Si alguien asumiese la tarea de recopilar la historia de los países en materia de política ambiental, ésta sería bastante corta. Empezaría, quizás, alrededor de 20 años atrás, cuando términos como “efecto invernadero” o “cambio climático” salieron del ámbito científico e ingresaron de manera lenta pero segura al vocabulario popular.
En esta historia ambiental, habría buenos y malos, con Estados Unidos siempre entre éstos últimos y un puesto asegurado en el “top 5” de países que más contaminan y que son más reticentes a adoptar políticas amigables con la salud del planeta. Pero eso, dice el argentino Osvaldo Sala, está a punto de cambiar.
Sala se desempeña actualmente como profesor y director de la Iniciativa para el Estudio del Cambio Ambiental de la prestigiosa Universidad de Brown. “Después de las elecciones de noviembre, el rol de Estados Unidos va a cambiar radicalmente”, asegura quien es considerado todo un referente internacional en la materia.
“Va a pasar de ser un país que arrastra los pies y se hace el tonto a ser un líder en las cuestiones que tienen que ver con el medio ambiente”, enfatiza este ingeniero agrónomo, recibido en 1973 en la Universidad de Buenos Aires y que luego se especializó en ecología y biología.
La afirmación sorprende, pero tiene una explicación para nada inocente. No es que de un día para el otro los políticos se hayan vuelto sensibles a la problemática del cambio climático, sino que hay varios actores en el ambiente político que tienen razones para querer reducir las emisiones de dióxido de carbono.
”Por un lado, están los ambientalistas que quieren reducir el problema del cambio climático. Al Gore (ex vicepresidente de los EE.UU., ecologista y reciente Premio Nobel de la Paz), entre ellos”, cuenta Sala. “Y por otro, está la gente a quien no le importa en lo más mínimo el cambio climático, pero sí le importa la seguridad nacional y no quiere que Estados Unidos sea altamente dependiente de las importaciones de petróleo”, explica.
Tanto John McCain, el candidato republicano, como Barack Obama, quien se convirtió el martes en el contendiente por el partido demócrata, “están proponiendo cambios fundamentales con respecto a la administración Bush”.
Ambos proponen, con diferencias mínimas, la aplicación de un sistema denominado “cap and trade” (tope y trueque), que consiste en asignar a los emisores techos para sus emisiones y luego permitirles comercializarlas libremente en el mercado.
“Lo que está claro es que Estados Unidos va a cambiar muy rápidamente su política energética”, explica Sala. “No hay una solución única: tendrá que ser una mezcla de energía eólica, energía solar, un poco de biocombustibles, un poco de conservación, etc.”.
Un camino más sabio. Aunque todos los esfuerzos para frenar el cambio climático son extremadamente necesarios, una parte importante del daño ya está hecho y es irreversible. Sin embargo, dice Sala, los países en vías de desarrollo -la Argentina entre ellos- todavía tienen la chance de elegir un camino distinto.
“Los países en vías de desarrollo tienen una oportunidad única: deben encontrar un camino para el desarrollo que no necesariamente repita lo que hicieron los países desarrollados. La humanidad tiene que haber aprendido algo”, asegura, bastante optimista, este especialista ambiental.
“Estados Unidos y Europa se desarrollaron deforestando, quemando combustibles fósiles… Nosotros no tenemos esa opción porque si todos los países en vías de desarrollo eligen ese camino, nos quedamos sin planeta”, agrega, convencido de que “tenemos que encontrar maneras más sabias”.
La tarea no es nada fácil. Sobre todo porque los gobiernos de los países más pobres, ahorcados por los problemas de la coyuntura, hacen lo posible por solucionar los desafíos del cortísimo plazo y no les queda tiempo para pensar en los problemas que generan en el mediano plazo.
”Es verdad. Pero los países en vías de desarrollo no van a poder concentrarse solamente en sus problemas porque los temas globales se les van a meter por la puerta sin pedir permiso”, asegura Sala. “La nafta en la Argentina sale 4 pesos el litro y eso tiene que ver con la demanda global y el crecimiento en China”.
El desafío, dice, es saber ver la oportunidad en el problema. “La Argentina puede vender biocombustibles, puede vender conservación, puede intentar aprovechar el contexto a su favor”, explica. Pero para eso, no cabe duda, hay que prestar muchísima atención.
(*) Redactora de Perfil.com