Las noticias acerca del reto de la “Ballena Azul” inundaron los medios de comunicación en 2016 y 2017. Se trataba de planteaba una serie de desafíos, donde el último era el suicidio. Poco a poco, el “juego” comenzó a propagarse y cobrarse víctimas, incluso en Argentina. Philipp Budeikin, un estudiante ruso de psicología, se proclamó como creador del reto y explicó que lo hizo para incitar a las personas “débiles de mente” al suicidio. Ante la confesión, las autoridades de su país lo condenaron a 3 años y 4 meses de prisión, tras comprobar que estuvo detrás de la muerte de 17 adolescentes.
Durante este año, las noticias las ocupa el desafío conocido como “Momo”, que tiene una mecánica similar: propone una serie de pruebas y se propagó mediante mensajes de Whatsapp. En el país, las autoridades investigan si este fue el desencadenante de la muerte de una chica de 12 años de Ingeniero Maschwitz, quien se suicidó al colgarse de un árbol en el fondo de su vivienda el pasado 25 de julio. También lo vinculan al caso de un nene de 11 años oriundo de la localidad neuquina de Zapala, que se ahorcó tres días después con un cinturón y fue hallado sin vida por su abuelo.
La Licenciada en Psicología y directora del Centro Psicoeducar, Elizabeth González Montaner, explicó en diálogo con PERFIL qué deben hacer los padres pueden estar atentos ante las señales que les dan sus hijos. Asimismo, alerta sobre la importancia que hay que darle a los trastornos mentales y también, la de acudir a un profesional a tiempo.
—¿Cuáles son las características por las cuales un chico o adolescente puede entrar en la moda de los "desafíos virales"?
—En general se da cuando hay un niño o un adolescente que está más vulnerable psicológicamente por distintas causas. Este tiende aislarse y a tomar modas y modelos sociales de vinculación virtuales. Por eso, lo que siempre hay que tratar de hacer desde el lado de la familia es acompañar más que prohibir. En algún caso específico, seguramente ese niño que se mata estaba en un proceso de ideación suicida y tuvo la oportunidad y tuvo una guía de cómo hacerlo. La ideación suicida está presente desde los tres y cuatro años en una persona dispuesta a tenerla.
—¿Qué dispone a un chico a la ideación suicida?
—Generalmente es un trastorno del ánimo. Siempre la idea de 'querer matarse' o de 'no querer estar vivo' refiere a un trastorno psicológico/psiquiátrico, porque no es algo esperable para nuestra especie ni para la idea de permanecer en la vida; porque en realidad lo natural, aquello que no es trastorno, es querer preservar la vida. Es decir, estamos biológicamente armados, supuestamente, para preservarnos pero existen algunas personas con disposición cerebral/mental a la ideación suicida (la mente es producto del cerebro con la influencia ambiental, familiar y de las circunstancias de traumatización que pudiera haber tenido). Ahora si esa idea suicida además se combina con un juego de esa naturaleza, con una guía explícita de cómo concretar un suicidio, existe más probabilidad de que se termina concretando el suicidio.
—¿Qué deben hacer los padres?
—El primer consejo es prestar atención cada vez que un niño, o una persona no necesariamente menor, expresa una idea de no querer estar vivo. A veces la persona dice ‘quisiera estar muerto’ o ‘quisiera no existir’; cualquier forma de expresión en el lenguaje o de actos, por ejemplo cruzar la calle sin fijarse si vienen autos, puede estar refiriendo a una ideación suicida y por ello hay que tomarla con seriedad y hacer una consulta a un profesional de la salud mental, porque esa persona algo está diciendo. Algunos padres pueden pensar que su hijo quiere llamar la atención, que quiere lograr algo, pero no hay posibilidad de que alguien diga eso para manipular.
—¿Cuál es el rol de la familia?
—Es importante que la familia esté atenta a qué ven los chicos: ver las búsquedas que hacen, conversar sobre los juegos y los videos que miran, conversar con ellos; sacar el tema si éste implica peligrosidad porque nunca lo aconsejable es no hablar. Lo que deben hacer también es acudir a un especialista porque seguramente se les va a ir de las manos la situación, pero sin retar, porque no es el decirle ‘mirá que la próxima vez que te vea con el juego…’. Eso no es disciplinar ni educar, es acompañar al despliegue del trastorno que está gestándose porque uno no retaría a un hijo por tener fiebre, pero las familias tienden a retar las conductas psicológicas. La calidad y la presencia de los padres tiene que estar siempre, porque vivimos en una sociedad en la que en general se trabaja muchísimas horas pero cuando uno pueda hay que conectarse con el otro a nivel familiar, es fundamental. Que los papás estén atentos en poder acompañar en lo que sienten los hijos, el vacío, el dolor, es fundamental. En todas las circunstancias hay una multicausalidad en donde se van dando situaciones biológicas, psicológicas del momento, de dinámica familiar y de historia de vida, todo confluye y esa persona resuelve quitarse la vida y que tal vez sin esta ayuda de Internet no lo hubiera hecho.
