SOCIEDAD
madres contra el narcotrafico

“Tendremos que rezar para no ser las próximas”

Tres mujeres que pelean contra el crimen organizado en Rosario se sienten desprotegidas tras el crimen de Norma Bustos, que denunció a los narcos que mataron a su hijo. Galería de fotos

Unidas. Norma Castaño (izq:), Betina Zubeldía (cen.) y Adriana Abaca (der.), madres que denunciaron el accionar narco.
| Francisco Ruifernandez

El miedo es un sentimiento que distintas madres intentaron dejar de lado para poder poner fin al narcotráfico en los barrios de Santa Fe. Pero ahora el temor las invadió. El jueves pasado se conoció la noticia de que una mujer rosarina que se había enfrentado a ellos para esclarecer el crimen de su único hijo fue acribillada en el interior de su kiosco. “Ahora tendremos que rezar para no ser las próximas mamás asesinadas por estos tipos”, se lamentan las mujeres, miembros de la ONG Madres Solidarias, quienes también denunciaron a narcos.

Norma Castaño, Betina Zubeldía y Adriana Abaca coinciden en que con el asesinato de Norma Bustos (53) se “pasó un límite”. “Creemos que fue un mensaje directo para nosotras, para que dejemos de investigar y denunciarlos”, se lamenta, en diálogo con PERFIL, Castaño, quien denunció a bandas que operaban en la ciudad de Santa Fe y al ex jefe de la Policía santafesina, Hugo Tognoli, por presuntos vínculos con estas bandas.

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Por su parte, Zubeldía considera que “es terrible lo que pasó”, porque “ahora matan a las denunciantes”. “Tenemos mucho miedo y no nos sentimos protegidas. A Norma nadie la cuidó; dejaron que la mataran”, opinó quien alertó sobre la venta de droga en la localidad de Pérez, al oeste de Rosario.

En tanto, Abaca afirma que “los narcos se mueven con mucha impunidad y nadie hace nada”. Ella también denunció el narcotráfico en el barrio rosarino de Cametsa. “Que yo siga viva es sólo una cuestión de suerte, y es lamentable”, destaca.

Betina, Norma y Adriana tienen custodia en su casa, pero nadie las cuida cuando están en la calle. Estas mujeres conviven con amenazas y aprietes por su labor: en junio, la familia de Abaca fue atacada a piedrazos en la puerta de su casa. Su hijo terminó con el brazo quebrado.

Zubeldía denunció a narcos que le proveían droga a su hijo: así, le incendiaron un auto y un negocio, y balearon el frente de la casa de sus padres.

Castaña sufrió el secuestro de su hijo para esa misma época, luego de denunciar el funcionamiento de un búnker.

El caso. El jueves pasado por la mañana sonó el timbre en el kiosco que funcionaba en la casa de Norma Bustos, en el barrio La Tablada, al sur de Rosario. Dos personas que habían llegado en moto le pidieron cigarrillos, y cuando la mujer regresó con el recado le pegaron un tiro en la cara, otro en el cuello y el último en el tórax. Norma murió en su negocio.

El calvario de Norma había comenzado en 2008, cuando decidió llamar al diario La Capital para denunciar que en su barrio se estaba instalando la violencia producto del accionar de bandas de narcotraficantes. El 27 de enero de 2013, todo empeoró: su único hijo, Lucas Espina, fue asesinado cuando tomaba cerveza con amigos en una plaza.

“Norma estaba muy involucrada en la búsqueda y el aporte de pruebas para esclarecer el crimen de su hijo. En la investigación por esta causa, ella había hecho referencia a bandas con actividad narco”, destacaron a PERFIL fuentes del caso. “En principio no se descarta ninguna hipótesis, pero habría indicios que nos permiten pensar que no se trató de un robo”, confiaron.

El trabajo de Norma dio resultado y los hermanos Milton y José Damario fueron procesados en marzo pasado como coautores del asesinato de Espina. Además, Milton está detenido como sospechoso de haber ejecutado a tiros a Claudio “Pájaro” Cantero, sindicado como líder de Los Monos.

Norma sentía que su vida pendía de un hilo, pero estaba convencida de que su única motivación era esclarecer el crimen de Lucas. “A mí no me importa que me maten, si yo ya lo perdí todo. Me mataron a mi hijo, se murió mi marido, ¿qué más me pueden sacar? Yo estoy vacía”, dijo tras el procesamiento a la prensa local, y agregó: “Pero quiero que los que mataron a mi hijo se pudran en la cárcel. Si el infierno existe, yo vivo en el infierno desde que me mataron a mi hijo”.