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Charla histórica en capítulos

El Papa con Fontevecchia: líneas en la Iglesia

Un nuevo fragmento del imperdible diálogo que el cofundador de Editorial Perfil mantuvo con el Santo Padre por los 10 años de papado.

Jorge Mario Bergoglio, el Papa Francisco y su diez años al mando de la Iglesia Católica
Jorge Mario Bergoglio, el Papa Francisco y su diez años al mando de la Iglesia Católica | Perfil

—Mientras el papa Juan Pablo II llevó el Opus Dei a la Prelatura personal en 1982, usted mediante el documento “Ad charisma tuendum” que le restó poder e independencia en agosto del último año, ¿cambió algo en estos últimos 40 años que lo justifique?

—No fue restar poder, aquí había un desequilibrio. En el derecho canónico, el Opus Dei estaba entre los clérigos, es decir, dependía de la congregación del clero y en la Constitución apostólica dependía de la congregación de los obispos. Entonces, lo que hice yo es ponerlo en su lugar y nada más, eso no es restar el poder. Sigue siendo una asociación de fieles que, como toda asociación de fieles, depende del Dicasterio para el Clero. Pero el Opus Dei tiene cosas maravillosas de su trabajo, y tiene defectos como cualquier hijo de vecino, que son locales, no universales.

—¿Cuál es la relación entre las distintas áreas de la Iglesia, ya que algunos comportamientos de ciertas instituciones salpican, degradan la imagen de la Iglesia Católica, como algunas denuncias recientes que se conocieron? Eso es lo que no entiendo: diversas áreas de la Iglesia, ¿es decir dicasterios?, ¿cómo se relacionan y desde el punto de vista del poder, qué capacidad tiene quien conduce el Vaticano ante tantas estructuras, tan numerosas y complejas?

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—El trabajo del papa con la Iglesia y de un obispo con la diócesis es armonizar. Esta palabra es clave, porque cuando hablamos del Espíritu Santo tenemos que terminar en esta palabra. Un ejemplo claro, en la mañana de Pentecostés se arma un barullo bárbaro, ¿quién arma este barullo? El Espíritu Santo. Entonces, el Espíritu Santo es aquel que provoca las diferencias en la Iglesia y que después las armoniza. No se trata de que saque un promedio, no, es otra gracia, es una gracia especial. Las diversas tensiones de la Iglesia tienen que ser armonizadas según la gracia del Espíritu Santo, quien es el que armoniza todo. Y así se entiende cómo en la Iglesia caben figuras de una cierta cultura, del otro, la Iglesia respeta la cultura, al menos la tiene que respetar, las diversas culturas, y también diversos puntos de vista discutibles. Armonizar. 

—¿Las diferencias las crea el Espíritu Santo? 

—Las provoca. 

—O sea que las diferencias son útiles para el progreso.

—En la mañana de Pentecostés pasó eso, eran todos diferentes, hablaban lenguas distintas, se manifestó y lo provocó una cosa que existía, pero la provocó, y después armó la armonía. Una cosa que a mí me interesa, y la repito siempre, la mejor definición que escuché del Espíritu Santo es la que da San Basilio: “Ipse harmonia est”, él es la armonía. Y la armonía no es ni el promedio, ni la suma, ni nada, es otra cosa. La armonía, un artista es capaz de hacer armonía en ese aspecto. La armonía es algo que va más allá de la suma de las partes. 

—Sonrío porque vuelve a Hegel nuevamente, con el planteo de la dialéctica, la idea de la puja de las diferencias y la armonía, como la tesis, la antítesis y la síntesis, ¿por qué a veces ciertas reformas que usted propone parecieran ser mejor aceptadas fuera de la propia Iglesia Católica que dentro de algunos sectores?

—Me gusta el “pareciera” a veces no es, a veces es. Por eso es relativo, y contesto en porteño, a nadie le gusta que le pateen los tobillos. Entonces, cuando uno tiene que hacer una reforma que supone cierta disciplina, de afuera aplauden porque se la hacés a él. El día que te la haga a vos, no te va a gustar tanto. Desde afuera se ven mejor los pasos a dar, el que lo sufre se queja. A todos nos ha pasado. Cuando se nos pone un límite o se cambia el rumbo, es una cosa de disciplina hogareña y social. Es verdad, a veces la gente dice lo que hacía falta, y el que sufre eso dice que son injusticias, patalea, el derecho al pataleo que en la Iglesia existe, hay que respetarlo. 

—¿Es atendible la opinión de quienes consideran que, dado que la Iglesia no es una institución mundana, por tanto no debe actualizarse con los tiempos modernos?

—Esa es una idea orbital, que está en órbita. 

—¿Detiene el tiempo? ¿Nuevamente el tiempo? 

