Horacio Maldonado, veterano de Guerra, fue soldado en 1982 y combatió en la Guerra de Malvinas.
Escribió “Las dos heridas de Malvinas, la que provocó la guerra y la que la indiferencia social dejó. La post guerra de Malvinas (1982-2020)”, un libro de 470 páginas cuyo autor asegura que ningún político quiso leer, “quizás por el temor a ver reflejada su inoperancia, su ineptitud y su indolencia”.
Su "ensayo histórico y testimonila, extenso e intenso", como el mismo autor lo describe, "expone ante una sociedad espasmódica, una realidad que nunca se animó ni quiso ver. Es un escrito que, sin ningún tipo de eufemismo, desgrana la Post Guerra de Malvinas", arranca la presentación del ex combatiente que además participó desde los momentos iniciales en la conformación de la primera organización de base que aglutinó a cientos de ex soldados.
Las dos heridas a las que alude el autor son primero la más obvia, la recibida en el campo de batalla, en cuerpo y mente, pero luego otra de carácter social: “al segregarnos y meternos bajo la alfombra, negándonos un lugar o recordándonos solo para lavar sus culpas”.
Esta última herida, la más lacerante, hizo que las frustraciones, las iras contenidas y las tristezas tardaran mucho más en cicatrizar.
“Como sociedad fue y es enfermizo decir: ‘estamos en guerra’ para pasar a la 'aventura de un borracho’; de ser ‘soldados de la patria’ a “los chicos de la guerra’, de tener ‘un enemigo’ a ‘nuestros adversarios de entonces’, eso fue y sigue siendo un esconder el problema”.
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Por eso, Horacio Maldonado va desgranando a lo largo de varios capítulos distintas temáticas, para ajustar cuentas o revelar puntos de vistas que, según el autor”, intentan erradicar el “gatopardismo” o la ignorancia generalizada de los argentinos sobre la cuestión Malvinas.
Guerra de Malvinas
“Inmediatamente que nos presentamos al cuartel de destino para recibir nuestra instrucción básica, recibimos una suerte de abuso verbal y hasta psicofísico. El famoso baile al que éramos sometidos, no era otra cosa que una extenuante sesión de salto rana y cuerpo a tierra o de aquel alrededor mío carrera march, todo enmarcado en órdenes a viva voz, a los gritos o con una suma carga de energía.”
“Cuando se realiza la instrucción o cuando se está en un frente de guerra, el tener el pelo corto es una medida de profilaxis, de higiene. El bañarse diariamente es casi una utopía en esas condiciones, lo que redunda en cabello sucio y si esta largo es muy probable que pueda haber piojos, aunque los de la cabeza no trasmiten enfermedades graves como los piojos corporales, que hacen de las ropas su hábitat, entre ambos provocan serios trastornos en las personas”.
Malvinas y el hambre
“La alimentación de las tropas fue de baja a escasa en calorías y tenía un compuesto alto en carbohidratos, aunque era por demás conocido que, para esas circunstancias, las bélicas, las climáticas, meteorológicas y las psicológicas la ingesta de calorías diarias debía rondar un promedio de las 4500 / 5000 por hombre, pero las tropas recibían solamente entre 1000 y 1500 calorías diarias.
“Esto que expongo sobre la alimentación pretendió ser rebatido por las autoridades militares de entonces, entre ellos el General Gerardo Juan Núñez, quien fuera el Comandante del Arma de Intendencia durante la contienda armada, y que públicamente en Tv se hizo responsable (y lo era) de si las tropas pasaban frio o hambre, alegando que las denominadas raciones C/F (ración de combate con complemento) tenían un valor calórico aproximado de 5000 calorías, y que se la preparaba en ocho menús distintos que posibilitaban el desayuno, el almuerzo, la merienda y la cena.
“Consistía en alimentos a calentar en el lugar donde uno se encontraba, y era entregada en una caja que pesaba cerca de los 2,3 kilos. Seguramente ese aporte calórico fue bien calculado, pero de ahí a que esas raciones llegaran a manos de las tropas había un abismo logístico que no fue siquiera considerado antes de todas las operaciones.
