SOCIEDAD
VIOLENCIA EN EL FTBOL

La mediatización de la patota

La televisión hace milgaros con los barrabravas: Di Zeo se transforma en un organizador de eventos, El "Gordo" Valor en un hombre de familia y Cabrera es un muchacho bromista.

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El término “patota” proviene de la denominación rioplatense que, hacia mediados del siglo XVIII, recibieran ciertos grupos de marineros que agredían en pandilla y con inusitada violencia a quienes se interponían en su camino.

Desde entonces, el patotero es para los argentinos un icono de conducta antisocial. En su acepción popular, el patotero es un ser prepotente y cruel que utiliza la brutalidad y la amenaza para lograr por la fuerza lo que el derecho no le otorga. Es en definitiva un bandido que, a los ojos de la sociedad, está lejos de constituir un buen ejemplo.

¿Por qué es entonces habitual que algunos programas de la televisión vernácula retraten y festejen a los patoteros (delincuentes, barrabravas o incluso criminales condenados) como si se tratara de personajes simpáticos, más divertidos que peligrosos? ¿Por qué Rafael Di Zeo recibe un tratamiento mediático que lo proyecta como un carismático organizador de eventos cuando en realidad se comporta como el capanga de una fuerza de choque? ¿Por qué “El Gordo” Valor es presentado como un hombre de familia “con códigos” cuando en verdad se trata de un criminal con prontuario aterrador? ¿Por qué “Tractorcito” Cabrera es retratado como un buen muchacho bromista y soñador cuando sus condenas lo acreditan como un alevoso asaltante al por mayor?

Es desmoralizador observar cómo los que violan en forma sistemática las normas más elementales de convivencia y apego a la ley son exhibidos en la pequeña pantalla como incomprendidos humanistas que hasta se permiten dar consejos.

Está claro que, en las sociedades de masa, los ejemplos colectivos se construyen desde arriba hacia abajo. Es evidente que en dicho contexto los líderes políticos, sindicales y deportivos están llamados a cumplir una función modélica principal e inexcusable. Sin embargo, resulta crucial que la televisión, la usina informativa más consultada hoy por el cuerpo social, no priorice el golpe de efecto en desmedro de los verdaderos modelos y conductas a imitar.

Un país es antes que nada un proyecto común. Y el todo requiere que cada una de sus partes cumpla con sus deberes y obligaciones. Sea la televisión una ventana o un espejo de la sociedad, su responsabilidad es la de transmitir valores y experiencias que aporten a la construcción de una nación equilibrada, pacífica y civilizada.

Si, como consecuencia de la distorsión audiovisual, el violento es emprendedor, el ladrón es bondadoso, el prófugo es solidario y el golpeador es una víctima, los argentinos como proyecto común habremos dado un paso decidido hacia el desastre.