El acontecimiento definitivo de la Modernidad lleva el nombre de Auschwitz. La Segunda Guerra Mundial es el punto de llegada de un mundo que colapsaba en sus prácticas sociales, en sus identidades y en la relación con todos aquellos pueblos y comunidades que no habían podido ser acomodadas en los modernos compartimentos de lo nacional.
La racionalidad moderna llegaba a su máxima radicalidad destructiva con la maquinaria de exterminio nazi y daba cuenta, finalmente, que la razón humana quedaba del lado de la muerte. Sin embargo, también fue un punto de partida que se levantaba sobre las ya desfasadas guerras tradicionales y las identidades únicas y excluyentes. Bajo los escombros quedaron enterradas las grandes teorías sociales y filosóficas, así como también los fundamentos del mundo moderno, de la humanidad y del tan preciado tesoro de la razón y el bien común. Auschwitz es humano, demasiado humano.
Mucho se ha a hablado en las últimas semanas de la exitosa miniserie de Netflix Poco Ortodoxa (Unorthodox) que ha revolucionado nuestros tiempos de cuarentena y encierro. Ante la sorpresa general y hasta de la propia plataforma, la historia de Esty (Esther) y su lucha por salir de la comunidad ultraortodoxa judía de Williamsburg ha escalado los rankings y ganado fanáticos y comentaristas en todo el continente.
¿Por qué? Muy bien no lo sabemos, pero si podemos aportar algunos elementos que lo expliquen, sabiendo que ninguno de ellos por separado hubiese sido la causa de su éxito: el confinamiento social que nos ha transformado en altos consumidores de estos productos, la belleza y sensibilidad de las imágenes, las tremendas actuaciones de sus protagonistas (especialmente de Shira Haas quien ya había dado cuenta de esto con su entrañable Ruchami en otra serie hermanada a esta que fue Shtisel), el trasfondo de basarse en la biografía de Deborah Feldman y dando cuenta que fue una parte de su realidad y, por sobre todas las cosas, que se trata de una historia de redención, de empoderamiento, de incomodidad y libertad en el contexto de un grupo judío poco conocido hasta para los propios judíos.
Esty pertenece a la comunidad de Satmer, un grupo ultraortodoxo judío originario del reino de Hungría y de una dinastía jasídica, el movimiento judío aparecido entre el siglo XVII y XVIII sobre la figura del Baal Shem Tov, rabino revolucionario en sus prácticas y especialmente en darle una nueva vida a las comunidades judías de Europa del Este que se encontraban en una situación de opresión y pobreza a través de una práctica ritual centrada en la alegría, el baile, el canto y la conexión con Dios. Una tradición mística y mesiánica que al mismo tiempo se aferraba fuertemente al cumplimiento y la práctica de la Ley judía.
La Segunda Guerra Mundial y la Shoá arrasaron con la vida judía en Europa y en especial con este grupo. Y este es el elemento particular que no podemos pasar por alto al ver la serie, ya que aparece muy fuertemente en el desarrollo de sus capítulos.
En primer lugar, de alguna manera explica la posición antisionista de esta comunidad, ya que considera que el sionismo, así como también el moderno Estado nacional de Israel, son parte de una ideología política y secularizada construida por judíos asimilados.
En segundo lugar, esto también explica la continuidad de la utilización del idish en sus vidas cotidianas, aquella lengua judía ashkenazí de las comunidades del Este de Europa que también fue arrasada, primero, por el nazismo y luego, segundo, por la política global de instalar el hebreo como lengua nacional judía.
Y en tercer lugar, porque Esty se escapa nada más y nada menos que hacia Berlín, cuna del mal radical que destruyó lo que habían alguna vez habían sido. Todos estos elemento nos hacen comprender también una de las escenas más dramáticas de la serie, cuando ese interesantísimo personaje que es Moishe, el primo del marido, le dice a la nueva Esty que vivir en Alemania es como dormir sobre la tumba de los seis millones de almas judías exterminadas en el Holocausto.
Auschwitz es el símbolo radical del malestar moderno y secular frente al diferente, al inasimilable, al anormal. Por ello se transforma en un personaje más, tan importante como los otros, de esta formidable historia que es Poco Ortodoxa.
CFE / DS