SOCIEDAD
A UN AO DEL CRIMEN DE ANGELES

Habla el portero que reemplazó a Mangeri: “Me cuesta estar acá”

Fernando Camargo es el actual encargado del edificio de Ravignani 2360.

Presente. El recuerdo de “Mumi” en la pared del edificio que, desde su muerte, quedó a cargo de Fernando (izq.).
| Marcelo Silvestro

“Me cuesta mucho estar acá”, dice Fernando Camargo, el portero que reemplaza a Jorge Mangeri, hoy detenido en Ezeiza acusado de matar a Angeles Rawson. Su suplente explica que no es fácil estar en su lugar. Ocupa un puesto que quedó “manchado”, pero él trata de no pensar porque le “hace muy mal”. La casa donde vivía la adolescente asesinada sigue cerrada y con las persianas bajas. Los vecinos del edificio tampoco quieren hablar del tema. A un año del crimen de Angeles, continúa el dolor.

“No voy a hablar porque tengo que trabajar y esto me hace muy mal. Es remover algo muy feo”, dice a PERFIL Camargo, el portero que quedó a cargo del edificio de Ravignani 2360, en Palermo, tras la detención de Mangeri.

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Tal como estipula la Ley de Contrato de Trabajo, el acusado quedó suspendido en su puesto laboral y sin goce de sueldo. La administración espera la resolución del juicio para definir si lo despide con causa o si debe restituirle su empleo. Mientras tanto, Fernando continúa con la suplencia.

Camargo llegó a Ravignani 2360 cuando la familia de Angeles comenzaba la búsqueda desesperada de la adolescente de 16 años, el 10 de junio de 2013, y Mangeri –que era el encargado del edificio desde hacía más de diez años– había pedido licencia por una supuesta enfermedad.

Al día siguiente, el cuerpo sin vida de la chica fue encontrado por operarios de la Ceamse en la planta de José León Suárez. Tres días después, Mangeri dijo “fui yo” ante la fiscal María Paula Asaro y salió esposado de la fiscalía rumbo al penal de Ezeiza, en la madrugada del 15 de junio.
Desde entonces Fernando cubre el puesto vacante, aunque no vive en la portería del octavo piso, donde se sospecha que Mangeri podría haber asesinado a Angeles. Vive en otro edificio de la zona, donde también trabaja, y de la limpieza de Ravignani se encarga por la tarde.

Me cuesta mucho estar acá”, insiste Camargo mientras cierra la canilla después de llenar un balde con agua. “Le avisé a la administración y le dije que si venían periodistas no iba a poder trabajar porque me hace muy mal hablar”, aclara el portero suplente mientras mira el suelo, moja el trapo de piso y entra con el balde para terminar de limpiar el hall del edificio.

A un año del crimen de Angeles Rawson, las persianas de su casa siguen bajas. Allí el movimiento allí es casi nulo. Sólo el padrastro Sergio Opatowski regresó al departamento, pero de forma esporádica. Al parecer, no está en sus planes volver. Lo mismo ocurre en la portería desde que fue detenido Jorge Mangeri, el único acusado por el asesinato de la joven.

Su esposa, Diana Saettone, ya no ocupa el departamento del octavo piso. Según pudo saber PERFIL, la portería permanece cerrada por decisión del consorcio desde que la esposa del encargado abandonó el lugar para refugiarse en la casa de un familiar. Desde el sindicato de porteros, Suterh, confirmaron que la portería se encuentra cerrada desde octubre último, cuando se mudó la mujer.

El barrio también quedó convulsionado y el crimen de la adolescente es un tema que muchos no logran superar. “Antes había un 50 por ciento que creía en la inocencia de Jorge, pero ahora son muy pocos los que intentan sostenerla”, explica un vecino a este diario.

“Todavía no lo puedo creer porque, sacando lo que pasó, él era una gran persona y a cualquiera que le preguntes te va a decir eso. Mi mujer dice que es un perejil y tenemos discusiones por este tema, pero hay que aceptar que no lo es. Mi hijita lo extraña un montón, y le tuve que explicar que Jorge hizo algo malo y por eso se tuvo que ir”, confiesa un portero de la cuadra. Los vecinos del edificio prefieren callar por “respeto”. La que no hace silencio es una pintada en la pared lindera a la casa de la familia Rawson: “Angeles no murió”.