Rojo allura, amaranto, tartracina son algunos de los colorantes más usados en la industria de las golosinas y los alimentos para niños. Integran el grupo de los llamados “colorantes azoicos”, mirados de reojo por científicos de todo el mundo por sus posibles efectos perjudiciales para la salud. “ ¿Cuán expuestos están nuestros niños?” fue la pregunta que se hicieron el año pasado la licenciada en Análisis Ambiental Marcela Iljutko y la bioquímica y toxicóloga Teresa Fonovich, de la Universidad de San Martín.
La respuesta la buscaron en quioscos y góndolas de supermercados. Controlaron rótulos y analizaron los niveles de colorantes en las muestras, comparándolas con lo que fija el Código Alimentario Argentino. “Algunos aditivos pueden no ser tan inocuos, si se tiene en cuenta que los menores consumen muchas golosinas y los fabricantes les ponen más aditivos que lo permitido”, advierte Fonovich.
El estudio incluyó dos encuestas a 70 alumnos de 10 y 11 años. “El 67 por ciento de estos niños consume de uno a tres vasos de jugo preparado con polvo por día y el 23 por ciento, de cuatro a seis”, precisa Iljutko. Y va más allá: “Establecimos que en todos los casos se superaron los valores de ingesta diaria admisible (IDA) para colorantes a través del consumo de tres vasos de jugos. Las cantidades de colorantes encontradas en los jugos excedieron en todos ellos las máximas permitidas establecidas en el Código Alimentario”.
¿Y los efectos? “Aquí no hay estudios. Pero en otros países se los relaciona con alergias, hiperkinesia. Algunos de sus productos de degradación, o sea aquellos que pueden producirse dentro del organismo, son sospechosos de cancerígenos”, dice Fonovich.