El 27 de mayo del año pasado, un avión Beechkraft King Air B200, propiedad del empresario argentino Federico Bonomi –en el que murieron cinco personas, incluyendo el piloto Leandro Larriera, y otras cuatro quedaron heridas– cayó tras 15 minutos de vuelo en los alrededores de la localidad uruguaya de Carmelo. A diferencia del accidente ocurrido la semana pasada en Laguna del Sauce (Punta del Este), en la que un avión de similares características se estrelló por una aparente falla en las turbinas, aquí todo apuntaba al piloto.
Las conclusiones del informe que se dio a conocer el martes pasado parecen confirmar esa hipótesis: según el documento elaborado por la Comisión Investigadora de Accidentes e Incidentes de Aviación uruguaya (Ciaia), “se sugiere que el piloto consumió cocaína en las 24 horas antes de su fallecimiento”. El dato, aportado por el Departamento de Química y Toxicología del Instituto Técnico Forense de Montevideo, tomó por sorpresa a la familia del aviador argentino.
“Estamos muy sorprendidos y consternados por esos resultados. No estábamos preparados para recibir esta información. Más aún porque no tenemos la posibilidad de hacer una contraprueba, ya que los restos de Leandro fueron cremados, según era su deseo. Nos entregaron su cuerpo seis meses después del accidente y, durante ese lapso, nadie de la familia fue participado de las autopsias que se realizaron sobre su cuerpo”, afirmó a PERFIL, sin ocultar su bronca e impotencia, Carlos Lupiañez, primo de Larriera. Sus dichos cobran más relevancia porque él es piloto aerocomercial y desde hace más de 25 años compartía horas de trabajo y de vuelo con Larriera.
El informe de la Ciaia agrega que “se desconoce si la última dosis de cocaína fue acompañada por alcohol, pero sí ha existido un consumo simultáneo de alcohol y cocaína”.
“No me consta que Leandro hubiera consumido cocaína y alcohol antes del vuelo. Nunca sospechamos ni vimos actitudes extrañas en él a lo largo de su vida”. Según el familiar, el día del viaje el piloto había estado cuatro horas y media compartiendo un café con los pasajeros del vuelo y otros pilotos. “No hay nada oculto ni misterioso: lo mismo surge del relato de los pasajeros sobrevivientes. Una cosa es el error humano, pero otra es que le echen la culpa de todo”, retrucó Lupiañez. Según su relato, Larriera –casado, con cuatro hijos– no tenía personalidad depresiva ni conductas erráticas.
Antecedentes. Del informe se desprende que la caída de la avioneta fue producto “de fallas humanas y operacionales que incidieron en el desarrollo del accidente, donde la complacencia y el exceso de confianza jugaron un rol importante, motivados a su vez por la ingesta de sustancias prohibidas antes del vuelo por parte del piloto al mando”. Para los investigadores, Larriera “inició el vuelo bajo los efectos de sustancias que afectan directamente el juicio profesional para una adecuada toma de decisiones”.
Según el psiquiatra Harry Campos Cervera, “más allá del efecto euforizante y liberador que se puede producir en la ingesta de cocaína y alcohol, siempre queda un efecto residual por más que se hayan consumido 24 horas antes. Pero siempre depende de la asiduidad con la que se consumen estas sustancias”, explica.
“Acá no existen estadísticas públicas que digan a cuántos pilotos o controladores les fueron detectadas determinadas sustancias; lo cual sería interesante, porque cuando en una sociedad el consumo de drogas ilícitas se incrementa, se puede estimar que también lo hace en ámbitos laborales”, agrega Roberto Gómez, experto en seguridad operacional.