Cada hora se acerca más el día del cigarrillo cero: en cualquier momento, un fumador dará la última pitada de tabaco en el país. Hace tres semanas, PERFIL ya había adelantado la situación tras la confirmación de la Cámara Industrial del Tabaco (CIT), quienes dijeron que “es cuestión de días para que deje de circular el producto por las calles”. Según explican desde las empresas, hace varios días que no hay stock, las fábricas están cerradas y solamente se comercializa la producción que sobró desde mediados de marzo, cuando comenzó el aislamiento social, preventivo y obligatorio dispuesto por el Gobierno Nacional debido a la pandemia del coronavirus. Ahora, los fumadores recurren a medidas desesperadas para conseguir cigarrillos y comienzan a alarmarse ante la falta de 'los atados'.
“Hay pocos 'puchos' del día que verdaderamente disfruto y sé que muchos otros se deben a la ansiedad o los nervios”, dice Marcela Alejandra sobre los cigarrillos que le generan placer, como “después de cenar o para acompañar un café”. Ella cuenta que el no conseguir cigarrillos le está generando angustia. “A mi me sirven para pensar y relajar. Me desespera quedarme sin puchos y no sé que pasará el día que no haya más”, agrega.
“El tabaco que se está vendiendo en Argentina viene de contrabando del norte del país", cuenta el empresario tabacalero Francisco Mármol.
Por eso, Alejandra decidió racionar los cigarrillos que tiene en su casa de Floresta. “Intento concentrarme y fumar solamente los que disfruto de verdad. Tal vez, sea una oportunidad para comenzar a dejar el vicio”, dice la mujer de 43 años, quien también se pasa el día buscando algún proveedor. “Por recomendación de una amiga, encontré una persona que me trajo dos cajas a mi casa. Me cobró $250 cada paquete de 20”, dice Alejandra en relación al producto de primera marca que se lo cobraron al doble de lo que se cobra en los comercios.
En cuánto a este comercio irregular de los cigarrillos, algunos productores ya habían adelantado que la demanda se cubriría con la venta clandestina. “El tabaco que se está vendiendo en Argentina viene de contrabando del norte del país. Por lo general, llega de Paraguay y de algunas ciudades de Brasil”, cuenta Francisco Mármol, gerente de relaciones empresariales del grupo Madero Sur, que es controlante de la Tabacalera Sarandí, ubicada en la localidad bonaerense de Avellaneda.
Las marcas deben adaptarse a los cambios en el consumo por la pandemia
Desde la Cámara Industrial del Tabaco explican que el desabastecimiento se produce porque desde mediados de marzo las fábricas están cerradas. “Se distribuyó el stock que teníamos almacenado, pero desde la primera semana de abril, no hay más. Los cigarrillos que se comercializaron desde ese momento es lo que les queda a las distribuidoras”, afirman la organización que agrupa a Massalin Particulares y British American Tobacco. “Al no poder producir y sin stock en las fábricas, la situación solo puede agravarse. Es inminente que en días se acabe todo”, dijeron las compañías hace tres semanas en la nota que publicó PERFIL. La predicción se está cumpliendo por estos días.
Incluso, el desabastecimiento se adelantó también por la cuarentena producida por el coronavirus. Según un relevamiento realizado por el Observatorio de Adicciones y Consumos Problemáticos de la Defensoría del Pueblo de la Provincia de Buenos Aires, el consumo de tabaco aumento un 40% desde el inicio del aislamiento, a mediados de marzo.
Solamente en 2019, el Estado nacional recaudó $100 mil millones de impuestos al tabaco.
Ante la falta de humo, algunos fumadores ya piensan otras alternativas. “Con mi novia pensamos que esto podía suceder y hace un mes compramos en un mayorista dos cajas de diez paquetes cada una. Pero ya se nos está acabando”, cuenta Juan Marcos Varea, un gastronómico pastelero que tiene un proyecto de mesas dulces junto a su pareja. Por eso, Varea comenzó a “elegir la opción del tabaco armado”. Se trata de un producto en crecimiento hace varios años, que consta en comprar el tabaco suelto en una bolsa, filtros por un lado y papel de seda para enrolarlo.
“Me incliné por el tabaco porque, además, uno fuma menos. Es más fácil controlarse y el papel se consume más lento”, explica Varea. Sin embargo, a su pareja no le convence esta opción. “A medida que se van acabando, la ansiedad es más grande”, dice el joven de 27 años. Pero también dice que “la desesperación por fumar dura unos tres o cuatro minutos, y después se pasa. En ese momento, uno puede hacer ejercicio físico para distraerse. El problema será si el día de mañana también se termina el tabaco”, cierra Varea.
Por último, la Unión Industrial le solicitó al Gobierno nacional que reabran las fábricas, hace un mes. El pedido nació desde la Federación Argentina de Kiosqueros, ya que este producto representa el 70% de sus ingresos. Al reclamo también se sumó la Federación de Empresarios de Combustibles de la República Argentina, ya que afirmaron que durante la pandemia las ganancias de sus locales correspondieron a un 95% al comercio de cigarrillos, cuando en épocas normales llegaba al 50%.
“Con mi novia pensamos que esto podía suceder y hace un mes compramos en un mayorista dos cajas de diez paquetes cada una", dice Juan Marcos Varea.
Por su parte, Raúl Quiñonez, titular del gremio de tabacaleros, reclamó ante El Destape que se reanude la actividad ya que peligran diez mil puestos de trabajo directos y otro millón, indirecto. Incluso, el cese de esta venta también afectaría al bolsillo del Estado: el 80% del precio de los cigarrillos corresponden a carga impositiva. Solamente en 2019, Nación recaudó $100 mil millones por el sector del tabaco. La Cit todavía no recibió una respuesta del Ejecutivo sobre la fecha de la reapertura de las fábricas. Mientras, se acerca el día del cigarrillo cero en la Argentina.
CP