“(…) Qué ironía, combatir con la panza vacía es no solo difícil, sino que puede ser mortal, pero nuestros generales de escritorio eso no lo comprendieron, como el antes mencionado, incluso olvidaron a otro gran militar, Napoleón Bonaparte, que dijo: “Un ejército marcha sobre su estómago”.
Fin de la Guerra de Malvinas
El 14 de junio de 1982 el campo de batalla se silenció. “54 bocas de fuego (obuses) cañoneándonos, los buques que entre 3 y 5 navíos nos bombardeaban (…) los ataques de la aviación de combate y sus helicópteros, y como si faltara algo estaban los fuegos de morteros y las armas antitanque / anti bunker. Todo eso se silenció”, recuerda el soldado Maldonado.
Ese día fue un caos. Les ordenaron replegarse y regresar. Y sin embargo, a poco de llegar, les ordenaron volver al frente: “No se esta en un trabajo que a tu horario te retiras a comer y todo se detiene, o se cambia el turno sin parar las maquinas. Acá ni reemplazos se podía tener. Soldado herido o muerto, era un soldado menos. Pero en esta guerra ocurrieron hechos que desnudaron la miseria humana de muchos, sin distinción de jerarquías o responsabilidades.”
“Salimos del pueblo y caminamos por entre posiciones de combate abandonadas, destruidas, bordeando cráteres de explosiones, alguien patea un casco y dentro hay restos del que fuera su dueño”, continúa el relato.
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“Llegamos a Puerto Madryn, nos avisan que vamos a desembarcar directamente en el puerto. Para ese entonces no me puedo calzar, mis pies están totalmente hinchados, ya había comprobado que se me habían formando como grandes lunares negros en las plantas y en las puntas de algunos dedos, era ‘Pie de Trinchera’. Alguien me había dado unas medias gruesas suaves, lo único grato que recuerdo de aquellos días.
“Bajo así, en medias, descalzo y con el pantalón medio envuelto con cinta adhesiva por lo roto. Cuando estoy en el muelle se me acercan para llevarme en silla de ruedas y no quiero, camino como puedo (…) a mitad de camino me cruza un oficial, un milico de esos que en su puta vida le vio la cara a la muerte en combate, y me reprocha el estar descalzo. (…) Fue automática mi puteada hacia él, y casi sin asimilar me mira como para continuar con su diatriba y ahí parece darse cuenta de que está desubicado, se da media vuelta y se aleja”.
Maldonado recuerda aún hoy ese episodio y cita al entonces Mayor de la Fuerza Aérea Argentina Gilberto Esteban Oliva, cuando dijo que había comprobado que, en tiempos de paz, algunos de los superiores más exigentes, durante los combates desaparecieron o se hacían enyesar “para regresar al continente”. Y si bien, no fueron todos así, se pregunta si fueron sancionados.
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Al regresar, los soldados que sobrevivieron debieron continuar con el Servicio Militar Obligatorio.
En otro capítulo de su publicación, el ex combatiente comenta que entre todas las Fuerzas que intervinieron en el combate se registraron 290 casos de Pie de Trinchera; muchos de ellos terminaron con amputación total o parcial de sus miembros. Sin embargo, persisten dudas sobre la precisión de esa cifra de afectados.
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“Las lesiones de este tipo, no solo pueden dejar secuelas como las amputaciones con algún compromiso óseo después de la cirugía, sino también pueden afectar el sistema nervioso periférico pudiendo afectar a la mielina, al igual que al sistema circulatorio periférico, dejando un combo de trastornos de distinto tipo en los afectados”, resume el autor.
Y hubo también otras lesiones, tal vez menos visibles a primera vista, las psicológicas. Maldonado refiere que en el Hospital Militar de Puerto Argentino, no hubo médicos psiquiatras.
