En una sala de un jardín de infantes, una nena juega con una torre hecha con cubos de tamaños dispares, pero de un mismo color. Aprende, así, a distinguir elementos a partir de sus dimensiones, y no de una secuencia de colores. Las formas geométricas, las texturas, las letras: todo sirve a la hora de estimular la mente de un chico.
El ejemplo sirve para ilustrar un tipo de educación que los padres eligen cada vez más para sus hijos. Aquellos colegios que presentan pedagogías “no tradicionales”, donde buscan el desarrollo autodidacta, con tiempos que se adaptan al alumno –y no al revés–, para que puedan “absorber” los temas por sí mismos, sin que sean “instalados”. Las pedagogías Montessori y Waldorf son, tal vez, los ejemplos más reconocidos, pero no las únicas.
El fenómeno en ascenso de este tipo de escuelas se da en el contexto de un crecimiento que las matrículas de las escuelas privadas han tenido sobre las públicas. Según datos del Ministerio de Educación, en los últimos diez años, miles de familias optaron por cambiar los guardapolvos blancos de sus hijos por los uniformes que sirven de distintivo a cada establecimiento. Los paros docentes, el ausentismo y las tomas de los alumnos son algunos impedimentos que la escuela pública viene sufriendo, que hicieron que las matrículas de las privadas aumentaran el 20%, mientras las de las públicas no alcanzan ni la mitad.
Valeria Cavallo es directora del Olivos Montessori School, donde asisten chicos de entre 2 y 5 años. “La gente busca una educación distinta, acá recibimos consultas todo el tiempo, a lo largo de todo el año”, cuenta. La pedagogía Montessori viene de Italia y sostiene que cada niño marca su propio ritmo para aprender, por lo que se debe respetar esos tiempos. El material con el que trabajan se prepara a partir de una intensa observación sobre los comportamientos de los chicos, y “se respeta a cada uno el interés en ese momento”, agrega Cavallo. Así, aprenden a partir de la exploración que ellos mismos hagan.
Quienes opten por una pedagogía Waldorf –proveniente de Alemania– saben que sus hijos tendrán una actividad artística y artesanal muy intensa. También, que la participación de los padres en la vida escolar demandará un compromiso mayor. Y si bien las materias que se toman son las mismas, se presentan de forma totalmente distinta. Entre las actividades académicas que los chicos pueden tener, además, se cuentan por ejemplo clases de música, alemán e inglés, plástica, huerta, natación, carpintería. El crecimiento en las matrículas, aseguran, se siente año a año.
A su vez, muchas escuelas adaptan sus programas tradicionales para abarcar todas las necesidades de los chicos, y notan, a partir de esto, el interés. “Hace cinco años venimos creciendo 10%”, sostienen desde el Instituto Grilli Montegrande, donde los chicos tienen la opción de desarrollarse con materias especiales como ajedrez, arte, teatro, música y folclore. Cuando se estableció la Asignación Universal por Hijo, pensaron que los padres se inclinarían por las escuelas públicas y perderían alumnos, pero siguieron creciendo. Los padres resignan la asignación para pagar la cuota, explican.
Y si bien no se trata de un tipo de educación formal, el método Kumon (como método de estudio complementario al alumno que va a la escuela) también presenta un crecimiento con los años, a ritmo acelerado. Daniel Ganon cuenta con una sucursal y asegura que anualmente crece el 10% su matrícula. Proveniente de Japón, Kumon se dirige a aquellos alumnos que necesiten perfeccionarse en Matemática y Lengua, desarrollando un programa paralelo que luego transfiere al propio que ven en la escuela. Lo importante, dice Ganon, es que los chicos puedan incorporar los contenidos de forma independiente. Que sean “autoinstructivos”.