Sábado. Tres de la mañana. Un grupo de amigos se reúne. Dos botellas de vodka más tarde, Mariano sugiere probar una nueva forma de tomar alcohol, sobre la que leyó en Internet: “vodka eyeballing”. El ritual es sencillo, consiste en verter un shot de vodka directamente en el ojo. Mariano arenga a sus amigos, que no ofrecen demasiada resistencia. Uno, dos, tres, y adentro (del ojo). La idea es hacerlo todos al mismo tiempo. El desenlace es previsible; aplausos, risas, quejas de dolor que se entremezclan con gritos de entusiasmo. Los ojos lagrimean, arden. Pero no importa, hay que repetir el ritual. Una, dos, tres, hasta doce veces. El clima es festivo. Después de todo, es sábado a la noche.
Todo orificio es bueno. Parece que beber alcohol ya no es suficiente. Ahora, muchos jóvenes, en la Argentina y en el mundo, buscan un impacto más fuerte a través de medios “no orales” de consumirlo: los ojos y la nariz, directamente de las botellas o vasos, y la vagina o el ano, a través de tampones embebidos en vodka que, rápidamente, atraviesa las mucosas y envía el alcohol directamente al torrente sanguíneo. Esta práctica inclusive ya ha ganado su nombre de drink: “tampax on the rock”. Especialistas consultados por PERFIL coinciden en lo alarmantes que son estas formas de beber, que además de causar lesiones locales, producen altos niveles de intoxicación.
Mariano y sus amigos tienen 17 años y van a uno de los colegios más prestigiosos de zona norte. “La idea de eyeballing la tiré para probar, me daba intriga ver el efecto y los chicos se prendieron al toque”, cuenta.
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