Además, “Recién para el año 2004 (22 años después de la guerra), el Ejército Argentino crea el primer Centro de Salud Mental para atender a sus veteranos de guerra de Malvinas”.
Con todo, el autor comenta el caso de Gustavo Andrés Domenichelli, el ex combatiente que recibía atención en el Centro de Salud Mental del Ejército Argentino, en donde –según el autor- los médicos lo atendían a diario, pero no vinculaban su cuadro con las secuelas de la Guerra de Malvinas.
Vivía en Quilmes y tenía 46 años. El 12 de junio de 2008 “regresó a su casa como tantos otros, saludó a su familia, se encerró en su cuarto y se disparó al mentón”.
“Tres veces le negaron su pensión por incapacidad, y así quedó sellado su destino. Es más que claro este terrible ejemplo de la desidia de parte del Estado Nacional a través del Ejército Argentino (y es casi de Perogrullo pensar que pasa de similar manera con los veteranos de guerra de las otras Fuerzas)... Lamentablemente no es el único caso de suicidio, hay muchos más, algunos dicen varios cientos. No hay datos oficiales al respecto”, concluye Maldonado.
Después de la Guerra de Malvinas
El 26 de agosto de 1982 nació formalmente el Centro de Ex Soldados Combatientes en Malvinas, el CESCM de Capital Federal, que hizo su declaración de principios en una conferencia de prensa en el Club Italiano del barrio de Caballito.
Ese fue el primero, pero luego fueron apareciendo otros en diversas provincias; algunos están federados e integran una confederación, pero otros no. Incluso hay muchos veteranos de guerra que ya no están asociados a centro alguno.
En la guerra de Malvinas intervinieron más de 23 mil combatientes argentinos. La mayor parte de ellos (10.600) en las fuerzas armadas; casi la misma proporción en el Ejército (10.300) y 2.300 en la Fuerza Aérea. “Sólo” 200 se unieron a Gendarmería y Prefectura.
Durante la guerra murieron 649 conscriptos argentinos y 255 soldados británicos. Además, alrededor de 650 veteranos murieron luego de haber cesado el enfrentamiento bélico.
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Desde entonces, los veteranos de guerra marcharon varias veces. Algunas de esas caminatas y reclamos llegaron con un inigualable valor testimonial a la película de Bebe Kamín, Los chicos de la guerra (1984), el primer registro cinematográfico del conflicto social que significó la Guerra de Malvinas.
Desde su regreso a la “vida normal”, la lucha de los veteranos de guerra tuvo varios pilares: contar con una cobertura médica obligatoria y permanente; que sus pensiones como veteranos de guerra sean equiparadas con las de los militares; que se les brinden posibilidades reales de reinsertarse laboralmente; que se investigue y juzgue quién robó el Fondo Patriótico.
Los soldados caídos fueron sepultados en el Cementerio Darwin, en las Islas Malvinas. El trabajo conjunto del el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), el Comité Internacional de la Cruz Roja, y los gobiernos de Argentina y Reino Unido de Gran Bretaña logró identificar los restos de 119 soldados, pero esa tarea aún continúa.
La primera propuesta sobre la realización de un Monumento a los Caídos en Malvinas se dio el 14 de octubre de 1982, en una reunión de la Junta Militar que entonces aún gobernaba de facto el país.
Sin embargo, la construcción del monumento conocido como Cenotafio Nacional que recuerda a los caídos en Malvinas en 5 placas de granito negro, con los nombres de los 649 caídos en combate, en la barranca de la Plaza San Martin, en Retiro, fue decretado en diciembre de 1989 por el entonces presidente Carlos Saúl Menem. Se inauguró el 24 de junio de 1990.
“Durante la presidencia del Raúl Alfonsín se intentó llevar adelante la idea, y precisamente durante la gestión del Intendente de la ciudad de Buenos Aires, Facundo Suarez Lastra se buscó su anuencia para desarrollarlo en esa ciudad. Pero de este último se obtuvo una rotunda negativa”, para el autor de Las dos heridas de Malvinas, la que provocó la guerra y la que la indiferencia social dejó. La post guerra de Malvinas (1982-2020), durante el gobierno de Raúl Alfonsín comenzó la “desmalvinización”.
