Mario Vitette Sellanes hizo un alto en el free shop de Montevideo. Compró los perfumes que había prometido y salió hacia la libertad. Se calzó los anteojos oscuros –pese a que el reloj marcaba las 23.40–, abrazó su tablet y encaró hacia donde estaban todos los periodistas uruguayos. “No voy a hablar”, los atajó antes de recibir las preguntas de rigor. Enseguida se fue de la mano de su hija, que lo llevó en su Chevrolet Cruze hasta la ciudad de San José.
El uruguayo, que había sido condenado por la Justicia argentina a 25 años de prisión y fue expulsado este viernes por la Ley de Migraciones (25.871), eligió las redes sociales no sólo para reclamar por su libertad y los avasallamientos que sufren muchos detenidos, sino también para relatar minuto a minuto su salida del país.
“Recién, esposado al piso con diez comandos y armas largas, ahora en un alta gama manejado por mi hija. Cómo nos cambia la vida en un minuto”, escribió desde su cuenta de Twitter, la misma que abrió hace ocho meses estando detenido en el penal de General Alvear.
Vitette Sellanes informó el horario de la salida de su vuelo cuando estaba siendo trasladado de General Alvear a Ezeiza. Allí pidió también que alguien le informara a su hija que estaba a punto de salir, agradeció el trato de los guardias, y hasta subió un video musical de un tema que compuso estando detenido. Apenas aterrizó en Montevideo tuitió exultante: “Llegué”. Enseguida actualizó el perfil de su cuenta. Puso San José de Mayo como lugar de residencia y cambió las fotos e imágenes. Eliminó la del banco Río de Acassuso que había elegido como fondo de pantalla y la reemplazó por un atardecer en una playa. También cambió su imagen de perfil: borró la del día de su detención –en la que aparecía encapuchado– y en su lugar puso una a cara descubierta, blanco y negra, y de saco y corbata, como si se tratara de un ejecutivo.
Durante el histórico traslado, y más aún cuando pisó suelo uruguayo, el hombre del traje gris –como también se lo conoce– recibió el afecto de centenares de seguidores, aunque no tuvo tiempo (ni ganas) de responder los mensajes. En uno de sus últimos comentarios contó que estaba en su casa con sus hijos, nietos y Anabela, su ex esposa.
Las horas siguientes descansó en la intimidad. No volvió a tuitear. Tampoco se sabe si volverá a hacerlo. “Esto es algo que me divierte ahora, pero cuando esté libre cierro la cuenta”, había anunciado a PERFIL, en uno de sus últimos contactos. Desde el viernes tiene otros objetivos en la vida: reinsertarse en la sociedad, disfrutar de su familia y empezar a gastar los millones que le robó al banco, algo que seguramente jamás reconocerá en público.