—En su tercera encíclica “Fratelli tutti”, en octubre de 2020, se refiere extensamente a los migrantes, y habla sobre los derechos sin fronteras, y sobre los límites y las fronteras de los países ¿de qué manera se imagina un mundo sin fronteras?
—Europa no tiene fronteras físicas, para hablar del tipo de fronteras, pasas de un país a otro como nada. Es cuando lo universal prima sobre lo particular. Hoy día, lamentablemente, hay países explotadores y países explotados, nos guste o no nos guste. Y no hay un sin fronteras lamentablemente, hay un sin fronteras formal, pero no real, porque dentro de Europa también hay diferencias que son fronterizas. Me lo imagino no como una uniformidad, o cuestión de imagen, sino como la riqueza de cada país, de cada pueblo, de cada continente intercambiándose.
—¿Lo que es la Unión Europea, pero a nivel general?
—La Unión Europea todavía tiene que resolver muchas cosas, porque lo ideal de la Unión Europea, tal como lo pensaron los padres fundadores, es que cada país, conservando su singularidad, su riqueza, entre en la armonía de Europa. El error estaría cuando Bruselas, por poner toda la Unión Europea, empieza a exigir cambios en la idiosincrasia de los países. Y eso es una universalización de lo particular que no es lícita, porque la riqueza universal está en la variedad de los países, con su cultura, su historia, su política.
—Sonrío porque me viene a la memoria una frase de quien fue decano de filosofía de Harvard, Albert Nozick, decía que “riqueza es diversidad en armonía”, y la diversidad en armonía es una constante para usted.
—Cuando hay armonía en la unión de los países, cuando vos quitas armonía es para hacer la unificación.
—Para que haya armonía tiene que haber primero diversidad, la segunda encierra la primera.
—No hay que tener miedo a la diversidad.