POLITICA
El polmico Secretario de Transporte

Yabrán no era el problema

El inconveniente aún radica en que un sólo grupo económico o político maneje las puertas de entrada y de salida del país, sus rutas y los vehículos que las transitan. Buena parte de ese poder será puesto en manos de Jaime.

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Alfredo Enrique Nallib Yabrán es uno de los cadáveres políticamente más útiles de la historia Argentina. Ahora, tras el estreno del documental Fuerza Aérea S.A. –que le vino bárbaro al Gobierno para cambiar de manos el control del espacio aéreo nacional–, hay quienes pretenden haber descubierto la pólvora explayándose sobre la influencia que ejercía Don Alfredo entre la cofradía de brigadieres aferrados a los negocios estratégicos instalados en las entradas y salidas aeroportuarias del país.

Sin embargo, la única novedad al respecto es que, en los últimos quince días, Yabrán pasó a ser –a ocho años y medio de su electrizante suicidio– el contendiente que le faltaba al kirchnerismo para que su combate contra el pasado sea completo. Y, así, avanzar hacia el manejo de áreas muy sensibles y rentables que hasta hoy no manejaba.

Aparte de que resulta bastante cómodo ganar terreno peleando contra alguien que ya no existe, digamos que se trata de una disputa por lo menos muy dudosa, sino falsa. Valga un dato: uno de los principales socios actuales de Balcarce 50 es Hugo Moyano, quien, como líder de los camioneros, amasó una relación profunda y múltiple con el magnate postal, cuando Yabrán era Yabrán y no un conveniente fantasma.

Pero el fondo del asunto, al que a pocos interesó llegar, es que en verdad Yabrán nunca fue el problema. A lo sumo fue su rostro oculto, hasta que José Luis Cabezas lo desocultó. Para ser más claros, podría afirmarse que Alfredo Enrique Nallib Yabrán era el testaferro del problema, que sigue radicando en que un sólo grupo económico o político maneje las puertas de entrada y de salida del país, sus rutas –terrestres, aéreas y fluviales– y los vehículos que las transitan, además de los mecanismos de control administrativos y policiales y/o a sus agentes.

Gracias a una película, se afirma que buena parte de ese poder será puesto en manos del polémico secretario de Transporte, Ricardo Jaime. Y el adjetivo “polémico” no es, en este caso, un latiguillo periodístico: nunca terminó de aclararse el papel de Jaime en el affaire Southern Winds, la “narcoaerolínea” que le prestaba aviones para la campaña presidencial a Néstor Kirchner y en la cual el propio Jaime –según los detenidos por esa causa judicial– se movía “como si fuera el dueño”.

Tampoco hubo un juez que se dignara a unificar las innumerables causas por tráfico de cocaína a bordo de naves de SW en la ruta Tacna-Córdoba. Si todas esas causas fueran tomadas como una encuesta, podría afirmarse que en esos vuelos viajaban más “mulas” que pasajeros normales.

Córdoba fue una especie de catedral del yabranismo. Allí nació el correo OCA. Allí gobernó los espíritus durante décadas el arzobispo Raúl Primatesta, amigo y confesor de Alfredo Yabrán. Desde allí levantó vuelo político SW. Allí fue menemista y se transformó en pingüino Ricardo Jaime, quien ahora vuelve a recorrer el territorio cordobés para felicidad del ex basquetbolista “Pichi” Campana y desgracia del actual gobernador, José de la Sota, quien lo considera el eje de una conspiración en su contra.

Demasiados cabos sueltos para no prestarle atención a Ricardo Jaime, ese cinturón negro de karate que ama las joyas y da la vida por el Presidente.