El 13 de marzo el mundo estaba expectante ante el humo blanco que salía de lo más alto de la Capilla Sixtina. 115 cardenales se habían puesto de acuerdo en la cuarta votación para elegir al sucesor de Benedicto XVI, quien había renunciado meses atrás al sentirse incapaz de “llevar el ministerio con la fuerza física y el espíritu que lo requiera".
Varios nombres circulaban entre los principales candidatos, incluso no se descartaba la posibilidad de que el argentino Leonardo Sandri fuera el nuevo papa.
Fue entonces cuando el cardenal protodiácono, el francés Jean Louis Tauran, proclamó desde el balcón de la Basílica de San Pedro la famosa frase en latín "Anuntio vobis gaudium, habemus Papam" ("Os anuncio una gran alegría, tenemos Papa"), con la que reveló al mundo el nombre del 266º sumo pontífice ante 1.200 millones de católicos: Jorge Mario Bergoglio quien eligió el nombre Francisco para presidir el gobierno de la Santa sede en honor a Francisco de Asís.
A partir de entonces Francisco comenzó a instalar una nueva corriente dentro del Vaticano llena de austeridad, sencillez y diálogo. El primer gesto ocurrió en el balcón de la basílica de San Pedro, cuando apareció vestido de blanco, sin los ornamentos con los que tradicionalmente se presenta a un nuevo papa, tomó el micrófono y deseó "buenas noches y buen reposo" a todo el mundo.
“Cómo me gustaría una Iglesia pobre y para los pobres”, fue una de sus frases más célebres que pronunció apenas tres días después de asumir. Para ese entonces, Francisco ya representaba a una Iglesia diferente.
En cada presentación pública, el Papa argentino rompe la barrera invisible, tradicional en el papado, para acercarse al público. Varias son las fotos que lo muestran rodeado de niños, jóvenes, ancianos y enfermos que esperan su bendición.
“En vez de ser un papa de ortodoxia clásica, me parece que dio vuelta el concepto diciendo bueno, todos somos pecadores, todos podemos ingresar a la Iglesia, mostrando un discurso de apertura y de inclusión”, señaló Marcelo Larraquy, periodista y autor del libro Recen por Él sobre el Papa Francisco, en una entrevista con Perfil.com.
Contra la corrupción. Una de más medidas más importantes que lleva adelante el papa Francisco y que lo reafirma como la renovación de la Curia, es su constante lucha contra la corrupción del Vaticano que reinó durante muchos años. A finales del mes de junio, el papa creó una comisión de cinco miembros para que investigue el Instituto para las Obras de Religión (IOR), el Banco Vaticano, cuestionado desde hace décadas por posibles maniobras de lavado de dinero.
Apenas unos días después, el 1 de julio, dos directores del Banco del Vaticano renunciaron.
“Más allá del discurso y de la actitud tiene una visión más colegiada de gobierno, el lo que hace es que todos los cardenales exteriores que participaron del cónclave y que reclamaban reformas al Vaticano están en distintas comisiones para impulsar esas reformas de las finanzas, de la administración del patrimonio de la Iglesia”, señaló Larraquy y agregó: ”Obviamente que va a llevar tiempo pero se muestra él como un hombre de gobierno decidido a realizar esta reforma de la Curia”.
Con apenas nueve meses de gobierno, Francisco logró convertirse en el personaje del año no sólo para los grandes medios del mundo sino también en las redes sociales del planeta. Es que aquel miércoles el 13 de marzo, lejos de ser un día más, nacía la leyenda del papa Francisco.