Londres, The Guardian- Para algunos, la fobia al trabajo implica un poco más que querer quedarse en la cama el lunes a la mañana.
Según los estimados de la Organización Mind, más de 10 millones de personas en el Reino Unidos sufren de fobias y, para algunos de ellos, esto significa enfrentarse a sus miedos todos los días en la oficina.
¿Qué van a pensar tus compañeros? ¿Cómo evitar la fobia pero conservar tu empleo?
No todas las fobias son tan específicas como se piensa.
Obviamente, si tenés vértigo, trabajar en el piso 30 de un rascacielos no va a ser fácil. Y si sos claustrofóbico, probablemente tengas que dejar el ascensor y subir por las escaleras. Pero una fobia puede responder a cualquier objeto o situación, y algunas de ellas son complejas y difíciles de definir.
La mayoría de las fobias de oficina tienden a tener algo en común: el miedo a lo que otra gente piensa de nosotros.
“De lejos, la fobia más común en el trabajo es la fobia social”, dice el preofesor Robert Edelmann, de la National Phobics Society. “Es imposible trabajar en una oficina y no interactuar con la gente. Si sufrís una fobia social, probablemente se manifieste en el trabajo”.
Pero, ¿una fobia social implica que esconderse en la esquina y tener miedo de hablar con la gente?
“Una fobia social puede manifestarse de muchas maneras distintas”, dice Edelmann. “Puede provocar sonrojamiento intenso, no querer almorzar frente a los compañeros o evitar reuniones después del trabajo. Podés odiar hablar en público o en una reunión”.
Anna Lancaster se identifica con todos estos síntomas. Trabaja en una revista y dice sufrir una ansiedad irracional frente a una reunión en la oficina, especialmente si se espera que ella contribuya. “Durante la última presentación me temblaba la voz, me puse roja y sentía náuseas”, relata.
Probablemente muchos de nosotros sintamos un nudo en el estómago ante la posibilidad de hablar en público, pero, ¿cuándo se convierte en una fobia?.
“Es perfectamente normal tener miedos pero l a forma en que los manejamos es la que define si se trata de una fobia o no”, explica Edelmann. “Si tenés miedo de hacer presentaciones pero las hacés igual, entonces tu miedo no es una fobia. Si las evitás y, por ejemplo, llamás para decir que estás enfermo, entonces el miedo puede haber escalado hasta una fobia”.
Para alguna gente, una fobia social puede resultar en la necesidad de dejar el trabajo. Clara Edge, de 23 años, ya dejó 2 trabajos por la ansiedad que sufría en la oficina. “Cuando tenía 17 tenía un trabajo de telemarketer. El primer día me sentí muy nerviosa y paranoica con respecto a lo que la gente pensaba de mí”, cuenta. “Si alguien me preguntaba algo, me reía de nervios. En el almuerzo, me fui a casa y nunca volví. Lo mismo me pasó en mi segundo trabajo, 3 meses después”.
Para los que sufren como Edge, un jefe comprensivo puede significar una diferencia considerable. “El tema de las enfermedades mentales es un tabú en el trabajo. Si hubiese podido hablarlo con mi jefe, probablemente no me hubiese ido”, reflexiona.
La forma de pensar parece ser la diferencia entre una persona con miedos y una persona fóbica. “Pensar positivamente es la clave. Si te parece que vas a quedar como un estúpido en una reunión, entonces te estás preparando para fracasar. Pero si pensar positivamente no te ayuda, entonces consultá con un médico”, aconseja Edelmann.
Edge coincide: “Empecé a ir a un grupo de auto-ayuda y me reuní con otros fóbicos. Me di cuenta de que mucha gente sufre de fobias y de que no era tan rara después de todo. Si sufrís una fobia en el trabajo, acordáte que no estás solo. Probablemente haya otra persona en tu oficina, que sufre igual que vos”.