Sarmiento creía que la educación era el resorte del progreso. Arrancar al pueblo de su estado de ignorancia, de barbarie, para alcanzar el brillante futuro deparado por el destino fue uno de sus más fuertes impulsos.
La máquina cultural de alfabetización, productora de ciudadanos y, en definitiva, creadora de la cultura de masas, arribó en el año 1884 con la Ley de Educación Pública 1420: Sarmiento murió cuatro años después.
La ley significó el acceso a la cultura letrada para una inmensa cantidad de ciudadanos, en especial para la población que había migrado desde Europa (a fines del siglo XIX más de la mitad de la población era inmigrante).
El maestro del aula fue concejal, senador, director de escuelas, militar y presidente (1868-1874). Sin embargo, uno de sus aportes más polémicos fue el análisis de la Argentina expuesto en su libro Civilización o Barbarie- Vida de Juan Facundo Quiroga, escrito en pleno exilio chileno en 1845. Autobiografía y estudio sociológico, delineó dos matrices para pensar el proyecto nacional: la civilización o la barbarie.
Sarmiento, al ocuparse de Quiroga, explica: “He creído explicar la revolución argentina con la biografía de Juan Facundo Quiroga, porque creo que él explica suficientemente una de las tendencias, una de las fases diversas que luchan en el seno de aquella sociedad singular”.
Dos fuerzas contrapuestas: civilización y barbarie, interceptadas en la figura del caudillo rebelde. La civilización encarnaba, por un lado, el estilo de vida urbano, las artes, el comercio, las escuelas, las leyes y el gobierno. Tiempo después, el Martín Fierro ( de José Hernández) y Juan Moreira (de Eduardo Gutiérrez) rotaron el eje de la ‘barbarie’; el gaucho pasó a ser parte de la verdadera identidad nacional como una estrategia defensiva por parte de los intelectuales de la generación del 80, ante la agitación provocada por la ola inmigratoria. Fierro, el gaucho rebelde, regresaba en “La vuelta” como un gaucho trabajador. Y así, colorín colorado, lo que era bárbaro se volvió civilizado.
Al 11 de septiembre de 2006, preguntarse acerca de la civilización y la barbarie en la educación obliga a tomar en cuenta que el 21 por ciento de los docentes necesita un trabajo adicional al magisterio para poder sobrevivir. El espíritu sarmientino flaquea, además, cuando el 47 por ciento de los mismos prefiere dejar de dar clase y ejercer cualquier otra actividad dentro del ámbito educativo siempre y cuando se pueda abandonar las tareas con el alumnado, ésas entre otras deficiencias forman el contexto educativo.
¿Quién representa hoy a la ‘barbarie’? ¿Aquellos que son responsables por el presupuesto docente?, ¿los ciudadanos? o ¿los niños en edad escolar? La tarea más ardua, quizá, sea la de entrever en este difuso presente qué modelo de civilización nos rige y en qué medida podemos servirnos de la educación para construir un proyecto de nación a largo plazo.