Este año, Claudia Testone, mamá de una nena de 5 años, decidió pasar sus vacaciones de invierno de forma distinta. “Armo talleres y actividades en casa para mi hija y las amigas, porque para mí es todo un problema salir a la calle con seis o siete nenas, hijas de otras personas, yendo a lugares atestados y movilizarnos en taxi o transporte público”, cuenta. “Prefiero prepararles cosas para hacer en casa; que vengan a almorzar y después hacemos talleres con tela que reciclo, arman vinchas, carteras; o pintan, lo que sea”.
Su caso es el de muchos padres para quienes las vacaciones de invierno equivalen a todo menos a descansar. Todo lo contrario: se estresan. La sobreoferta de actividades, la cantidad de tiempo libre de los hijos, la organización, los gastos, el trabajo. Los que pueden se toman unos días y organizan vacaciones para esas fechas, pero no todos pueden hacerlo. Y empiezan las exigencias: ir al teatro, al cine, al zoológico, a comprar; o al contrario: a estar todo el día viendo televisión, en la computadora, con reclamos que van desde el “qué hacemos” hasta el “me aburro”.
“Se entiende por estrés a todas aquellas circunstancias donde las cargas superan la capacidad de resistencia de la persona. Se llama estresor, cuando hay algo que te sobrecarga”, sostiene Daniel López Rosetti, jefe de servicio de medicina del estrés del Hospital de San Isidro. En ese contexto, explica que “las vacaciones con frecuencia resultan un elemento estresor. Porque salen del control y la regularidad, y la persona tiene que atender cuestiones habituales más las que se sobreimponen. La vida normatizada de la actividad escolar permite previsibilidad, cuando se sale de eso estamos frente a una sobrecarga”.
Por eso, es más factible que una persona se enferme o tenga picos de estrés ya sea en vacaciones o feriados que en días normales, donde trabaja, estudia o tiene una rutina planificada y estructurada. Además de vivir en sociedades donde las cargas emocionales y el estrés son factores que van creciendo, de la mano de la multiplicidad de actividades, ofertas, internet, la hiperconexión.
En ese contexto, es importante entender que las vacaciones deben ser pensadas como momentos para compartir, con cierta planificación, siempre y cuando ésta sea alcanzable y razonable. “No tratar de hacer todo”, sintetiza López Rosetti.
Tiempo libre. “Los padres se estresan porque no siempre pueden dejar sus actividades y tomarse vacaciones a la par de los hijos, y a eso se le suma el trabajo de planear el día para que los chicos no estén encerrados. Pero tampoco esta tan mal que se queden en casa y se aburran, porque al darle tiempo los llevamos a ser creativos”, explica por su parte Felisa Widder, médica pediatra y psicoanalista miembro de APA.
“Una buena forma de combatir esto es turnarse entre los padres como lo hacen durante el año para llevarlos al colegio: en este caso para ir al teatro, cine o juntarse en una casa”, agrega.
A Marina González, mamá de dos nenas de 8 y 5 años, la solución llegó por sugerencia de una conocida. Con las mamás de su colegio, contratan animadoras que organizan actividades con sus hijas y amigas, como armar coreografías, cocinar y hasta un spa de belleza. “Por $300 o $400 vienen a casa y organizan actividades por cuatro horas. Invitamos a siete u ocho compañeras del colegio y les hacen hacer coreografías y después cierran la tarde con un desfile. También hay spa de belleza o taller de horneado de galletitas. Están en una casa, es más seguro y hasta más barato que hacer cualquier programa en la calle”, cuenta.