Ciudad de México - El elegante abrigo de piel tiene un orificio de bala. Miguel Caballero enseña orgulloso el modelo de su nueva colección. Por dentro está intacto. El propio Caballero disparó con una pistola desde corta distancia a uno de sus empleados con fines demostrativos.
"A él ni siquiera se le hizo un moretón", dice. Para adquirir un traje en la lujosa boutique de Caballero en Ciudad de México hay que concertar una entrevista. Los precios de las prendas blindadas no están al alcance de cualquier mortal: una chaqueta cuesta 2.000 dólares.
Hace un año el empresario colombiano, que tiene entre sus clientes a presidentes, empresarios, jeques árabes, príncipes y estrellas de rap, abrió una tienda en el barrio de Polanco de Ciudad de México, similar a la que tiene en Bogotá.
La demanda es enorme. "La gente aquí quiere protegerse cada vez más y más. Hay muchos automóviles blindados, numerosos secuestros, altos niveles de criminalidad y muchos ricos", afirma entusiasmado.
Un mercado ideal para su moda repelente al plomo. Sacos, abrigos, hasta camisetas y blusas son a prueba de balas. El secreto está en el interior de la prenda. El blindaje invisible y flexible es una invención de Caballero. Hasta los 12 mm aguanta cualquier calibre, asegura. Y aun así el tejido es liviano.
Los chalecos, por ejemplo, sólo pesan un kilogramo, cuando los chalecos antibala convencionales son casi cinco veces más pesados.
Caballero reveló que en estos días estaba confeccionando prendas para el rey de Jordania. El presidente de México, Felipe Calderón, le encargó 34 prendas. El príncipe Felipe de España compró para él y su esposa, la princesa Letizia. Y a Hugo Chávez, el presidente de Venezuela, Caballero le envió dos camisas blindadas en rojo rabioso a Caracas.
En la página de internet del diseñador colombiano los miembros del " Club de Sobrevivientes" elogian la calidad de las prendas. " Puedo blindar todo", presume el inventor. " Lo más absurdo fue una cobija. La encargaron unos ecuatorianos que querían cubrirse para dormir". Hasta blindó una Biblia y la sotana de un sacerdote colombiano.
Colombia, México, Argentina, con altos índices de asaltos y asesinatos, son algunos de los países en los que Caballero vende sus prendas. La idea del negocio le surgió hace 14 años, cuando era estudiante de diseño industrial y textil y vio al guardaespaldas de una compañera transpirar a más no poder dentro de un chaleco antibalas de cinco kilos, que muchas veces prefería dejar en su automóvil.
Cuando creó su empresa en Bogotá tenía cuatro empleados. Ahora son 130. Su colección tiene 300 modelos y los diseñadores de moda siguen desarrollando nuevas ideas. El año pasado Caballero facturó cinco millones de dólares. Este año calcula que será mucho más.