Hay quienes piensan ¿Qué más quieren? Ya basta de tanto #niunamenos, violencia vivimos todos. Lo escuchamos en muchos lugares, con distintas personas, tanto mujeres como hombres, de distintas edades cuando hablamos de desigualdad y violencia de género.
Para ser honesta, cuando más me motiva participar y plantear esta conversación es cuando hay mujeres y hombres jóvenes, porque resulta esperable que la conversación sobre violencia de género con ellos se dé en otros términos, en otro plano. Pienso que están más informados acerca de desigualdad entre hombres y mujeres, de la violencia. Pienso que ellos ya han desnaturalizado lo que para otros es natural, y que la conversación va a tratar de reafirmar conceptos que para ellos no son lejanos.
Sin embargo, eso no sucede, o no como lo imaginaba. Ellos también repiten esas ideas y consignas que escucho en los más adultos, lo que lleva a cuestionarme: ¿Por qué espero esto? Si lo cierto es que como parte de esta sociedad, los jóvenes viven en lo cotidiano modelos de socialización que siguen reproduciendo estereotipos que representan desigualdad y violencia, que marcan la cancha para unas y para otros en términos diferentes.
Pareciera que se nos alienta por igual, pero siguen diciéndonos esto es para vos y esto no, profundizando asimetrías entre unas y otros. Y esa es la punta del ovillo para comenzar la conversación, porque creo que uno de los caminos, -con certeza no el único-, es poder conversar y, en ese encuentro, poder invitar a construir una mirada que de-construya lo que nos dicen, lo que nos muestran, lo que creemos, lo que se espera.
Cuando pienso cómo hablar con los jóvenes acerca de cómo prevenir la violencia en el noviazgo, me encuentro necesariamente recordando la conversación anterior, pensando que somos hombres y mujeres, parte de una sociedad que en sí misma nos trasmite asimetrías; y que pretendemos que los jóvenes desanden ese camino, únicamente señalando aquello que “es” y “no es” amor. Pero esa es solo una parte, que necesariamente requiere de ampliar la discusión a cómo nos percibimos, nos relacionamos y nos respetamos.
Hoy la realidad de violencia contra las mujeres en Argentina tiene cifras y, por sobre todo, tiene nombres y apellidos, que nos interpelan en la toma de conciencia sobre nuestro rol en poder cambiar esta realidad. Cada vez está más latente la noción de que “puede pasarle a cualquiera de nosotras”, que no tiene que ver con nuestras conductas individuales, sino con lo que representamos como género femenino, y es ahí donde es clave el trabajo con mujeres y hombres jóvenes.
Muchas veces bajo el paraguas de “lo naturalizado” asistimos a la negación de pensar cómo cambiar esta realidad y hablar de la necesidad de construcción de una igualdad real de derechos y oportunidades para hombres y mujeres. Cada encuentro supone una oportunidad, pero es importante que eso no suceda solo cerca de una efeméride y que después se diluya el tema. ¿Sirve entonces una charla con jóvenes sobre Violencia contra las Mujeres? Sí. La pregunta que sigue es ¿Alcanza? No. Allí las instituciones tienen una responsabilidad clave. Cumplir con la efeméride, sí. También elegir transitar el camino en la construcción de una conversación sostenida en el tiempo, sincera, plural y por sobre todas las cosas en clave de equidad.
No somos iguales es una de las primeras respuestas que surge cuando alguien afirma ante un auditorio, tanto de hombres como de mujeres, que trabaja para construir la igualdad. La tarea difícil comienza ahí, en el esfuerzo de visualizar cómo la asimetría tiñe todo cuanto vemos, oímos y, lo más difícil: mucho de lo que creemos. De la forma en que respondamos a ese “No somos iguales” va a depender que muchas mujeres y hombres se sumen a la conversación de la construcción de la igualdad, como camino de respeto, reconocimiento mutuo, igualdad real de derechos y oportunidades y, por sobre todas la cosas, de una vida libre de violencia.
* Responsable del Programa Alza la Voz contra la Violencia de Género de Fundación AVON