El 1 de noviembre de 1896, la revista National Geographic publicó por primera vez en su historia editorial, y también en la historia de la prensa gráfica estadounidense, los pechos desnudos de una mujer. No se trataba de una mujer estadounidense sino de una aborigen africana, una joven de la tribu Zulu del área de Witwatersrand.
La foto, el atrevimiento y el relativo escándalo se hicieron popularmente conocidos en Estados Unidos como la imagen de “La novia y el novio zulúes” y aparecieron en la nota titulada “Witwatersrand y la revuelta de los Uitlanders”.
Tres años antes de que estallara la Guerra Boer en Transvaal (actual Sudáfrica), el geólogo estadounidense George F. Becker, especialista en metales preciosos durante la Fiebre del Oro en Estados Unidos y autor del artículo de National Geographic, merodeaba e investigaba por ahí, en la tierra Zulú.
Becker, miembro del Servicio Geológico de los Estados Unidos, describió el lugar con los guantes blancos que se esperaba de un hombre de ciencias. Sin embargo, su publicación no fue el informe que podía esperarse de un especialista de la industria del oro sino el de un sociólogo describiendo la carroña que ya estaba socialmente aceptada en Sudáfrica.
National Geographic en Estados Unidos
“El suelo es moderadamente fértil y, hasta hace 15 años, el país no se consideraba apropiado para nada, excepto para una ocupación pastoril”, describía crudamente.
La región de Witwatersrand, vecina de Johannesburgo, se esparcía sobre las estribaciones de un macizo del paleozoico, rico en historia y pobre en fósiles. Sin embargo, toda la región era una mina de oro y carbón única en ese país, sobre todo en las regiones entonces conocidas como Main Reef y Lower Cape.
Cuando los descendientes de los primeros ocupantes europeos, los bóers, se dieron cuenta, comenzó el conflicto con los “extranjeros” ("Uitlanders", en idioma afrikaans), todos los que asomaban con ganas de enriquecerse de la noche a la mañana. Es decir, África también tuvo una guerra del oro, pero no fue en el Far West sino en el Far Southeast.
Cuando National Geographic fue con sus cámaras a ver qué estaba sucediendo en el Transvaal, hacía ya diez meses que el mundo hablaba de la guerra civil al sur del continente africano, sobre todo los británicos.
La riqueza aurífera de la tierra Zulu se había descubierto apenas unos años antes, en 1885 y se explotaba desde 1887.
Eso hizo que Johannesburgo, la ciudad más importante del distrito –en manos de bóers- creciera a una velocidad increíble, para albergar “51.225 blancos y 51.849 personas de color”, pero vendiendo terrenos a cualquier precio, cobrando impuestos caros, manejando el transporte a su voluntad, con corrupción, y sin brindar agua ni electricidad a los habitantes. Con todo, la ciudad se llenó de inmigrantes, los Uitlanders y para los locales fue una segunda invasión británica.
“Mientras en los Estados Unidos hay una simpatía general por los anglosajones que se arman por sus derechos, nosotros como Republicanos, también simpatizamos con la República de Sudáfrica en el empeño de que mantenga su independencia”, proclamaba el autor haciendo gala de una postura editorial.
Y dedica párrafos y párrafos a desentrañar la cronología de los odios y recelos que hasta entonces se demostraron los británicos, los Boers, los “holandeses” e incluso los Zulu, por cuyas venas circulaba desde añtaño un espíritu guerrero sin par.
Se vio en todo Estados Unidos
Sin embargo, en toda esta historia, como deja ver el artículo, los Zulu ya no cortaban ni pinchaban. Las escasas imágenes de la publicación -que al día de hoy suma el mayor archivo fotográfico del mundo- se centran más en el conflicto en torno a la codicia aurífera en esta tierra que, a ojos foráneos, era de unos salvajes semidesnudos que seguían ausentes en su micromundo, mientras los extranjeros se sacaban los ojos entre sí.
Pero la imagen al desnudo del novio y la novia Zulú tomados de la mano fue impactante y más de lo que hubiera deseado ver por entonces la pacatería decimonónica de los Estados Unidos.
Tres años después de la publicación de este artículo, en 1899, la tierra Zulú fue el escenario de una guerra civil por la negativa del gobierno bóer frente a la tenaz insistencia británica en que se permitiera votar a los Uitlanders: la mayoría era británica. El presidente Paul Kruger, descendiente bóer se los impedía con leyes que los dejaban afuera (el voto sólo se permitía a los extranjeros con menos de 40 años de edad y 14 años de residencia en el Transvaal).
En 1896, la industria minera explotaba un área que no era mayor que el distrito de Columbia y ese año produjo US$ 40 millones en oro, pero se calculaba entonces que las minas llegarían a rendir US$ 3.500 millones al año. Había mucho en juego y todos los depredadores se sacaban los ojos.
En 1902, el Transvaal se convirtió en una colonia británica y todos sus pobladores, del color y origen que fueren, en súbditos británicos.También los Zulú.
Su último rey independiente había sido Cetshwayo, ya preso británico y sin corona desde 1879. A partir de ese momento, los Zulú que no se aliaron con los bóers para resistir, se replegaron en el sinfín de sus tradiciones más recónditas.
Los Zulú hoy y en tiempos de National Geographic
Hoy, los Zulú son el mayor grupo étnico de Sudáfrica: suman 11 millones de habitantes y la mayoría de ellos vive en la provincia sudafricana de KwaZulu-Natal. Su lengua es idioma oficial de la nación sudafricana y lo habla la mitad de la población.
En esta sociedad patriarcal, la virginidad prematrimonial sigue siendo un valor supremo antes del matrimonio, que se hace efectivo con una dote, un regalo a la familia de la novia, generalmente algunas cabezas de ganado.
De todos modos, es socialmente aceptado que las muchachas vistan polleras cortas y muestren sus pechos cuando llegan a la edad de merecer. También regalan collares y adornos de cuentas de colores, hechos por ellas mismas, como parte del cortejo amoroso, para demostrarle a un adolescente que él les gusta.
Y, desde la perspectiva masculina, cuantos más collares tenga un varón, mayor es su prestigio viril en la comunidad.
Los hombres, por su parte, tienen una educación guerrera desde que cumplen cinco años de edad. Aprenden a luchar con palos, una práctica habitual que les sirve para demostrar que pueden defenderse, ser buenos cazadores y –por extensión- amantes sumamente viriles.
El objetivo social de las mujeres es el matrimonio, pero en realidad su rol es muy amplio e intenso: son las agricultoras de la comunidad; cortan la leña y recolectan agua potable; limpian, cocinan y lavan; cuidan su hogar y también crían a sus hijos; y “en los ratos libres”, cosen la ropa para toda su familia.
Cuando están casadas o ya son más maduras, el ruedo de la falda de las mujeres va descendiendo, incluso por debajo de la rodilla.
En ninguna edad, las mujeres resignan la coquetería y muestran sus habilidades artesanales con adornos en la cabeza, el pecho, los tobillos, la pollera de cuero e incluso un delantal. En definitiva, las mujeres son un objeto del deseo siempre vigente, ya que si bien la poligamia está prohibica en la tierra Zulú, es socialmente aceptada la práctica despareja de que los hombres sí puedan tener varias mujeres.