Adoran atesorar cosas, se enamoran de cualquier objeto y desean inmediatamente obtenerlo. Hacer compras en shoppings, negocios al paso, supermercados y hasta por teléfono o Internet es una acción recurrente, pero resulta todo un desafío para los compradores compulsivos. Y el festival de promociones, cuotas y ofertas ampliamente publicitadas por las empresas en la Web agrava su situación.
Según estimaciones de la ONG Red Sanar, especializada en la temática y que cuenta setenta sedes en todo el país, el 6% de la población argentina está afectada o recibe atención por padecer ésta patología, y el 80% son mujeres, la mayoría de entre 20 y 45 años.
“Es como una droga. Llega un momento en que cada vez necesitás comprar más para poder sentirte mejor. Evitaba pensar en que mi trabajo no me gustaba y olvidarme por un rato de que no pude terminar mi carrera universitaria”, contó Luciana Favot, quien hace dos años está en tratamiento psiquiátrico. La patología consiste en un afán incontrolado por adquirir bienes que sacian un estado de ansiedad, con la falsa esperanza de que con la compra sea ansiedad desaparecerá. La falta de control de impulsos es el factor principal que conduce al individuo a comprar sin freno.
“Cuando tomé conciencia de lo que me estaba pasando, me di cuenta que entraba a los negocios y sacaba cosas de los percheros sin medírmelas siquiera. Todavía hoy, después de dos años, encuentro en mi placard artículos que ni sabía que estaban. Y sigo en el Veraz como ‘incobrable’ por la deuda de la tarjeta de crédito”, dijo Luciana, que está medicada pero que cada vez se siente más cerca de superar su problema.
El doctor Roberto Re, médico especialista en psiquiatría, director y fundador de la Red Sanar, explicó que se debe trabajar reorientando los impulsos y las acciones irracionales. “La persona debe encontrar un nuevo significado de la vida, de las relaciones personales, los vínculos familiares, para evitar que surja la urgencia de acapararse con objetos. Lamentablemente un acto, como es la compra, no agota el deseo. Esta patología consume a la persona y a su sistema mental, además de provocar un agotamiento económico porque se termina gastando un dinero que no se tiene”, detalló.
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