Fueron vistos por última vez con vida el 14 de noviembre de 2009 cuando salieron en un Fiat Duna Weekend desde su casa en José Mármol (partido de Almirante Brown) para dirigirse a Pergamino. Desempleado, Fernando Pomar tenía una entrevista laboral como técnico químico en una importante empresa de biofertilizantes e insecticidas agrícolas. Ese sábado, los vecinos los vieron preparar el automóvil rojo, modelo '95, para el viaje. Era parte de una rutina habitual. Oriundos de Pergamino, Fernando y Gabriela, su esposa de 35 años, solían ir a esa ciudad casi todos los domingos, donde sus padres y hermanos los esperaban para compartir almuerzos y tardes en familia.
Antes de salir, las hijas del matrimonio, Candelaria (6) y Pilar (3) jugaron frente a la casa como siempre. Franco, el hijo del primer matrimonio de Gabriela, que por entonces tenía 13 años, ayudaba con los últimos ajustes. El joven no viajó porque tenía que rendir un examen. Al automóvil subieron Fernando, Gabriela, las dos pequeñas y su caniche toy. Al día siguiente la familia de Fernando y Gabriela comenzó a preocuparse. Los Pomar no habían llegado a su destino y tampoco se habían comunicado por teléfono. Durante los veinticuatro días siguientes comenzó un calvario en el que se tejieron las más variadas conjeturas y que terminó de forma trágica e inesperada.
"Pienso en mi hija y mis nietas, y saco las cuentas de cuántos años tendrían hoy", asegura María Cristina Robert.
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"En ese momento yo estaba esperando en mi casa a que tocaran el timbre. Sigo esperando", detalla María Cristina Robert, mamá de Gabriela, a PERFIL. La mujer tiene 73 años y todavía vive en el mismo lugar donde tuvo que aguardar novedades de su hija esos veinticuatro días. "Pienso en mi hija y en mis nietas, y saco las cuentas de cuántos años tendrían hoy. Es tan fuerte. Ese dolor no se lo deseo a nadie. Fue una gran inoperancia", recalca, y cuenta que suele apoyarse en su nieto, el único sobreviviente, que hoy tiene 23 años. "Él es lo más maravilloso que me dejó mi hija, lo amo con todo mi corazón. Es mi compañero. Lo único que tiene es consuelo para la abuela", detalla.
Las primeras hipótesis. Luego de días sin novedades, el 20 de noviembre de 2009 apareció una secuencia de imágenes captadas por las cámaras de seguridad del peaje ubicado sobre la ruta 7, en las cercanías de Luján. Ese registro mostraba a Fernando mientras pasaba con su coche sin nada que llamara la atención. Las fotos no reflejaban anomalías, aunque ponían en duda la presencia de Gabriela y las dos nenas.
Durante los días siguientes, fuentes policiales informaron sobre la existencia de presuntos llamados de personas que aseguraban haber visto a la familia en la zona norte de la Provincia. En medio de esas versiones, un helicóptero y una avioneta sobrevolaron las rutas 7 y 8 y los caminos alternativos, sin resultados. También se intensificó la búsqueda en 25 de Mayo, San Carlos de Bolívar y la zona de Saladillo. "Mi hija únicamente dopada o amordazada podría estar sin comunicarse con su hijo, que ama con todo su corazón de madre y quedó en Buenos Aires, porque tenía que rendir una materia", explicaba a la prensa por esos días Cristina Robert.
El 24 de noviembre, surgió un segundo video en que se veía a toda la familia. Era en la estación de cobre "El Rodeo", en Luján. Tras la difusión de esas imágenes, comenzaron a surgir nuevas hipótesis, relacionadas al hallazgo de un pantalón manchado con sangre y a un perro muerto que se pensaba que era de los Pomar. Por esos días, también se dijo que la familia podía haber estado en un camping de Senillosa, Neuquén, y que la señal de uno de sus celulares había sido captada en Chivilcoy, provincia de Buenos Aires.
Apuntando a los Pomar. El 28 de noviembre, los investigadores rastrillaron un campo en la localidad bonaerense de Rancagua, a unos 15 kilómetros de la ciudad de Pergamino, después de un llamado anónimo que anunció que allí estaban sus cuerpos. Se trataba de una propiedad de Juan Manuel Pomar, padre de Fernando, que era una herencia familiar. Tras esa noticia, el foco mediático quedó instalado sobre el padre de las dos nenas.
"Caso Pomar: Stornelli dijo que ahora ‘se apunta a algo voluntario o familiar’", tituló Clarín, mientras que Crítica aseguró: "La clave está en Fernando Pomar". En este marco, los principales medios realizaron coberturas con enviados especiales que brindaban detalles sobre la intimidad de los cuatro desaparecidos. Las hipótesis iban desde que el padre podría haber asesinado a su familia con su pistola o que el hombre había escapado porque tenía "deudas". El misterio se acrecentó luego de que la encargada de un refugio de la Sociedad Protectora de Animales de Tres Arroyos asegurara que la familia les había dejado a su perro antes de partir.
