Antes del ataque israelí a la “Flota de la Libertad” de esta semana, en el que el ejército de ese país mató a nueve personas, la Franja de Gaza era la porción de tierra más olvidada del planeta. Con el 70% de su población sumida en la pobreza y un bloqueo de tres años que dificulta la llegada de ayuda humanitaria, los habitantes de la Franja aún sufren las consecuencias de la Operación Plomo Fundido que lanzó Israel en enero de 2009 y dejó 1.400 muertos. El drama económico y social de los palestinos, cuya desocupación asciende al 44%, dejó marcas profundas que difícilmente cicatrizarán.
En medio de tanta desolación, un sacerdote argentino está al mando de la única parroquia católica de Gaza. Jorge Hernández, del Instituto del Verbo Encarnado, con 34 años, dirige dos colegios con mil alumnos cada uno. La comunidad cristiana está compuesta por 2.500 personas, y el resto de la población es musulmana. “Hace un año que estoy en Gaza. La vida aquí es particular. Se vive en circunstancias terroríficas. El bloqueo se nota en todos los ámbitos”, aseguró Hernández a Perfil desde Gaza.
“Gaza es una enorme cárcel. El bloqueo engendra día a día más odio. Las madres están dispuestas a que sus hijos se inmolen contra el pueblo de Israel”, le confió a este diario el padre Hernández, que abrió un hogar para chicos discapacitados junto al sacerdote Guillermo Fábrega. Los dos religiosos son los únicos argentinos en Gaza y ven con sus ojos las consecuencias del bloqueo que esta semana generó el repudio de la comunidad internacional.
Hernández reveló la escasez de suministros básicos como leche y harina. Además, los alimentos, que se venden a cuentagotas, ingresados en muchas oportunidades por los túneles subterráneos que conectan Gaza con Egipto, tienen precios exorbitantes y están fuera del alcance del grueso de la población.
Lea la nota completa en la edición impresa del diario Perfil.