Poco importaba que pegara el faltazo alguno de los “87 héroes”. La escenificación parrillera de Javier Milei en Olivos, para quienes con su voto convalidaron el veto presidencial al aumento jubilatorio, implica más que un reconocimiento: busca un compromiso para blindarse de gobernabilidad.
En el acting, ningún detalle simbólico quedó librado al azar. Desde la fila de los comensales para pagar $20.000 por posnet hasta la distribución presencial de la mesa cabecera, con Milei en el centro (el único que habló). A su izquierda, en estricto orden, se sentaron la hermanísima Karina, Martín Menem y el flamante ascendido Manuel Adorni. A su derecha, Guillermo Francos, Santiago Caputo (en modo emprolijado tras una curiosa foto matutina) y Patricia Bullrich.
Manuel Adorni mostró las fotos de "los héroes" y los funcionarios pagando antes del asado con Milei
Más allá de si ese reparto espacial se corresponde con el de poder, lo cierto es que esos siete protagonistas conforman la nueva mesa política del Gobierno, hacedora de los últimos acuerdos legislativos después de varias tormentas. Y de las que vienen.
La enorme fragilidad del oficialismo en el Congreso lo ha obligado a pactar y conceder para conseguir sus dos mega leyes, la fiscal y las Bases. Ninguna otra, en más de nueve meses de gestión.
Ahora comenzará a tratarse el Presupuesto 2025, con el mismo espíritu de las dos anteriores, avanzar con la negociación hasta donde se pueda. Después se verá. Es en ese sentido que hay que interpretar las palabras del martes del vocero Adorni, cuando señaló que si el Legislativo lo rechaza “extenderemos el de 2023 como hicimos este año”. Contradictoria subestimación tras la cadena nacional del domingo. ¿O es bajarle el precio a una posible derrota?
El primer presidente economista de nuestra historia, como se vanagloria, sabe que los “87 héroes” son insuficientes para conseguir aprobar una ley. Sin embargo, le han regalado algo mucho más valioso que un asado, que en estos tiempos es casi un lujo y encima lo tuvieron que abonar. Nada es gratis.
Lo que le ofrendó este grupo de diputados a Milei con la ratificación de su veto al incremento de las jubilaciones, según el juicio oficial, es nada menos que la limitación a que la oposición le pueda imponer al Gobierno cualquier medida con la que desacuerde, no solo bajo el ala del sacrosanto déficit cero. En los crudos términos del poder eso responde a un interrogante básico: quién manda.
Ocurrió ya con la cancelación mileista a la movilidad jubilatoria que intentó consagrar el Congreso. Volvería a suceder con el financiamiento a las universidades, sobre el que también se anunció su veto. El mensaje va dirigido a toda la política, pero también a los mercados y al FMI.
Por un rato, el Gobierno decidió dejar de lado sus rencillas internas para mostrarse abroquelado detrás de esta estrategia, que tiene sus fragilidades. La cena cárnica del martes en Olivos está lejos de asegurar que los radicales y provinciales que cambiaron su voto no lo vuelvan a hacer, en otro sentido, según el tema. A veces, un asado apurado provoca indigestión.