El mayor embalse y lago artificial de Estados Unidos, el Lago Mead, se está quedando sin agua. Solía tener tanta como para inundar con generosos 30 centímetros todo Pensilvania. Ahora, sin embargo, esta seco.
Y la culpa es del cambio climático que provoca la alta emisión de gases de efecto invernadero. Tampoco ayuda la sequía prolongada que se viene registrando en la cuenca del río Colorado, uno de los responsables de su caudal, aunque el río Virgen sea su mayor tributario, en el estado de Nevada.
El Lago Mead nació cuando, a fines de la década del 30, se construyó sobre el río Virgen, tras 180 kilómetros de recorrido, la represa Hoover que recibía 35 km³ de agua.
El estado de alerta se difundó cuando el Bureau of Reclamation, una agencia del Departamento del Interior que administra el embalse, pronosticó que habrá escasez de agua en el río en los próximos 24 meses, y que a fin de este año el Lago Mead, 48 kilómetros al este de la ciudad de Las Vegas, alcanzará un nivel de 325 metros sobre el nivel del mar y estará al 34% de su capacidad.
Una situación similar no se registró antes y las autoridades planean el racionamiento del agua.
Se harán cortes en el suministro de agua, que inicialmente afectarán a los agricultores de Arizona. El año próximo, de todos modos, se anunció que los cortes de suministro de agua se generalizarán.
En las previsiones para los próximos años, se esperan aún mayores cortes que afectarán la vida cotidiana de muchas de los 40 millones de personas que habitan el oeste del país y que dependen del agua del río Virgin, debido a que la sequía creciente y el clima cada vez más cálido la cantidad de agua que fluye hacia el río Colorado es cada vez menor.
A partir de 1964 y durante décadas, un promedio de 5 millones de personas disfrutaron por año del área de recreación que se creó en torno al litoral de 885 km que del Lago Mead. Hay ensenadas, acantilados rocosos, playas, algunas islitas e incluso un jardín botánico, el Alan Bible Botanical Garden. La pesca, los deportes acuáticos e incluso natación eran las salidas típicas de los fines de semana.
Todo eso probablemente cambiará y los agoreros ya comenzaron a patrullar para ver si asoman algunas siluetas fantasmales de los pueblos que debieron ser evacuados antes de que el embalse y la represa los sepultaran, como el de St. Thomas.
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