—Y es lo que pasa con los indietristas. Cuando alguien me dice: “éste es tradicionalista”, si está entre los tradicionalistas está en la buena línea, porque la tradición tira siempre para arriba. La tradición es como la raíz del árbol, de un árbol con la tradición y después la savia hace crecer el árbol, va siempre para arriba. La tradición es sana porque tiene este dinamismo. El problema es el dar un paso atrás, y hago como se hizo siempre, como se hizo atrás. Esos son los que dan el paso atrás. Hay una frase de la “Carta a los hebreos” que a mí siempre me llamó la atención, y se refiere en parte a esto cuando dice “nosotros no somos gente que va hacia atrás, sino gente que va adelante”. El problema no es la tradición, que es siempre fuente de inspiración, el problema es lo que yo llamo el indietrismo, ir hacia atrás y quedarse como en el siglo pasado, como 20 años atrás. 

—¿Detener el tiempo es una forma de totalitarismo? 

—Me gusta su manera de resumirlo, está bien. 

—Para algunos usted es demasiado conservador, mientras que para otros es demasiado progresista, ¿a qué atribuye que haya una doble mirada sobre usted? 

—Y si usted quiere mirar esta cámara desde allí, la va a ver horizontal y grande, si la miramos de acá, la vemos vertical, chiquita. Dónde se pone uno para observar la cosa, cuál es tu actitud interior, tu filosofía interior, tus convicciones interiores, con la cual ves una realidad y la juzgas.

Jorge Mario Bergoglio, el Papa Francisco y su diez años al mando de la Iglesia Católica
El Papa Francisco entrevistado por Jorge Fontevecchia.

—¿Eso quiere decir que usted está en el lugar correcto: la idea griega de que la verdad está equidistante de los extremos?

—En parte sí y en parte no, la verdad es dinámica siempre, yo diría está en tensión, eso sí. La verdad siempre es tensionante. Si decimos que está equilibrada de un lado y de otro, queda como algo estático y la verdad siempre se va manifestando y manifestando, va creciendo en su manifestación. Por ejemplo, hoy día la comprensión de la persona humana es distinta de la que había cuatro siglos atrás, porque se va manifestando mejor la realidad. 

—Respecto a la subjetividad, que es de lo que usted está hablando, todos vemos desde un lugar y con una perspectiva, mientras que sólo Dios puede ver desde todas las perspectivas. 

—Porque no tiene lugar, Dios está más allá del lugar. 

—Podríamos pedirle eso al Santo Padre, que él viera desde todos los lugares. Paso a algo más terrenal: ciento treinta y dos cardenales de menos de 80 años que tienen derecho a elegir su sucesor, de los cuales ochenta y tres fueron nombrados por usted, treinta y ocho por Benedicto XVI, once por Juan Pablo II, es decir, tres cuartas partes del total fueron elegidos por usted, ¿hay una orientación más progresista en las elecciones, que nos permite imaginar una Iglesia más modernizada en el futuro? 

—Cuando uno nombra a un cardenal balancea un poco su rol y su trabajo en la Iglesia hoy. Se ve que un hombre que recibe de la tradición, pero da los pasos que tiene que dar, que está hoy, ya hay una actitud para eso. Si uno piensa en un hombre que está fuera del espacio, fuera del tiempo o un poco retrasado, ¿para qué vamos a elegir al pobre hombre que va a sufrir y no va a dar lo mejor? De nuevo, la tentación del indietrismo. Uno elige la gente que está en la salsa de hoy, después de mucha oración, de pensar, de consultar, porque elegir cardenales no es fácil. Y me ha pasado muchas veces que a último momento tuve que tachar una lista y poner otros, porque hasta el final dura esa tensión, provocada por las consultas que uno va haciendo. Pero no podemos decir que estaba más allá, más acá, no sé lo que el Espíritu Santo inspire después. 

—Usted fue ordenado sacerdote en 1969, después de concluido el Concilio Vaticano Segundo, ¿es usted el primer Papa producto del Concilio Vaticano II, puramente, desprovisto de influencias de lo anterior a su aplicación?

—En parte sí, en parte no. Estudié teología, filosofía por supuesto, con los esquemas antiguos. Cuando estudiaba teología recién estaba en funcionamiento el Concilio, y algunos profesores iban trayendo cosas nuevas, pero el esquema era el antiguo. Solamente en Sagrada Escritura, porque lleva a otro tipo de pensamiento, de investigación, estaba muy avanzada y tuve excelentes profesores como Croatto (Severino), por ejemplo. Solamente ahí, diría que tuve una formación bien actual en Sagrada Escritura, y lo demás me tuve que rehacer después. En Moral, por ejemplo, tuve la formación más tradicional y cerrada que había en esa época, yo Moral la tuve que rehacer después por mi cuenta. 

El Papa con Fontevecchia: Metafísica

—¿Es muy diferente la perspectiva pre-Concilio Vaticano II y posterior, desde el punto de vista de estos aspectos como la moral?

—Lo felicito por la pregunta, usted habla de “perspectiva”, y sí es diferente.