüista. Dir. Posgrado en periodismo. Univ. de San Andrés.