Ya 42 años del 2 de abril de 1982, tiempo que pareciera no haber transcurrido al mantenerse tan fresco en las retinas de muchos de quienes lo vivimos entonces. Tiempo que sirvió para mal servir o -lo que es peor- para servir desde las ideologías, sean de derecha de izquierda o de centro, para acomodar sus bártulos con todo o con las parcialidades de lo que puedan mal contar, escribir, tergiversar, olvidar, esconder y hasta mentir sobre la Guerra de Malvinas.
Son muchos esos relatores, investigadores, periodistas, militares, políticos, incluso veteranos de esa guerra que, sin mayores escrúpulos, se creen los dueños de la verdad, censores de lo que la sociedad puede conocer, sin importar que su verdad no lo fuera, sea una parte o sea tan solo un disfraz muy ideologizado.
Todo lo acomodaron a la coyuntura de las necesidades ideológicas temporales, sin importarles que en esa guerra murieron argentinos; les es más importante el cada uno de ellos o el partido o idea que representan o al que están asociados, que el sentido de Patria, de la cual recibimos una pertenencia y una tradición cultural entre tantas otras cosas más. Como dijo Borges “Nadie es la Patria, pero lo somos todos”.
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Hasta algunos veteranos de guerra se perfilan como héroes sobrevivientes al conflicto, pero realmente son producto de un marketing que vuelve espurio el origen. Y no digo que hayan sido personas faltas de coraje, honestidad o gallardía, sino que con el paso de los años perdieron esas cualidades o las cambiaron por otras un tanto más miserables en aras de lo mismo que referí al comienzo.
Personas que con muchos de sus decires no hacen más que aumentar lo que supuestamente hoy combaten, la desmalvinización. Uno, por ejemplo, mantiene en la palestra a algún otro veterano de guerra como héroe digno de admirar, pero que en realidad es un ser falto de verdad; otro relata hechos no diciendo todo, pese a tener varias ediciones uno de sus libros donde refiere los mismos; y como ellos tantos otros, hay de toda índole e incluso hasta religiosos.
Pululan también relatores nacionales de esta guerra amparándose en los dichos de nuestros enemigos, tratando de mostrar un accionar de nuestras tropas que no es necesario inflar pues hay sobradas muestras reales de lo realizado con coraje y sacrificio sin referir al gringo.
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Destacar los calificativos ampulosos que desde el enemigo enumeran no hace más que mostrar la necesidad de los militares ingleses de tapar sus falencias políticas, estratégicas y tácticas de aquel otoño; de ser y estar más de lo necesario, ego dirían por ahí, aunque no quisiera creer que ese adular al enemigo de siempre puede ser la mano de Bruto ante el Cesar.
Hay, además, investigadores, antropólogos, científicos, médicos y demás profesiones que estudian sobre la guerra de Malvinas, pero que esconden o subestiman hechos en aras de acomodarlos a su ideología, o también a los resultados que pretenden obtener; en criollo: forzar la cosa.
Pero algo mantienen todos como factor común, el meter bajo la alfombra casi todo lo concerniente a lo que es la Post Guerra de Malvinas. Cuando hablan de ese asunto lo es muy por arriba o distorsionando datos y hechos a fin de no soslayar lo que procuran mantener bajo la luz.
Así es que creció una suerte de romantización de aquella guerra, donde se enarbolan principios y valores que dicen ser los pilares de aquel evento. Donde se habla de hechos ocurridos en esos duros momentos, pero de manera insustancial.
Obviamente no todos han perdido la objetividad y la imparcialidad, pero al igual que siempre en esta, nuestra Argentina, son los menos y a los que poca atención se les presta. Para los medios de difusión “no vende”, a los militares no sirve para lavar sus culpas institucionales y a los políticos, les resta votos.
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Desde 1983, cada 2 de abril pasó sin un desfile nacional para homenajear a los veteranos de guerra y honrar a los caídos en los combates. Cuando participaron en alguno fue por otros motivos, pero nunca se hizo uno por y para ellos. Medallas sin entregar u otorgadas con merecimiento dudoso, e incluso a total destiempo.
Por si fuera poco, falsos veteranos de guerra, esos que no escucharon ni el rebote de las esquirlas o el pasar de los proyectiles de artillería enemiga por sobre sus cabezas, ni el ver a compañeros caer heridos o muertos, andan por muchos lados haciéndose pasar como tales. Los hay actores, militares y hasta políticos, y se les da cabida pues pareciera que con Malvinas todo vale.
Todo es resultado de esa romantización que nació a la sombra de falsos patriotas e ilustres de teclado que brillan ante las cámaras, pero que rápidamente se esconden si les sacan la careta.
El sector social de los veteranos de guerra no es otra cosa que una muestra a cielo abierto de todo lo mal que se hizo en este país, en él se puede ver el fracaso de toda la clase política de estos 42 años, para con aquellos que tienen en sus mentes y cuerpos las marcas de aquellos combates y con aquellos que dejaron su vida en nuestras islas Malvinas.