En Tolosa, el barrio donde la presidenta Cristina Fernández pasó su adolescencia y donde aún vive su madre, Ofelia Wilhelm, los vecinos se encuentran cara a cara en la vereda, se alientan y se ayudan entre sí. El escenario es el mismo de muchos barrios de La Plata: los autos embarrados, la ropa colgada de las rejas, los muebles en la vereda.
Las marcas de agua en las paredes dan cuenta de la altura que alcanzó, que en algunos casos llegó a un metro ochenta.
Muchas personas perdieron todo; el barrio fue uno de los más afectados por las inundaciones. Y muchas personas quedaron atrapadas en sus casas y murieron. “Mucha gente murió acá, el agua nos tapó”, dicen los vecinos.
A dos cuadras del Club San Martín -uno de los principales centros de asistencia de los damnificados- en la esquina de 7 y 525, Meneca, como le decían en el barrio, también murió dentro de su casa, de la que no pudo salir a tiempo. Tenía 80 años y vivía sola. Su cuerpo lo sacaron el jueves por la mañana.
En la misma manzana, tres vecinas charlaban en la calle, reviviendo lo que cada uno pasó la noche del martes. A algunas las había afectado, a otras no. Pero la preocupación era compartida. “¡También murió Nelly, no te puedo creer!”, exclamó una, cuando le contaron que la vecina de la otra esquina también quedó atrapada en su casa.
La sorpresa y la desazón les inundan las caras. A Nelly le decían cariñosamente “la señora de los perros”; tenía devoción por ellos y muchos vivían con ella. Un vecino recuerda: “Pensamos que se había ido a casa de una hermana, pero al día siguiente la llamamos y no contestaba, entonces vino Defensa Civil y Policía, y cuando entraron la encontraron ahí”, cuenta. Nelly vivía sola y también la encontraron el jueves.
A pocas cuadras de allí, sobre 523 bis y 8, vivía Aydeé. A sus 90 años habitaba sola en una casa de dos pisos. Aydeé no llegó a salir de su habitación cuando el agua la encontró y murió allí. Roque “Quito” De Rito, un vecino, fue a buscarla la misma noche de la tormenta, pero no logró sacarla. “Cuando llegué ya había fallecido, tenía los puños cerrados”, cuenta entre lágrimas al recordar ese momento. Dice que le costó entrar, y que lo hizo por el segundo piso, casi nadando. El agua había subido tanto que le llegaba a la altura del pecho.
“Yo pedía no encontrarla, que ya se hubiera ido, pero no pudo subir al segundo piso”, relata.
Las persianas del frente de la casa están completamente cerradas, como en el resto de las casas de las víctimas. Muchas vivían solas.