Primero fueron las canillas de cerveza, en medio del boom de las cervecerías artesanales. Luego, llegó el vino servido en dispensers que permiten elegir variedades y cantidades por copa. Y ahora, la última tendencia son los draught bars, que ya son furor en Nueva York y Londres, y permiten nada menos que servir cócteles ya preparados, con la misma calidad y sabor de uno hecho en el momento, de canillas de acero montadas sobre una barra.
En Palermo, acaba de abrir el primero en Buenos Aires que ofrece esa posibilidad: “Nuestra propuesta busca innovar desde el servicio. Que puedas pedir un trago, tenerlo en menos de un minuto y que su sabor no cambie sin importar quién lo sirva cada día”, explica Sebastián Cirrincione, socio de Santos Vega.
Entre los tragos que ofrecen, los más originales son el Irish Shepherd (que lleva espumante), el Tullamore Dew (con cerveza de jengibre y Aperol) o el Ron Fashioned, una vuelta del clásico trago pero con ron flor de caña y bitter.
Aunque son fórmulas estándar, el cliente puede elegir tanto el destilado que prefiere como la decoración final del trago. “Detrás de cada receta hay una fórmula exacta y cada semana se elabora una producción limitada, bajo el estricto control del jefe de barra”, agrega Cirrincione.
Prejuicios. “Al principio la gente del circuito coctelero nos miraba de reojo. Pero les dimos para probar un trago hecho a mano y de canilla, y no notaron diferencias”, asegura el socio.
Para Fede Cuco, formador de bartenders, esta nueva tendencia “es válida. A nivel económico, acorta los tiempos de preparación. De todos modos, muchos lugares ya usan tragos premixeados, y quedan muy pocas barras de coctelería clásica pura. Estamos en tiempos de cerveza y tragos ‘listos para tomar’. La modalidad draught podría llegar a ser el futuro”.