“A veces pienso que [los dirigentes políticos] deben creer que los veteranos de guerra nos movilizábamos y nos quejábamos de gusto, para joder la vida de ellos; sino no se comprende toda esa desidia, esa negligencia de su parte. Y ni que hablar de todos los que ocuparon bancas en el Congreso Nacional”, se lee en el volumen.
Malvinas, veteranos y subsidios
La Ley nº 22674 otorgó un subsidio por única vez a los ex combatientes de la Guerra de Malvinas que hayan quedado con algún grado de discapacidad psicofísica, extensivo a los familiares directos de los fallecidos en combate como consecuencia de su participación.
“Este subsidio extraordinario se pagaba con el Remanente del Fondo Patriótico, ahora se lo paga con partidas presupuestarias especiales, pues lo recaudado con aquel fondo se agotó. Consiste en abonar el equivalente de un sueldo de Teniente General o del grado similar de cada Fuerza Armada o Seguridad, de acuerdo a una tabla con un máximo de 10 sueldos.
“Durante algunos años (muy pocos) se liquidó supuestamente bien, hasta que se comenzaron a notar algunas irregularidades sustanciosas en dinero; claro está que eran en contra de los veteranos de guerra. El período de tiempo en el cual sucedieron estas supuestas irregularidades, corrió desde enero de 1986 hasta octubre de 1988, aproximadamente”, señala Maldonado.
En el año 1984, los veteranos realizaron varias marchas hasta que lograron la sanción de la Ley nº 23109, que estableció que los ex combatientes de Malvinas tienen prioridad en el acceso a viviendas, trabajo, educación y salud pública. Sin embargo, los resultados no fueron los esperados.
“Leyes incumplidas, sin trabajo real para muchos, falta de una cobertura médica que atienda las secuelas psicofísicas que la guerra había dejado, los casos de suicidio en ascenso, muchas de las organizaciones del sector comenzaron a reunirse durante el año 1990 tratando de encontrar un cauce común para elevar la voz. De esas reuniones surgió la idea peticionar por una ley que nos brinde una Pensión Nacional”.
Y así nació la Ley nº 23848, que otorga pensiones vitalicias a los ex combatientes y también a los civiles que desarrollaron tareas en los lugares donde tuvo lugar el conflicto bélico de 1982.
¿Cómo es la situación de los veteranos de guerra a 41 años de la Guerra de Malvinas?
“Tenemos obra social pero es un desastre, en el interior casi no funciona y acá en el AMBA es fortuito que lo haga. La asistencia psicológica tardó 22 años en aparecer, mal y desastrosa; de hecho somos el único país que hizo que una patología aguda como el PTSD (Trastorno de Estrés Postraumático) sea crónica, y todo por la nula y pésima atención. Y de pensión cobramos tres jubilaciones mínimas, que fueron dadas cuando casi les tomamos la Casa Rosada”, comenta Horacio Maldonado, vía mail, cuando se le pregunta cuàl es la situación actual de los veteranos de Guerra.
“Sencillamente estos 41 años fueron más de problemas, muertes, enfermedades y mentiras que de soluciones”.
Su libro Las dos heridas de Malvinas, la que provocó la guerra y la que la indiferencia social dejó. La post guerra de Malvinas (1982-2020), se publicó hace dos años, pero se conoce poco en Argentina. Horacio Maldonado confirma que figura en los catálogos de Harvard Library, New York Public Library y The Library of Congress, en Estados Unidos. Su ensayo histórico tampoco pasa desapercibida en otras instituciones del extranjeras que siguen investigando el conflicto del Atlántico Sur.
Sin embargo, “en Argentina de esto no se quiere hablar seriamente, la verdad de la guerra y su postguerra acá no la quieren”, remata el autor.