Ojalá que cada ser viviente llegue a la vida con un abrazo y se despida con otro. El abrazo es una intimidad compartida donde se deshace lo singular para confundirse en el encuentro. En el amor, el abrazo es la palabra de los cuerpos, es el intento de completarse con el ser amado. En tiempos de duelo, el abrazo le resta a la vida el sabor amargo de la muerte. En el abrazo, se rompe el aislamiento y el encierro.
El abrazo es placentero, contiene, incluye, renueva, relaja. Nadie puede ser feliz sin abrazos. El abrazo es medicinal, segrega oxitocinas, libera serotoninas y dopaminas, armoniza, equilibra el cuerpo, la mente y el alma. El abrazo es el mejor antidepresivo, es luz en los pasillos del miedo, es rescate en el pozo de los tormentos. El abrazo detiene el fluir aturdido de la ansiedad y transforma en música el ruido del existir. Cuando alguien te abraza, se despiertan los sentidos y amanecen las emociones. El abrazo levanta a los seres derrotados y rearma a los que han sido dañados.
Los abrazos son gratuitos, no se compran ni se venden, no se cuentan, no se gastan, no tienen numeración ni etiquetas, pero hay que saberlos dar y pedir, son herramientas para afinar las cuerdas de la vida. En un abrazo se cifra el mensaje de los sentimientos. Abrazar salva. Los abrazos son exorcistas de los malos pensamientos.
Fundemos La escuela del abrazo para enseñar los beneficios de abrazar y recibir abrazos. Que en los hospitales mediquen con abrazos y apliquen la abrazoterapia para sanar los traumas que generan los emisarios del odio y el resentimiento. Que los abrazos se conviden, se ofrezcan como vasos de agua a quienes estén sedientos de afectos. Que los abrazos se multipliquen como panes y peces para los seres con hambre existencial. Habitemos un mundo más justo y que nadie viva en la pobreza de abrazos.
Abracemos. Dejemos que nos abracen. En el poder sanador de los abrazos se expresa el amor por la vida.