Esteban “Gringo” Castro es secretario general de la CTEP (Confederación de Trabajadores de la Economía Popular), el movimiento de trabajadores informales más importante del país, y participó del ciclo de entrevistas de la Escuela de Comunicación de Perfil. En una charla con los estudiantes de Periodismo de Editorial Perfil, el referente de la CTEP se refirió a su historia de lucha al frente de los movimientos populares, la posibilidad de que la organización ingrese a la CGT y criticó fuertemente la gestión del gobierno nacional y al proyecto del presupuesto 2019: “Derivará en un genocidio social”, sostuvo.
—En el pasado catalogó el acuerdo del Gobierno con el FMI como un “genocidio social”. ¿Sigue sosteniendo lo mismo? ¿El rumbo actual es igual al del 2001?
—Lo veo muy difícil, en esta etapa no hay dolarización y convertibilidad, por lo menos no todavía. La veo más parecido a una crisis como la del ´89, superinflacionaria. Creo que nosotros no dejamos que este Gobierno aplique una política como la del 2001, y ellos sabían y saben que íbamos a estar en la calle todos los días que fueran necesarios para que no puedan aplicar una política así. Pero si votan el presupuesto del 2019, que busca un ajuste de casi 500.000 millones de pesos -y que lo van a pagar los trabajadores-, eso va a terminar en un genocidio social.
—Una de las demandas históricas de la CTEP es que los incluyan en la CGT como una organización sindical más. ¿Cómo fue evolucionando la respuesta de la central a esa idea?
—La CGT tiene una lógica donde solamente podés entrar si tenés un recibo de sueldo. Nosotros somos un sindicato de nuevo tipo, porque no tenemos un patrón visible, ya que la mayoría de nuestras organizaciones son distintas formas asociativas que no responden a un empleador. Como no tenemos un recibo de sueldo tenemos que pelear las paritarias directamente con el Estado. Juan Carlos Smichd, que hasta hace poco estaba a la cabeza de la CGT, planteó una consigna muy interesante: tenemos que dejar de hablar de movimiento obrero organizado, como se hablaba en el mundo asalariado, y comenzar a hablar de movimiento de los trabajadores, que incluya la nueva configuración de la clase trabajadora. El problema, también, es que la economía de hoy está concentrada en pocas manos. En la Argentina hay cinco grandes empresas productoras de alimento, tenés la distribución de la comida entre pocos hipermercados. Diez tipos se ponen de acuerdo y deciden quién come y quién no come en la Argentina y ni siquiera les conocemos la cara, no sabemos quiénes son. Y las decisiones más importantes que están relacionadas con la alimentación las ponen ellos, es una locura. Pero además los hipermercados ganan cifras incalculables, en sus países de origen ganan el 5% pero en Argentina hacen lo que quieren, ganan hasta un 500% más.
—Este planteo sobre las crisis alimentarias surgen hace varios años, ¿qué propuesta tienen ustedes hoy para solucionarlas?
—La soberanía alimentaria tiene que estar en manos de las organizaciones libres del pueblo, no tiene que depender solo de las grandes empresas cuyos intereses están vinculadas a la ganancia. Una idea sobre la que insistimos es la necesidad de que el Estado entregue un millón de chacras para descomprimir el conurbano bonaerense, es decir que no viva allí tanta gente y en condiciones infrahumanas.
(Alumnos de Primer Año de Periodismo - Escuela de Comunicación de Editorial Perfil)
Sergio Enriquez, Florencia Coronel, Marcelo Magallanes y Romina Iglesias Yorado.