Jorge Bergoglio se mostró siempre a favor de la Justicia, y hasta manifestó sentir “vergüenza” frente a los casos más emblemáticos de abuso sexual y corrupción de menores que sacudieron a la Iglesia en los últimos años.
En septiembre de 2002, y siendo vicepresidente segundo del Episcopado, enfrentó el escándalo sexual más grave que se recuerde, y que provocó la renuncia de monseñor Edgardo Gabriel Storni, por entonces arzobispo de Santa Fe. Bergoglio reivindicó el accionar de la Justicia diciendo: “Hay una causa en la Justicia y eso sigue su curso”.
Storni presentó su renuncia a la Diócesis de Santa Fe tras haber sido acusado por el delito de abuso sexual agravado. En la carta que envió al entonces papa Juan Pablo II no reconoció “culpas” ni “acusaciones”. En 2009 fue juzgado y condenado a ocho años de prisión, aunque el fallo fue anulado dos años más tarde por decisión de la Cámara Penal de Santa Fe.
El ex arzobispo, uno de los primeros altos prelados de la Iglesia Católica argentina en recibir una condena por abuso sexual, falleció el año pasado a los 75 años en una casa de retiro de La Falda, donde residía desde enero de 2003.
Públicamente, Bergoglio nunca se pronunció sobre la condena contra el padre Julio Grassi, en el escándalo sexual más mediático y que todavía sigue dando que hablar. Sin embargo, sus dudas acerca de la imputación contra el fundador de Felices los Niños quedaron al descubierto cuando en 2011 la Conferencia Episcopal Argentina le encargó al jurista Marcelo Sancinetti un análisis de la causa que concluyó que el cura era inocente. En su momento, Grassi reveló que contaba con su apoyo. Fue en una entrevista que brindó poco antes de que la Justicia de Morón lo condenara a 15 años de prisión. “Hablo con él, me apoya mucho espiritualmente y me cree”, manifestó el sacerdote.
Más cerca en el tiempo, y siendo arzobispo de la ciudad de Buenos Aires, Bergoglio se mostró dolorido y avergonzado por la crisis en Entre Ríos, que explotó a partir de un informe periodístico que destapó una serie de abusos sexuales cometidos por el sacerdote Justo Ilarraz entre los años 1984 y 1992, y que fueron ocultados oportunamente por la Iglesia. “Las últimas noticias periodísticas reavivan nuestra profunda vergüenza e inmenso dolor por faltas gravísimas cometidas por uno de quienes deben servir a la vida moral del pueblo con su ejemplo y enseñanza”, indicó en el comunicado de prensa que se conoció el año pasado, y que contó con la adhesión del arzobispado porteño.