UNIVERSIDADES
por mejores claustros

Las fortalezas y debilidades de la educación superior actual

Si bien las instituciones surgieron con el fin de producir conocimiento para la sociedad siendo independientes de los gobiernos, en la actualidad esos principios se han ido modificando. Prima retomar a los ideales de la Reforma de 1918 y mejorar los problemas de aprendizaje.

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UBA. Espacios como la Facultad de Derecho y otras prestigiosas e históricas instituciones crecieron asociadas a la idea de crear conocimiento útil para la sociedad. | cedoc

En la Argentina, la distribución del bien educativo revela serios problemas de rendimiento y calidad. Los últimos resultados de los exámenes PISA –la prueba internacional que mide conocimientos en estudiantes de 15 años– evidencia pobres rendimientos en disciplinas elementales, como Lengua y Matemática. La posición de la Argentina está entre las más bajas de la región, ubicándose detrás de Chile, Uruguay, Costa Rica y República Dominicana.

Reflexión sobre los resultados. Primero, que la información que brinda PISA es valiosa y orientativa para el diseño de políticas educativas. Las políticas se vuelven programas cuando el Estado gestiona un problema que considera de interés público. En ese proceso intervienen redes de actores influyentes y la universidad pública es protagonista.

Segundo, estamos ante un escenario de “emergencia” que obliga a implementar políticas inéditas para su erradicación. A diferencia del sistema educativo nacional que durante las reformas de los 90 descentralizó la administración hacia las 24 jurisdicciones provinciales, la universidad argentina quedó en manos de la administración estatal central. Esto habilita la identificación de problemas comunes a más de una región y ejercer un rol clave: dotando herramientas pedagógicas novedosas, evaluando recursos financieros que aporten a la transparencia de la gestión pública, construyendo indicadores de mejora medibles y mapas educativos con puntos críticos de atención.

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Las leyes producen cambios normativos, pero además urge estimular cambios culturales que favorezcan capacidades de la ciudadanía. Especialmente de quienes “ponen el cuerpo” en las escuelas: los docentes y consejos pedagógicos.  

Tercero, una iniciativa decisiva de política pública no puede pensarse solo como responsabilidad de los gobiernos. Quienes ocupan posiciones de saber también son responsables de su evolución. Pero la interpelación de la comunidad académica al Estado es aún de baja intensidad.

En el siglo XXI las relaciones Estado-universidad han pasado de la confrontación radical a la institucionalización de los consensos y conflictos, haciendo difusas o menos visibles las fronteras de la autonomía universitaria, lograda en la histórica Reforma de 1918. La Reforma Universitaria consagró la democratización de la educación superior exigida por la comunidad universitaria en sus demandas de ingreso libre e irrestricto, libertad de cátedra y cogobierno (de autoridades y estudiantes). La universidad argentina se convirtió así en una institución independiente de los gobiernos.

¿Qué hacer desde la universidad? El sistema universitario argentino tiene más de cien universidades entre públicas y privadas y cuenta con más de un millón de alumnos. Su crecimiento constituye un factor de evolución del sistema urbano asociado al federalismo. Puede multiplicar los centros de poder y aumentar las oportunidades de desarrollo.

Su origen marcó un norte en este sentido. La universidad creció asociada a la producción de conocimiento útil para la sociedad. Así nace la Universidad Nacional de Córdoba en 1613 buscando dar respuesta a las necesidades de formación de élites capaces de administrar al Estado argentino en formación. La Universidad de Buenos Aires (1821) continuó con un perfil de formación profesionalista –que conserva hasta la actualidad– respondiendo a un interés más comercial, vinculado a la actividad del puerto de Buenos Aires y a la formación de dirigentes. La Universidad Nacional de La Plata (1890), en cambio, se crea con ideas de vinculación entre la universidad y el territorio con una fuerte impronta de investigación al servicio de la comunidad.

La rápida democratización del sistema de educación primaria motorizó la universidad. Su temprana expansión constituyó uno de los pilares de la formación del Estado- nación. Para 1914 el 48% de la población en edad escolar estaba dentro del sistema educativo, constituyendo la vía principal de ascenso social. Su expansión produjo una “espiral educativa hacia adelante” porque los amplios márgenes de cobertura escolar presionaron a los niveles superiores.

Una mirada hacia adentro. Un compromiso insoslayable para la universidad es saldar la fractura entre las prácticas cotidianas de sus actores y la reflexión acerca de las condiciones institucionales y sistémicas en las que se desarrollan. La universidad argentina sigue siendo una universidad orientada por la demanda y no por la planificación de su base disciplinaria. Se ha diversificado, pero no ha creado un sistema de educación que dé respuestas más inmediatas a los gravísimos problemas de aprendizaje y de adecuación de competencias socialmente relevantes. Hay avances individuales que aún no logran penetrar el nivel de prácticas a nivel global.

Estos deberes convocan a abandonar un rasgo en disputa de la universidad pública: la sobredeterminación de lo “político-partidario” por encima de los principios de emancipación intelectual. Esto no se condice con los principios de la Reforma que suponían la existencia de movimientos ideológicos con capacidad de retraducir los intereses partidarios en posturas pertinentes al espacio institucional en que se desarrollan. Se trata de despartidizar para politizar la universidad en torno al interés general de la sociedad civil. Solo así podrá construir una voz pública. Uno de los problemas graves de la Argentina ha sido, y es, el de la fragilidad de sus instituciones, la falta de autonomía relativa de los distintos espacios institucionales, de la ciencia, la cultura, la universidad, la Justicia, etc. Esta debilidad se transmuta también en debilidad de los actores, de la precariedad en la asunción de roles y de las responsabilidades y orientación normativa de las prácticas sociales. Estos temas merecen un lugar sostenido en la agenda pública y una profunda deliberación en torno a los valores sobre los que se funda la identidad de la universidad.

 

Autárquica y contra-hegemónica

La universidad pública es el único actor del sistema educativo que se caracteriza por financiarse con el Tesoro Nacional, pero sin rendir cuentas al Gobierno porque solo responde a las normas que ella misma se dicta. Nació como una institución contra-hegemónica, en disputa con los poderes políticos conservadores de época. La universidad del siglo pasado defendía principios de emancipación política y económica, de amplia confrontación con las necesidades de los poderes dominantes. Hoy, la universidad funciona principalmente bajo lógicas institucionales que priorizan la negociación y conservación. Su expansión territorial elevó la cantidad de universidades nacionales: hay una universidad nacional en cada provincia y cerca de una universidad por municipio en el conurbano bonaerense.

 

*Politóloga y Doctora en Educación.