Los chicos, sobre todo los más pequeños, exploran el mundo a través de sus sentidos. Y cocinar les da la posibilidad de usar la vista, el oído, el olfato, el tacto y el gusto; además de interactuar con el entorno. Con ese concepto en mente, el cocinero Gustavo Teruel abrió este año Lila, una escuela de minichefs, pensada para chicos de 2 a 13 años, donde busca enseñarles hábitos de alimentación saludable, jugando.
“Me dedico a trabajar con chicos porque disfruto mucho cocinar con ellos. El año pasado empecé organizando talleres de cocina para chicos de 2 a 4 años, en mi casa, los fines de semana, y la verdad es que tuvieron muy buena repercusión. Entonces armé un programa, para que no fueran solo clases sueltas, con un cronograma de recetas, y así fui armando la escuela como un objetivo en sí mismo”, cuenta Teruel, que a veces va a las clases acompañado de su hija Matilda, de tres años y medio, que hace de asistente.
Mientras daba los talleres en su casa, además de ver cómo interactuaban los chicos y sus familias con las clases de cocina, los ingredientes y las recetas, empezó a planificar lo que sería la escuela, para lo que adaptó las alturas de las mesas y planificó los tiempos de las clases, para que alcancen para aprender recetas y jugar e improvisar. La elección del nombre estuvo ligado justamente a esa idea. Lila es el juego de la creación y el amor.
La combinación entre el aprendizaje y lo lúdico, sobre todo con los más chiquitos, es la clave
La combinación entre el aprendizaje y lo lúdico, sobre todo con los más chiquitos, es la clave. Por eso, cada semana cuando aprenden una receta nueva, la combinan con juegos, música e improvisación.
Los grupos son de diez chicos como máximo, y se dividen por edades: están los más chiquitos, de 2 a 4 años; de 5 a 7 y de 8 a 13. Al final de cada clase, que dura una hora y media, todos pueden probar lo que cocinaron y compartirlo.
“Para ellos el juego es fundamental, y los más chicos absorben todo. Se desenvuelven muy bien en la cocina, aunque no estén acostumbrados a hacerlo en sus casas. Se sienten cómodos porque aprenden jugando y pueden ensuciarse. Mi objetivo es transmitirles una alimentación saludable, variada, en la que usen todos los ingredientes, y no siempre los mismos. Es impresionante ver cómo empiezan a conocer cada uno siendo tan chicos y luego los asocian”, cuenta.
"Mi objetivo es transmitirles una alimentación saludable, variada, en la que usen todos los ingredientes, y no siempre los mismos"
Los papás acompañan a los chicos a las clases, aunque la idea es que no participen. Mariela Catania, mamá de Nina, de dos años, cuenta que lo que más le gusta a su hija es batir y amasar. Además de hablar y participar en cada receta nueva, y compartir con los otros chicos. “Ella todavía no va al jardín, así que esta es casi su única actividad donde socializa con otros chicos. Ahora va a empezar a ir a la tarde, pero me gustaría que siga con las clases”, cuenta su mamá.
“En mi casa se cocina y se come todo muy sano, y a ella desde que es muy chiquita la integro cuando cocino; hacemos galletitas, jugamos con la masa. Me interesa todo lo relacionado a cocina y la alimentación saludable, por eso también la llevé a la escuela, a ver si le interesaba y la pasó muy bien. Cuando volvió les contó a todos que había otras nenas en el taller, qué cocinaba, y después hicimos las recetas que aprendió en casa”, agrega.
Algunas de las recetas que aprendieron, cuenta, fueron grisines con harina integral; muffins con harina de garbanzos, y pastas con berenjenas, entre otras. En cada una, Teruel les explica qué es cada ingrediente y los estimula a aprender jugando. “Son cosas que quizás otros chicos no conocen y ellos las van incorporando. Están en una edad que preguntan todo, así que quieren saber qué es cada cosa, cómo se come, y lo mejor es que después se lo llevan a su casa y lo adoptan como un hábito”.
"Están en una edad que preguntan todo, así que quieren saber qué es cada cosa, cómo se come, y lo mejor es que después se lo llevan a su casa y lo adoptan como un hábito”
Método. Para enseñarles a cocinar, Teruel se basa en el método de la “no prohibición”, más conocido como el Baby Led Weaning (BLW), un tipo de alimentación autorregulada por los propios bebés, “libre de papillas”. “Significa que regulan ellos mismos lo que van a ingerir. Los padres se lo ofrecen y el bebé elige qué y cuándo comer. Empieza con la etapa de alimentación complementaria, a partir de los seis meses, cuando ya tienen interés por la comida, se pueden mantener sentados y tienen reflejo de exclusión”, explica. Además de incorporar los hábitos del BLW a sus clases, da talleres específicos sobre el tema.
“Las bases de la escuela son las mismas; a los chicos se los deja tocar los ingredientes, jugar y ensuciarse para que se familiaricen con los alimentos, y para que no recurran siempre a los mismos, las galletitas o los caramelos, por ejemplo. Y todo, siempre sobre la base de la no prohibición”, agrega.