SOCIEDAD
funcionan en los livings de casas particulares

Librerías a puertas cerradas: un paraíso para lectores curiosos

Venden ejemplares raros, buscan títulos difíciles de encontrar, manejan catálogos de editoriales independientes y hasta organizan cenas con autores de culto. Sus clientes destacan el trato personalizado. Galería de fotos

Pionera. Mi Casa, en Villa Crespo, tiene 3.500 títulos y trabaja con
| Marcelo Aballay

En un antiguo PH de Villa Crespo, luego de atravesar un largo pasillo, un living y una pequeña escalera en forma de caracol, se llega a un entrepiso que alberga más de tres mil libros nuevos, ordenados por género, autor y editorial. Esa pequeña habitación es Mi Casa, la primera librería “a puertas cerradas” que se inauguró en Buenos Aires y que impulsó un modelo que prolifera en el circuito literario porteño.

Según su creadora, Nurit Kasztelan, la idea fue tomando forma “en medio de una crisis”, cuando decidió dejar su trabajo de economista y dedicarse a su otra pasión: los libros. “Siempre fui buena vendedora y pasional con lo que me gusta. Cuando empecé, iba con bolsas de un lado a otro y tenía que ganarme la confianza de las editoriales para que empezaran a darme sus libros”, explica. Hoy se volvió un negocio, en el que más de 200 editoriales independientes –del país e internacionales– le dan sus novedades en consignación para que ella publique en su catálogo online y recomiende a los clientes, que arreglan un horario para ir. “Soy una librera ‘a la antigua’, guío al lector”, señala. Y esa dedicación es justamente la que buscan sus habitués. “Hay una experiencia de diálogo e intercambio totalmente distinta a la de comprar en las grandes librerías, que es casi un trámite. En general, me dejo sorprender por lo que me recomiendan”, dice Ana Catania, que una vez por mes hace su pedido y va personalmente a buscarlo. Hernán Ronsino, por su lado, va en busca de “lo nuevo, lo difícil de conseguir, que no se ve en otras partes”.

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En un segundo piso de San Telmo funciona, de igual manera, A Cien Metros de la Orilla. “La librería es chiquita, porque yo busqué que fuera un espacio íntimo. Si tuviera muchos libros no sabría lo que estoy vendiendo. Acá se va construyendo un vínculo con los que vienen”, afirma Natalia Romero, dueña de la casa donde ofrece talleres de literatura y poesía. En Colegiales, Los Libros del Vendaval, de Silvia Aristimuño, se especializa en libros-álbum, de imágenes y texto. Y en su vivienda de Palermo, a una cuadra de Plaza Italia, Adriana Morán lleva adelante La Vaca Mariposa. Allí, además de vender en sus estantes más de mil libros de 150 editoriales, organiza cenas literarias con un máximo de diez comensales, y autores de culto como Selva Almada y Washington Cucurto. “Acá hay que salir a buscar a los clientes. El boca a boca es fundamental”, dice.

Puente. Para los emprendimientos editoriales, que crecieron más en los últimos años (ver aparte), las librerías a puertas cerradas son clave por el vínculo estrecho entre el librero y los clientes. “Para nosotros son un punto de venta privilegiado, una experiencia de compra muy diferente que a la vez genera más lecturas”, dice a PERFIL Iván Moiseeff, de Clase Turista, especializada en literatura latinoamericana, terror y ciencia ficción. Los lectores acuden a estos puntos en busca de títulos “raros”, que no se consiguen en los circuitos tradicionales. “Muchos de los clientes son los mismos escritores, poetas y dramaturgos, que a su vez envían a sus alumnos. También hay muchas personas que vienen del exterior, que se enteran por las redes, o que buscan material para tesis. Es un perfil de lector más curioso”, concluye Kasztelan.