SOCIEDAD
Un vestigio de la ltima glaciacin en la patagonia

El Glaciar San Rafael corre el riesgo de desaparecer

La imponente masa de hielo formada hace 30.000 años soporta el amenazante peso del calentamiento global. En el último medio siglo perdió 12 km de extensión y retrocede, en promedio, unos 100 metros lineales por año.

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| AFP

El viento gélido de la Patagonia chilena golpea la cara a medida que el barco se acerca hacia el Glaciar San Rafael, una enorme masa de hielo formada hace 30.000 años que soporta hoy el amenazante peso del calentamiento global.

En el último siglo el glaciar ha perdido 12 kilómetros de extensión según estudios de científicos chilenos, retroceso que en gran parte se debe al aumento de la temperatura de la Tierra, entre otros factores.

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El calentamiento acelera el desprendimiento de enormes témpanos que, ahora, flotan sobre las aguas de la Laguna San Rafael en la que termina el glaciar, convertido en una enorme pared de hielos que destellan tonos azules y turquesas según los reflejos de la luz del sol.

Surcando entre esas masas de hielo flotante, el barco Skorpios II lleno de turistas navega hasta detenerse a unos 500 metros al frente del glaciar, un imponente muro de hielo de dos kilómetros de largo.

Con chalecos salvavidas y arropados con abrigos muy gruesos, guantes y gorros, los asombrados visitantes se trasladan desde la motonave a una embarcación más pequeña, un bote a motor que los llevará al frente del glaciar.

El capitán del Skorpios II, Luis Kochifas, cuenta que él y su tripulación han tomado conciencia del retroceso del glaciar, y quieren transmitir esa preocupación a los miles de turistas que transportan cada año hasta el ventisquero, uno de los más exclusivos destinos turísticos del sur de Chile.

"Tratamos de que los turistas no sólo miren el glaciar y lo encuentren bonito, sino también de que tomen conciencia" de su retroceso, comenta Kochifas a la AFP.

El capitán cuenta que su equipo ha dejado marcas del límite del glaciar para que los turistas aprecien cuánto hielo se ha perdido. El primer hito, anotado sobre los cerros de la Cordillera de Los Andes que rodean la Laguna San Rafael, fue registrado en 1978. Hay otras marcas de los años 1982, 1985, 1989 y 2000. En estas semanas de la primavera austral, el límite del glaciar está unos 100 metros más atrás del último registro.

Por esa razón, cada vez que inicia un crucero a la Laguna San Rafael, Kochifas insiste ante los pasajeros que el calentamiento global "no es broma, es la realidad".

De 741 km2 de superficie, el glaciar San Rafael retrocede en promedio unos 100 metros lineales por año, según Kochifas, un marino descendiente de griegos avecindados en Chile que hicieron fortuna con el turismo a esta laguna patagónica.

"El San Rafael es un glaciar en sintonía con la mayoría de los glaciares de Chile, que están experimentando un fenómeno de retroceso", señaló a la AFP el glaciólogo Andrés Rivera, investigador del Centro de Estudios Científicos de la ciudad de Valdivia (sur).

Los glaciares "no están en equilibrio con las condiciones climáticas actuales", agregó el científico, explicando que las cambiantes condiciones del clima, sobre todo el aumento de la temperatura, dificultan la renovación de los hielos, proceso que se torna más lento que la caída de témpanos.

Otro aspecto que favorece el desprendimiento de las rocas de hielo es la profundidad de la laguna, que puede llegar a los 270 metros cerca de la pared del glaciar, sumergida entre esas aguas.

Para hacer frente a los tres grados Celsius de temperatura ambiente a los pies del ventisquero, los turistas beben un vaso de whisky con trozos de hielo milenario. Mientras se conmueven con el registro de su retroceso y el estremecedor sonido de los témpanos que se desprenden y caen con fuerza a la helada laguna, levantando olas y agitando el agua, que luce espesa con cientos de trozos más pequeños de hielo.

Tras dos horas de recorrido, el pequeño bote lleva a los turistas de regreso a la motonave. "¿Cómo podemos frenar esto nosotros?", pregunta Herman Kirst, un alemán de unos 70 años que mira fijamente la masa de hielo que va quedando atrás. "Qué triste, qué tremendo pensar que esto podría desaparecer algún día", comenta.