Grietas en las paredes, humedad, cerámicos que se caen, pisos de madera levantados y una lista de amenities prometidas que no están son sólo algunas de las fallas que descubren uno de cada tres propietarios de departamentos a estrenar poco tiempo después de mudarse.
Así lo afirma la Asociación Civil de Defensa del Consumidor de Bienes y Servicios para la Propiedad Horizontal (Adeproh). El problema, que afecta sobre todo a propiedades de gama media, es común a todo el país, pero es más notorio en la Ciudad porque más del 27% del total de m2 edificados en todas las provincias desde 2007 se realizaron en la Capital, según Reporte Inmobiliario.
Eduardo Casais, representante del Consejo Profesional de Arquitectura y Urbanismo, concuerda con las estadísticas de Adeproh, pero advierte que es posible que el porcentaje sea “aún mayor, porque algunos vicios surgen al poco tiempo pero otros pueden tardar varios años”.
“Generalmente, los defectos son causados por el uso de materiales inadecuados con el fin de reducir costos”, aclara Mercedes García, presidenta de Adeproh. Casais concuerda con el diagnóstico, pero también atribuye parte de las fallas a la caída en la calidad de la mano de obra: “Como hubo mucho tiempo en que la actividad estuvo paralizada, se fueron perdiendo los trabajadores calificados, y hoy quedan muy pocos. Con el boom de la construcción de los últimos años, ahora no hay suficientes y los buenos son caros”.
La ley marca que, a partir de que se descubre un defecto, hay sesenta días para reclamar. “Parece mucho, pero es muy usual que el tiempo se pase porque, como el administrador fue puesto por el constructor, a través del reglamento de co-propiedad, dilata el trámite hasta que ya es demasiado tarde”, señala la titular de Adeproh. Esa es la situación en la que se encuentra gran parte de los afectados que, finalmente, termina dependiendo de la voluntad del constructor para llegar a un acuerdo.
El abogado Daniel Butlow, experto en derecho de la construcción y miembro del Consejo Vitalicio de la Federación Panamericana de Asociaciones de Arquitectos, considera que parte del problema se debe a que quedan pocas empresas con trayectoria dedicadas al rubro. “Ahora, para hacer un edificio se juntan cuatro o cinco inversores y crean una sociedad anónima que se disuelve al finalizarlo. No les importa el prestigio como a las constructoras tradicionales, por eso no tienen inconveniente en bajar la calidad de los materiales o contratar personal poco calificado: total, después los arreglos probablemente los pague otro”, apunta.