Los investigadores, desconcertados, buscaban encauzar el caso. El primero de diciembre, la fiscal Karina Pollice informó que se mantenían tres hipótesis: "Sigue estando en pie y abierta la posibilidad de que se trate de una desaparición voluntaria, pero también la involuntaria, mientras que la tercera hipótesis refiere a un conflicto familiar y eso está en plena investigación", expresó.
El hallazgo y las dudas. El 8 de diciembre, cerca de las 16.30, fueron encontrados el matrimonio, sus dos pequeñas hijas y su mascota al costado de la ruta provincial 31, en la localidad bonaerense de Gahan, a 15 kilómetros de Salto y a 55 de Pergamino. "Hallaron muertos a los Pomar cerca de una ruta", titulaba La Nación, mientras que Crónica mostraba un contundente: "Todos muertos".
La policía se apuró a decir que los habían hallado tras una amplia búsqueda, pero los vecinos aseguraban que a los cuerpos los había encontrado un baqueano de la zona, "El que los encontré fui yo, ayudado por el jefe de la patrulla rural", aseveró ante los medios el entonces jefe distrital de Salto, Juan Carlos Ruiz, quien agregó que había ido al lugar seguido por "una corazonada", que allí sintió un olor nauseabundo y que se topó con los cuerpos.
Días más tarde, el dueño de un campo ubicado a 50 metros del lugar contó que el 8 de diciembre a las 15 había recibido el llamado de un primo para advertirle que alguien había encontrado el auto de los Pomar. Vecinos de campos cercanos especificaron que se trata de un cosechador de la zona que estaba escondido por miedo.
Otro testigo, de apellido Mariani, aseguraba a PERFIL que al momento del hallazgo viajaba por la misma ruta con su mujer y que reconoció a los policías. "Crucé a un patrullero que venía con gente de civil pero adentro llegué a ver al jefe de la patrulla rural de Salto, Daniel Arruvito, manejando; y al jefe distrital de Salto, el comisario inspector Juan Carlos Ruiz. Iban muy rápido y lejos de donde habían encontrado los cuerpos. Seguí mi viaje a Carmen de Areco y cuando llegué me contaron que habían encontrado a los Pomar cerca de Gahan. Yo venía de ahí y me di cuenta que no los encontraron ellos", explicó por ese entonces.
Un llamado al 911. El 10 de diciembre, los forenses de la morgue judicial de Lomas de Zamora realizaron la autopsia a los cuerpos y confirmaron que las lesiones que presentaban se correspondían con las ocasionadas por un accidente de tránsito. Los análisis, realizados por la oficina de Ciencia Forense de ese departamento judicial indicaban que Fernando murió primero y que presentaba una fractura de cráneo en la zona temporal izquierda. Su mujer también tenía múltiples fracturas y tuvo un tiempo de sobrevida estimado de 1 a 10 horas.
El caso estaba lejos de resolverse. El 11 de diciembre de 2009, el auditor general José Guerreo sumó más descontento al confirmar que 13 días después de la desaparición de los Pomar había habido un llamado al 911 que alertó sobre un accidente vial en la zona donde volcó el auto. El testigo que llamó al servicio de emergencias habló el 12 de diciembre con los medios. Se trataba de un hombre llamado Casimiro Frutos, quien recordó que vio el auto el 16 de noviembre "cuando viajaba hacia mi trabajo en Rojas, como siempre iba mirando el paisaje", contó.
"No sabría decirle dónde exactamente era, vi en un montecito un auto volcado con las cuatro ruedas para arriba y llegué a ver que era rojo", reconoció Frutos a los medios. "Me llamó un poco la atención porque era el color intacto", dijo sobre el Duna Weekend color rojo que transportaba a la familia.
"A mí me gustaría hablar con el muchacho que vio el auto en el colectivo", expresa Cristina Robert.
Tras el escándalo, el Gobierno bonaerense (entonces a cargo de Daniel Scioli) dio a conocer la conformación una nueva cúpula de la policía provincial y un jefe de turno de la DDI de Pergamino fue desafectado. La nueva conducción policial contempló el retiro de cuatro superintendentes que tuvieron relación con la investigación del caso. El desplazamiento se concretó tras una inspección de la Auditoría de Asuntos Internos del Ministerio de Seguridad en la Jefatura Departamental y la DDI de Pergamino. Ruiz también fue separado de la fuerza.
Sin justicia. "Pasaron 10 años y a mi me gustaría hablar con el muchacho que vio el auto en el colectivo. No me animo porque sé que me voy a largar a llorar. Me gustaría hablar con él y con el campesino. No sé dónde estará porque desapareció", detalla María Cristina Robert. "Hoy no hay nada que me calme. Fue una cosa muy manoseada. No se hizo justicia", afirma.
En noviembre 2017, ocho años más tarde, el juez correccional Carlos Picco, del departamento judicial Pergamino, condenó a dos policías por la "desidia" en la que incurrieron al haber falsificado actas del rastrillaje para localizar a la familia Pomar. La pena era de un año y dos meses de prisión en suspenso para el ex comisario Daniel Fabián Arruvito y a un año de prisión en suspenso para el ex teniente Luis Quiroga por el delito de "falsedad ideológica de instrumento público". Poco después, los condenados fueron absueltos.
AB/FF