Gregorio Ríos es un militar retirado y comandaba la custodia de un empresario muy poderoso. Fue preso como instigador del homicidio de un periodista.
Quedó acreditado que, para asesinar a José Luis Cabezas, Ríos contó con la ayuda de cuatro policías bonaerenses en funciones, que uno de ellos contrató a cuatro maleantes comunes y que "liberaron la zona" para trabajar sin interferencias durante la madrugada del 25 de enero de 1997.
La tarea, en esas condiciones, resultó tan sencilla como aterradora. Cabezas fue perseguido durante días, secuestrado, golpeado, baleado dos veces en la nuca e incinerado dentro de su auto en un descampado. Ni siquiera se pretendió robarle nada. Sólo se trataba de terminar con él. Y con lo que él representaba.
En síntesis, fue un homicidio cometido con toda la fuerza del Estado. ¿O una comisaría y sus agentes no son la representación de la fuerza del Estado en el lugar donde les toca actuar?
Hoy, que está tan de moda hablar de crímenes de lesa humanidad, valdría la pena preguntarse por qué los altos funcionarios que adscriben a esa teoría la admiten sólo para juzgar la actuación de los militares en los '70.
Gregorio Ríos no está en libertad condicional. En libertad condicional estamos todos los que no mandamos a matar a nadie.
* Secretario general de redacción del Diario Perfil.