UNIVERSIDADES
aniversario

Cumplió treinta años la Universidad de La Matanza

Creada en 1989, es la más grande del Conurbano y 155 mil alumnos ya obtuvieron títulos de pregrado, grado y posgrado. Hoy cursan 60 mil estudiantes, casi el 90% de primera generación universitaria.

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Actualidad. A través de los años esta casa de altos estudios se consolida, apoyada en el esfuerzo, el compromiso y el trabajo de autoridades, docentes y alumnos. | gza. unlam

La Universidad Nacional de La Matanza (UNLaM) se creó el 29 de septiembre de 1989. En sus cimientos tiene un conjunto de valores sobre los que se construyeron, y se siguen construyendo, sus logros. Y estas bases son el respeto al otro, el pleno convencimiento de que la educación, en cada uno de sus niveles, es transformadora, el rigor académico y el compromiso de trabajar honestamente para la comunidad a la que pertenecemos.

Hace treinta años tuvimos que luchar contra molinos de viento. Pero hubo personas que ayudaron a poner en marcha este proyecto, como el entonces diputado Alberto Pierri, que impulsó el proyecto de ley que le dio vida. En suma, el resultado del esfuerzo colectivo hizo que esta universidad pudiera dar sus primeros pasos. Así nacimos, con el compromiso de mucha gente. Y así crecimos y seguimos creciendo: con el trabajo conjunto de muchas personas.

En treinta años pasaron por las carreras de grado de la UNLaM unos 115 mil alumnos y han obtenido título de pregrado, grado o posgrado cerca de 40 mil. En este momento estudian en sus aulas más de 60 mil jóvenes y la oferta académica supera las sesenta carreras.

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A nivel de infraestructura, se destacan su campus deportivo de 5 hectáreas, 35 laboratorios, un polo tecnológico, un polo audiovisual, un centro de simulación clínica único en Latinoamérica, con ocho salas que representan la guardia de un hospital y un control de monitoreo para uso de los alumnos de Medicina y Enfermería, y una biblioteca de 1.700 metros cuadrados, con tres salas de lectura (una de ellas para no videntes) y 75 mil ejemplares disponibles para toda la comunidad.

El crecimiento y el prestigio que ha adquirido la UNLaM en estos años ratifican cada fundamento que se esgrimió para crearla y superan, día a día, el prejuicio de que las universidades deben ser para unos pocos.

El desarrollo de la UNLaM demuestra muchas cosas, en primer lugar que una administración pública puede ser eficiente: tenemos uno de los presupuestos por alumno más bajo del sistema universitario argentino y, sin embargo, también tenemos una tecnología y una infraestructura a disposición de los alumnos digna de cualquier universidad del Primer Mundo. Esto lo logramos porque hemos pensado en una estructura que optimizara los recursos y porque, para nosotros, ser eficientes es nuestra obligación. Tenemos la absoluta convicción de que cada peso invertido en forma ineficiente significa que algún joven está perdiendo la oportunidad de acceder a una formación superior de calidad.

En segundo lugar, demuestra que una universidad pública puede ser masiva y no perder calidad académica. Somos la Universidad del Conurbano con más cantidad de alumnos, y el año pasado recibimos el diploma al mérito por parte de la Fundación Konex como una de las instituciones más destacadas de los últimos diez años. Además, muchos de nuestros estudiantes han recibido becas de universidades del exterior por su calidad académica.

En tercer lugar, puedo afirmar que, a través de la UNLaM, los más vulnerables también pueden llegar a una educación superior. Hasta mediados de siglo pasado, la educación universitaria era para unos muy pocos. La gratuidad universitaria que impuso el entonces presidente Juan Domingo Perón, en 1949, le abrió las puertas a mucha gente. Así y todo, la lejanía de La Matanza hacía que muchos vecinos no pudieran acceder a la educación superior, con una oferta concentrada en zonas menos periféricas. Hoy, el 89% de quienes se inscriben en nuestra casa son primera generación de estudiantes universitarios en su familia. Pero además, aquellos que fueron primera generación de alumnos académicos están empezando a traer a sus hijos, con lo que estamos asistiendo a la consolidación de la enseñanza superior en muchas familias.

El crecimiento de la UNLaM también demuestra que una universidad puede vivir integrada a su comunidad. En estos treinta años estimamos que pasaron por esta universidad más de 2 millones de personas por alguna de las actividades que realizamos y que son abiertas a todos y todas. Y muchas de esos eventos tienen, además, un objetivo solidario, que es ayudar a quienes menos tienen. En numerosas oportunidades, la universidad fue punto de recepción y distribución de alimentos y ropa en campañas de ayuda ante inundaciones o ante coyunturas político-sociales que así lo demandaban.

Alguien dijo que donde hay una necesidad hay un derecho. Para nosotros, la educación superior es un derecho. La educación superior enriquece profesional y humanamente a todos los que pasan por sus aulas, más allá de que se gradúen o no. Y lo decimos nosotros que, en los últimos años, hemos mantenido una de las tasas de graduación más altas del país, incluyendo el sistema universitario público y privado.

La universidad se pone a disposición de sus estudiantes y de su comunidad con responsabilidad. Y eso es parte también de la formación que, desde la UNLaM, se imparte porque todos y todas usan y cuidan esta universidad también con responsabilidad, incluso hasta su limpieza.

No hay recetas mágicas para estos logros. Es difícil, sí, pero no imposible. Esto lo hemos logrado con el trabajo y el compromiso de mucha gente. Respetando las ideologías, las creencias y la procedencia social de todos, porque ese es el verdadero sentido de la educación pública. Más aun, hemos fomentado esas diferencias porque creemos que hay que construir desde el disenso, anteponiendo el proyecto colectivo por sobre las individualidades.

En momentos en que se pone en duda el sistema de educación pública, desde la Universidad Nacional de La Matanza seguimos creyendo que la única forma de transformar un país es a través de la educación, y que el Estado es el que tiene la obligación de proveer esa educación de manera inclusiva y con calidad. Porque estamos convencidos de que la educación es, esencialmente, un derecho humano.

*Rector de la Universidad Nacional de La Matanza (UNLaM).