El dirigente chileno Marco Enríquez-Ominami se describe a sí mismo como uno de los “fundadores” y “coordinadores” del Grupo de Puebla. Se cuida de no asumir ni de que le atribuyan ser la voz del foro. Al contrario, apuesta a transmitir la pluralidad que lo integra en cada respuesta que brinda en una entrevista telefónica con PERFIL, a horas de la cumbre que marcará su primer año de vida.
En julio de 2019, en México, eran muchos menos para la foto grupal. Ni siquiera Alberto Fernández había acudido si bien una delegación de legisladores y dirigentes peronistas había viajado desde la Argentina para sumarse a los debates. Doce meses después, el Grupo de Puebla se multiplicó y logró posicionarse como una referencia del espacio a nivel latinoamericano y ahora apuesta a extenderse hacia nuevos horizontes.
—Da la sensación de que el Grupo de Puebla nació como un foro de resistencia, con una marcada autocrítica sobre la pérdida del poder, ¿sigue pensándose en esa clave, un año después, o se puede pasar a una etapa más ofensiva con la mira puesta en elecciones para recuperar el poder?
—No me resulta cómodo reconocerlo pero no deja de ser cierto. Es decir, no es la versión que más me gusta pero entiendo que hay algo de cierto en eso de que fue creado como un espacio de coordinación política pero se percibía más como uno de resistencia, efectivamente. Y en el medio tuvo el triunfo de Andrés Manuel López Obrador, en México, y de Alberto Fernández, en Argentina, por lo que, de hecho, empezó a instalarse una esperanza progresista en América latina. Como Grupo de Puebla, valoramos que las ideas progresistas inspiren a los pueblos y ellos construyan mayorias populares. Sin embargo, en cuanto a lo segundo, prefiero ser muy delicado porque ya se intentó crear la falsa idea de que fuimos nosotros quienes organizamos las protestas en Chile y Ecuador (en 2019).
"Entiendo que hay algo de cierto en eso de que el Grupo fue creado como un espacio de coordinación política pero se percibía más como uno de resistencia, efectivamente"
—¿Cuál es la mayor crítica que se hace como uno de sus fundadores?
—Que no podemos ser solo una fuerza que adjetiva el presente. Hay un tema con la imaginación y esa es mi crítica personal en cuanto a que el Grupo de Puebla tiene el deber de ser imaginativo. El único límite del progresismo es la imaginación, no son las fronteras. Y creo que la izquierda, a veces, atormentada y desafiada por la pobreza —que es la prioridad del progresismo—, tiene que hacerse cargo de que las viejas recetas pueden no funcionar para derrotarla. La pandemia lo demuestra. Cada vez se requiere más Estado, ese es un debate muy antiguo, pero va a necesitarse un Estado más verde, que es un debate distinto. Yo estoy convencido de que a la izquierda le falta más imaginación, es una crítica que nos hago. Hay que ser capaces de aportar imaginación al debate.
—En el comunicado sobre su primer aniversario, hablan de avanzar en una propuesta inédita para el rediseño de las reglas del mercado, ¿a qué apuntan con eso?
—El Grupo de Puebla tiene 45 líderes de 14 países de distintos tipos de progresismos y quiero ser muy neutro al referirme a esto. Lo que nuestras declaraciones siempre han recogido es la idea de que el mercado entregado al mercado se canabaliza a sí mismo. Que el mercado requiere regulaciones por el bien propio. Como (el Nobel de Economía Joseph) Stiglitz planteó, en el penúltimo encuentro de Puebla, el capitalismo se hace daño a sí mismo. Se producen concentraciones, monopolios, oligopolios; si el mercado no conoce una suerte de padre o madre, se comporta como el peor de todos. El mercado tiene que tener un rol pero también sus regulaciones y eso no lo hace el mercado. El mercado no se autoregula. Requiere de un Estado con capacidades importantes.
—¿Consideran que la pandemia, con su alteración del sistema internacional, representa una amenaza o una oportunidad política para el espacio progresista?
—Nosotros creemos que la pandemia ha sido un espacio propicio para que proyectos autoritarios, regresivos y reaccionarios, más bien de derecha, aprovechen el pánico sanitario para estrechar el ámbito de la democracia. Pasó en Eslovenia, en Hungría, a mí juicio en Bolivia está sucediendo, Ecuador también y Chile. Durante la pandemia, los gobiernos aprovechan para legislar de manera incoherente. Porque si declaran estar en guerra contra el virus, no tiene lógica que impulsen un proyecto de inteligencia militar. O que persigan a los líderes demócatas para acusarlos de terrorismo, como en Bolivia.
—Esta semana, la fiscalía avanzó contra Evo Morales por su presunta responsabilidad en actos que califica de terrorismo, ¿habrá algun tipo de asesoramiento judicial desde Puebla?
—El grupo de Puebla no asesora. Puede acompañar, en la medida de sus posibilidades y la decisión de sus líderes. Sí hemos denunciado que lo ocurrido en Bolivia es un golpe militar y cívico y que Evo Morales y buena parte de sus asesores son víctimas de una persecusión inaceptable por motivos extrajudiciales. Además, vamos a insistir en que no es aceptable que la OEA sea observador electoral en el próximo proceso. Vamos a ser muy intensos en eso. Sería una locura que los mismos que organizaron y validaron el golpe de Estado se transformen en la solución democrática.
"Creemos que la pandemia ha sido un espacio propicio para que proyectos autoritarios aprovechen el pánico sanitario para estrechar la democracia"
—¿Por qué no hay otros presidentes participando del Grupo además de AMLO y Alberto Fernández, es un problema de falta de referentes o que el Grupo que no pudo llegar aún a ellos?
—Convengamos que Brasil, Chile, Paraguay, Colombia, Ecuador, Bolivia... la región no aporta mucho (ríe). No hay tantos líderes progresistas con ese rol hoy. Aunque no por ello dejo de reconocer que también hemos perdido elecciones. No quiero que quede la idea de que todo es lawfare o robo de elecciones. También es cierto que hubo una clase media que nos castigó. Y eso explica el por qué hay escasez de presidentes progresistas. Pero asimismo, hace dos dias, recibimos una carta de (presidente español) Pedro Sánchez con su deseo expreso de ser partícipe. No pudo hacerlo él pero sí estuvo su canciller. A mi juicio, tres de los gobienos progesistas más activos en política exterior ya participan, de algún modo, como proyecto político en el debate que el Grupo de Puebla provoca.
—¿Condiciona a Fernández su rol institucional a la hora de participar de un foro de líderes que, al no ser estatal, tienen otros márgenes para debatir y pronunciarse?
—No lo condiciona a Aberto Fernández porque él participa como fundador. Estuvo en la génesis de la idea, es un miembro honorario y siempre ha sido extremadamante riguroso porque su prioridad es la Argentina pero entiende que los problemas de la Argentina, de Chile y de América latina se resuelven en América latina y fuera de ella, no solo en cada país. Que la respuesta doméstica ya no es suficiente. Y el Grupo de Puebla, con sus limitaciones, lo que pretende es producir diálogo, debate de ideas e imaginación. No venimos a reemplazar a nadie. Ni al Alba, ni al Foro de San Pablo, ni a Prosur, al Grupo de Lima o la Celac. Solo somos un grupo de hombres y mujeres que agregan ideas y estimulan el debate.