—¿Los chicos dan señales con su comportamiento de que pueden querer poner fin a su vida?
—Sí, y hay que atenderlas. En algunos casos puede que sea sólo un decir, porque a veces uno puede decir ‘me quiero matar porque se me rompió algo’, y no necesariamente se quiere matar. La familia tiene que estar atenta y si no puede dilucidar muy bien lo que estaría pasando en la mente del niño, hay que acompañarlo a hacer una evaluación psicológica porque eso amortiguaría que no pasara y que no quedaran atrapados en un modelo de desafío viral. A veces los chicos lo expresan muy suave y sutil, o lo escriben o se lo dicen a un amigo o lo escriben en un estado de Whatsapp y hay que estar atento a eso sin retar sino acompañando y diciendo ‘esta idea no está buena, no te hace bien, vamos a ayudarte’. Si uno lo reta o le prohíbe lo complica, el pensamiento no se puede prohibir entonces la persona sigue pensando en eso, y la desesperación de los padres ante una situación así es tratar de intervenir con un reto porque no se le ocurre muy bien qué hacer.
—¿Qué pasa con los padres que, por vergüenza quizás, no asumen que su hijo puede tener esta ideación?
—Esto no los tiene que avergonzar porque los trastornos mentales no deben avergonzarnos. Generalmente hay una sensación de vergüenza, de culpabilidad sobre la idea de ‘mi hijo tiene una idea suicida’. El adulto puede hacer una consulta tal vez antes de hablar con el hijo, siempre el profesional de la salud mental va a poder asesorarlos para no cometer errores porque cuando uno oculta información y no resuelve, ahí empieza a dejar que suceda algo así. El gran desafío como sociedad es comprender que las problemáticas mentales tienen las misma entidad que las médicas y que no son avergonzantes.
—¿Es consciente el chico de lo que hace cuando se involucra en este desafío viral?
—En ningún momento esto es una decisión que involucre conciencia sino que forma parte de la patología, de un problema mental. Así como el que consume una droga de algún lado sabe que no está bueno lo que está haciendo pero igual lo hace. Algo de conciencia tiene la persona, algo pero no tanto como para detener esa conducta. Por eso la indicación central es prestar atención ante lo que se llama gesto suicida, que puede ser que alguien diga ‘me voy a tirar por el balcón’ o ‘no me importa que me pise un auto’. O bien en la adolescencia cuando dicen ‘voy a tomar hasta que me muera’.
—Estos desafíos afectan individuos que en general no superan los 20 años ¿Por qué?
—Particularmente considero que es una cuestión más que nada del acceso que tienen la población infanto juvenil a nivel tecnológico. La afectación psíquica de querer matarse afecta de 3 hasta los 99 años, desde el momento en que la persona comienza a pensar puede querer matarse, siempre puede estar la idea pero siempre refiere a un trastorno mental, es decir que no hay ninguna idea suicida que sea sana. A veces hay personas que dicen, ‘se le murió toda la familia’ o ‘viene de la guerra’; pero hay personas que les ha pasado un montón de cosas en la vida, un montón de traumatizaciones y sin embargo no quieren matarse. Entonces hay algo que tiene que ver con un trastorno mental que generalmente es un trastorno del ánimo. Ahora, ¿por qué las víctimas tienen 11, 15 y no 40 años? y seguramente por su cercanía en edad de acceso a la tecnología, es mucho más fácil el modelo de usar un recurso que esté presente en Internet, en tecnología. Creo que es más por un tema de edad, es posible que un adulto va a referir su ideación suicida a otra forma de hacerse daño, pero porque generacionalmente no siente tanta conexión con lo tecnológico.
De eso no se habla(ba). Dentro de las familias en general y en la sociedad contemporánea, el tema 'suicidio' es aún un tema tabú. Por intentar preservar a los demás, o por vergüenza misma de no querer reconocer que un familiar tomó la decisión de dejar trunca su vida, de ese hecho no se habla. En ese sentido, González Montaner indica la importancia de saber si hay algún antecedente en la familia: "A veces los suicidios en la familia se ocultan, por ejemplo el suicidio de un bisabuelo se tapa, no se cuenta y ese es otro drama porque uno cuenta que el abuelo tenía colesterol o hipertensión, ¿por qué no va a contar que se suicidó?. Hay que contarlo porque se puede tener un bisnieto con ideación suicida y esa información como antecedente puede aportar a la elaboración diagnóstica".
Recomendaciones para los padres:
- Tomar con seriedad lo que expresan los chicos, ya sea de modo verbal o con sus acciones
- No retarlos, sino más bien acompañarlos
- Estar atentos a las búsquedas que hacen en Internet
- Conversar sobre los juegos y videos que miran
- Pedir ayuda a un profesional